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Opinión del Lector

Las amenazas siempre son un búmeran

Enrique Arriaga

Por Enrique Arriaga

La lógica de las redes, la de X en particular, no es la misma del mundo físico. Durante años, se cometió el error de subestimar lo que ocurría en las redes por considerarlo virtual, en oposición a lo real. Hoy ya nadie discute que lo que allí ocurre es real.

Sin embargo, el gobierno nacional parece sobregirarse en el sentido inverso: creer que X es lo único real, por subestimación o desconocimiento, tomar la parte por el todo.

En la red rebautizada por Elon Musk, a uno le pueden suspender la cuenta o, en el peor de los casos, cerrarla. Pero es improbable que se sancione a una cuenta paga, o a una cuenta muy activa o con muchos seguidores, porque son funcionales al algoritmo, es decir, al negocio.

Luego, con límites muy difusos, se puede decir prácticamente cualquier cosa, sin pagar costos, y hasta obteniendo por ello beneficios. Es la lógica con la que se construyó a sí mismo el actual presidente, que ahora dispone de recursos ilimitados para pagar influencers y troll centers.

La misma a la que se acopla el diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, José Luis Espert. En las redes sociales no hay accountability, termino con que los politólogos denominan a un mix entre la rendición de cuentas y el costo político.

Ese empacho de información, siempre en presente, impide o al menos dificulta el análisis. El supuesto "impuestazo" fue votado en ambas cámaras, también con apoyo de legisladores libertarios. En Twitter la incoherencia no es un problema.

Sin embargo, el mundo físico tiene otras reglas. Las instituciones, los poderes del estado, la alta política, también. Y esas reglas, como las de la física, la ley de gravedad por ejemplo, funcionan con independencia de la adhesión voluntaria de los sujetos.

El diputado provincial Gustavo Pulti presentó un proyecto que incluye, además de la declaración de repudio, el pedido de actuación a la justicia penal (llamar públicamente a incumplir la ley es delito) y a la Cámara de Diputados para que evalúe juicio político.

Es improbable que ambas prosperen en lo inmediato, pero estarán ahí, acechando al diputado terrateniente, listas para activarse cuando el oficialismo caiga en desgracia, una posibilidad que, en el análisis de los distintos actores políticos, crece cada día.

Están los que nunca le tuvieron miedo a Milei y están los que se lo van perdiendo. Están los que se acercaron a ayudarlo y, al verlo de cerca, huyeron espantados. En el mundo de lo marcial, vociferar, amenazar, está mal visto. Es considerado una señal de debilidad, falta de autodominio. Hacerlo compulsivamente, ni hablar. Como afirma el refrán, “dime de qué alardeas y te diré de qué careces”.

Sencillamente, el que se la pasa amenazando a todo el mundo, no puede cumplir después. Y una amenaza incumplida es una pérdida de credibilidad. Por no hablar de cómo abrir un frente por día es lo contrario a la economía fuerzas.

La furia del Presidente se traduce en cataratas de tuits y retuits con contenido insultante, ofensivo. A veces incluye alusiones a la vida privada. Dura dos días, tres como máximo, y luego cambia de blanco. Les ocurrió, alternativamente, a Lali Espósito, Ignacio Torres, Martín Llaryora, Martín Lousteau y Victoria Villarruel (la lista no es exhaustiva).

¿Y luego? ¿Es la pirotecnia virtual el anuncio de un castigo? No. Es el castigo en sí mismo. Varios de los que lo atravesaron confiesan en privado su sorpresa. Se preguntan “¿y ahora? ¿ya está?”. En el imaginario presidencial, no existe nada peor que ser atacado en las redes, porque en su concepción no hay nada fuera de ellas.

La conclusión es sencilla. Le van perdiendo el miedo y también el respeto, porque cada baño de cyber mierda fortalece a la supuesta víctima, la legitima ante el resto y la empodera ante el espejo.

"Trump tiene al Partido Republicano, Bolsonaro al ejército. Milei es él, su hermana y las redes sociales”, dijo Mauricio Macri.

El comentario del ex presidente, hizo enojar en su momento al asesor presidencial Fernando Cerimedo, quien le advirtió: "no somos unos virgos que toman chocolatada" y "ojo con las fuerzas del cielo". Una vez más, negar algo es darle entidad. Una forma de conceder.

La política empieza a ver los límites del artilugio que por un tiempo la tuvo obnubilada. Al mismo tiempo, la sociedad paga el costo creciente de las decisiones de gobierno. Igual que en el día después de una borrachera, es como levantarse con resaca y calcular cuánto daño hizo cada uno la noche anterior y cómo repararlo.

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