"El oído solo es muy poco, solo oír no basta, se requiere la inclinación del oído del corazón, es decir, escuchar".
Por la calle Necochea al frente del Sanatorio Galeno hay una pequeña librería conocida como Las Cañitas, jamás pregunté a sus dueñas [siempre me atendieron mujeres]la razón del por qué de ese nombre. En alguna oportunidad seguramente lo haré porque detrás de un nombre, a veces, hay historias que merecen su estrado.
No recuerdo con exactitud en que mes estuve allí pero si me acuerdo que el día presentaba una llovizna intermitente, y un viento sur y frío. No sé porque sucede, pero agradezco profundamente, que las dueñas me dejaron como siempre atravesar los límites del mostrador y entrar a buscar pacientemente algún libro que pudiera invitarme a dialogar, porque el acto de leer, entre otras cosas, es fundamentalmente diálogo, o sea, conversar y escuchar. Y al final, todo diálogo adquiere sentido con la acción.
En 1984, en Francfort, el escritor Octavio Paz recibe de mano del Presidente de la República Federal Alemana, el doctor Richard Von Weizsacker, durante la Feria del Libro de Francfort, el Premio Internacional de la Paz de la Asociación de Editores y Libreros Alemanes. En ese momento el escritor mexicano dijo en su discurso El Diálogo y el Ruido que concebía a “la literatura como un diálogo con el mundo, con el lector y conmigo mismo- y el diálogo es lo contrario del ruido que nos niega y del silencio que nos ignora. Siempre he pensado que el poeta no sólo es el que habla sino el que oye”
En la misma sintonía con respecto al acto de leer, mucho tiempo atrás, en la España barroca, uno de los más fecundo escritores españoles, Francisco de Quevedo dejaba escrito en un soneto “Retirado en la paz de estos desiertos/ con pocos pero doctos libros juntos/Vivo en conversación con los difuntos / y escucho con mis ojos a los muertos”
En dos ensayos de Pedagogía Existencial, Fritz März-filósofo, pedagogo y teólogo alemán- escribió “el hombre por su creación está orientado al otro, sobre todo al gran Otro, y su modo de existir no es el monólogo, sino el diálogo.” La humanidad está condenada al diálogo, a existir conversando, para vencer soledades, decisiones de tragedia, de algún modo para que la vida, el mundo; sea más feliz y justo.
Recuerdo que aquella vez de llovizna y viento, en la menuda librería, elegí “Cronistas de Indias”, una pequeña antología de ediciones Colihue, y “Las Tribulaciones de un Chino en China” de Julio Verne. En este libro de Verne, el capítulo III [Donde sin fatiga podrá el lector dirigir una ojeada a la ciudad de Shang-Hai]comienza con un proverbio. El proverbio es éste.
Dice un proverbio chino:
“Cuando los sables están enmohecidos y brillan las rejas de los arados
Cuando las cárceles están vacías y llenos los graneros
Cuando los escalones de las gradas de los templos están gastados por las pisadas de los fieles y los patios de los tribunales de justicia se ven cubiertos de hierbas
Y cuando los médicos van a pie y los panaderos a caballo
Está bien gobernado el Imperio”.
Ya pasó, el día del esperado debate presidencial, Argentina Debate, realizado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, un debate cargado de ruido y silencio. También las PASO. Ahora, a pocas horas de las elecciones a presidente, atado a la definición de un ballotage, sería extraordinariamente bueno que los candidatos postulados a gobernar puedan leer el proverbio. También entrometerse sería lo ideal, haga alguien de paloma mensajera y ayude al proverbio llegar a destino. Y lo más importante, a quien arribe: leerlo en el buen sentido de Paz y Quevedo, que implica escuchar. Porque si escucháramos indefectiblemente obraríamos con justicia.
Algo comúnmente inusual en la política de estos tiempos.