Morderse las uñas es una conducta común en muchas personas, quienes lo adoptan de manera cotidiana y automática en momentos de estrés, ansiedad o concentración. Si bien puede parecer una costumbre inofensiva, este hábito llamó la atención de varios especialistas de la Salud por sus posibles consecuencias.
Desde el ámbito médico y psicológico, se estudió cómo esta práctica repetitiva puede ir más allá de una simple manía. Por eso, cada vez más voces dentro del ámbito sanitario insisten en observar este hábito con mayor atención y considerar estrategias para su tratamiento.
QUÉ EFECTO TIENE EN TU SALUD MORDERTE LAS UÑAS SEGÚN LA PSICOLOGÍA
La psicología identifica el hábito de morderse las uñas como onicofagia, un comportamiento que forma parte de los trastornos del control de impulsos. Sin embargo, lejos de ser sólo una respuesta ante la ansiedad, investigaciones recientes sugieren que esta conducta encierra matices más profundos.
Un estudio de la Universidad de Montreal sostiene que muchas personas que se muerden las uñas lo hacen en realidad como una forma inconsciente de buscar control o perfección. Según Kieron O’Connor, autor del trabajo, este gesto funciona como una descarga emocional que puede aparecer incluso en momentos de calma, como un tipo de “tic” mental.
Por su parte, la Universidad de Nottingham aporta otra mirada interesante: Las personas que realizan este tipo de conductas repetitivas suelen tener cerebros más activos cuando experimentan frustración o aburrimiento. Es decir, no se trata únicamente de una reacción al estrés, sino de un indicio de una mente inquieta que busca estímulos constantemente. La neurociencia del comportamiento ha revelado que estos hábitos se asientan en circuitos neuronales que operan de manera automática, sin la intervención consciente de la voluntad.
En este contexto, morderse las uñas no debe interpretarse como una señal de debilidad o falta de autocontrol, sino como una estrategia del cerebro para autorregularse emocionalmente. De hecho, muchas personas tienden a hacerlo más cuando están tranquilas o en situaciones positivas, lo que contradice la idea de que se trata exclusivamente de un síntoma de tensión.
Así, este gesto aparentemente insignificante puede ser una ventana reveladora al modo en que cada mente procesa su entorno, sus emociones y su necesidad de control.