Un aforismo habitual en El Paso y Ciudad Juárez reza: «La gente no se movió, se movió la frontera». Una es el lado norteño y estadounidense y la otra el lado sureño y mexicano de una ciudad que en su día fue una. Por aquí pasaron las expediciones legendarias de F rancisco Vázquez de Coronado o de Juan de Oñate , esto fue territorio de la Nueva España y, después, de México. La guerra entre EE.UU. y México de mediados del siglo XIX la dejó como ciudad fronteriza. Al norte del río Grande, EE.UU.; al sur, México. Se movió la frontera, pero no se movió el español que habla la gran mayoría de los habitantes de El Paso, ni la religión católica, ni los platillos mexicanos.El Paso y Juárez son ciudades hermanas. Pero también son dos mundos diferentes. Una fractura norte-sur agudizada por el impacto del narcotráfico, que tiene aquí una plaza fuerte en la introducción de droga en la primera potencia mundial.En su última campaña electoral, la frontera fue una de las grandes bazas para el actual presidente de EE.UU., Donald Trump. Hablaba sin parar de la «invasión» de inmigrantes indocumentados, en medio de un caos migratorio, con más de dos millones de entradas ilegales en EE.UU. por año durante la presidencia de su antecesor, Joe Biden. Pero esa invasión era también de droga. En especial, del peligroso fentanilo, el opiáceo que ha provocado una epidemia de sobredosis en EE.UU., con más de cien mil muertes al año. Una lacra que afecta a comunidades empobrecidas blancas, donde Trump domina.Noticia Relacionada estandar Si EE.UU. acusa por primera vez a dos integrantes del cartel de Sinaloa de terrorismo Milton Merlo «El Cártel de Sinaloa es una organización terrorista compleja y peligrosa. Desmantelarlo exige una respuesta judicial innovadora y contundente» asegura el Departamento de Justicia de EE.UU.La mano dura en política migratoria y la militarización de la frontera que han venido con Trump han conseguido que el número de cruces ilegales se haya desplomado en los últimos meses. Conseguir el mismo éxito con el negocio del narcotráfico se antoja como una empresa más compleja.«Los carteles se adaptan con facilidad a nuevas situaciones», reconoce Omar Arellano desde una sala de reuniones en un edificio gubernamental a las afueras de El Paso. Arellano es el agente especial de la Administración de Lucha contra la Droga (DEA, en sus siglas en inglés) a cargo de un área de más de mil kilómetros de frontera en los estados de Texas y Nuevo México.«Esta es nuestra primera línea de defensa: los pasos fronterizos (solo en El Paso hay cinco de ellos) y las patrullas que vigilan la frontera entre ellos», explica. Es una labor complicada y, hasta ahora, sin éxito. Hay más de 3.000 kilómetros de frontera terrestre entre EE.UU. y México, por donde entra el 90% de la droga que consume la primera potencia mundial.Un gran desafíoUn lugar como El Paso y Juárez supone un desafío especial. Ambas ciudades representan la mayor comunidad transfronteriza del hemisferio. Es el mayor nudo de transporte entre EE.UU. y México, que tienen un intercambio comercial con un volumen de más de 800.000 millones de dólares. Hay miles de personas que viven en un lado de la frontera y trabajan o estudian en el otro. De media, cerca de 35.000 vehículos y 15.000 peatones cruzan el río Grande.Ese intenso tránsito es una ventaja para los cárteles, que dominan buena parte de Juárez. Arellano explica en un mapa la presencia de las organizaciones criminales -varias de ellas designadas por la Administración Trump como grupos terroristas- en todo el territorio de México. En Juárez, varios se disputan su presencia, como el cártel de Jalisco Nueva Generación, el de Juárez-La Línea y grupúsculos de Sinaloa. Y esas organizaciones han convertido a la ciudad en una de las más peligrosas del mundo, con cerca de 1.200 homicidios al año. Mientras tanto, El Paso suele aparecer en el \'top 5\' de las ciudades más seguras de EE.UU.«Los cárteles utilizan ese tráfico intenso fronterizo para colocar la droga, muchas veces oculta entre mercancía legal», dice Arellano, que apunta a un caso reciente, el de una líder narco, Adriana Votta-Cárdenas, que colaba metanfetamina líquida en tanques de combustible de camiones. Trabajaba para el Cártel Jalisco Nueva Generación y fue detenida por la DEA y condenada a 20 años de cárcel.Por la autopistaEn cuanto cruza la frontera, la droga fluye hacia el oeste, hacia Florida y los estados del Atlántico por grandes autopistas como la I-10 y la I-20. Y también hacia el norte, hacia Albuquerque (Nuevo México), convertido en un lugar de distribución de droga hacia todo EE.UU. No es casualidad que allí se ejecutara hace unas semanas el mayor alijo de fentanilo de la historia de la DEA: 400 kilos del opiáceo en pastillas.El gran objetivo de su agencia es ir «a por los cabecillas de los cárteles», asegura Arellano, que estuvo en la operación que acabó con la detención el pasado verano de Ismael \'El Mayo\' Zambada, máximo responsable de una facción del cártel de Sinaloa.Es una vieja estrategia que no logró acabar con el problema, mientras persiste el apetito en EE.UU. por la droga. Los cárteles son como la hidra mitológica: cuando se corta la cabeza, tras un período de violencia, surgen dos o tres más.