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Internacionales

¿Por qué nos empeñamos en buscar ética y valores en todos los lugares equivocados?

En este contumaz esfuerzo por encontrar referencias morales se recurre a las redes sociales, al famoseo, al fútbol, al Despacho Oval o incluso a un concurso de canciones. Como si gracias a una sobredosis de \'brillibrilli\' fuera más fácil discernir el verdadero rostro de Dios en la naturaleza.El gran académico Joseph Nye –cuyo fallecimiento se conoció el mismo día de la elección del Papa León XIV – grababa en la introducción de su libro \'Do morals matters?\' (2020) cuando, en una cena con un grupo de amigos, le preguntaron a qué se había dedicado últimamente. Al decir que estaba escribiendo un libro sobre presidentes, ética y política exterior, la respuesta ante tanta hipocresía y postureo no se hizo esperar: «Debe de ser un libro muy corto».La política exterior de Estados Unidos ha utilizado durante décadas la metáfora bíblica de «la ciudad sobre la colina», tan ejemplar como excepcional. Sin embargo, el presidente Trump se ha encargado en los primeros 120 días de su segundo mandato de apagar la luz del faro americano de democracia, libertad y prosperidad compartidas. Durante la opulenta gira por Oriente Próximo de la semana pasada, su mayor ovación se registró en Arabia Saudí cuando dijo que Estados Unidos ya no «les daría lecciones sobre cómo vivir». Sin reparos en calificar al Príncipe Mohammed bin Salmán como un «gran hombre», a pesar de su demostrada capacidad para hacer \'kebab\' con el fútbol y los disidentes.A esta renuncia moral se suma la increíble capacidad de nuestras sociedades para banalizarlo absolutamente todo. Como si todos los días tocara Eurovisión o la gala del Met, se convierte una masacre como la de Gaza en una alfombra roja en la que se polemiza sobre el voto por teléfono del público. Y se hace pasar la telebasura y el sectarismo (valga la redundancia ) como servicio público. Por supuesto, a costa del contribuyente.

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