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Opinión del Director

El resurgir algodonero

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Crédito: 39999
Daniel Caran

Por Daniel Caran

Toda expresión deportiva debe ocupar el espacio que corresponde, aún en un contexto complejo donde la política y sus peleas suelen invadir títulos y portadas.

 

Lo mostrado ayer por el Deportivo Mandiyú y su gente se convirtió en una genuina manifestación de vigencia y amor por los colores, y eso es algo que tiene directa relación con la vida institucional de los correntinos.

 

Es que Mandiyú, en su historia, mostró todas las caras posibles desde el éxito hasta el fracaso. Es que tanto se codeó por más de una década con los gigantes del fútbol, como vivió la inevitable sensación de la muerte misma a partir de la ineficiencia de algunos pseudos dirigentes que pensaron ganarse el mármol con un nombre que les quedó grande.

 

Por eso es importante no olvidarnos de esa historia: la de los fracasos recientes. Y no por sacar en cara, o reprochar nombres, sino para dejar absolutamente en claro cómo no hay que hacer las cosas.

 

Los correntinos somos casi especialistas en eso de romper estructuras exitosas. Nos pasó en el carnaval, o con la Fiesta del Dorado… solemos empecinarnos en priorizar el bronce propio, aún a costa de echar al costado muchas cosas bien hechas.

 

Con Mandiyú pasó algo así: el final del histórico Seferián como colaborador y aportante significó un sinnúmero de errores con personajes nefastos de toda calaña.

 

Hoy, con el empuje de una buena campaña deportiva, hay otros mensajes.

 

No debería movernos el éxito o no en lo futbolístico, pero sí es fundamental consolidar e impulsar lo que vino alrededor de los resultados: la movilización popular, el sentido de pertenencia.

 

Claro está, con lo visto en los últimos partidos, que Mandiyú es el equipo más representativo de Corrientes, lo que no debería implicar una inútil competencia con Boca Unidos, por ejemplo, cuyos dirigentes están haciendo un trabajo ejemplar tanto en lo deportivo como en lo institucional. Y ese apoyo popular debería aprovecharse, o al menos reconocerse.

 

Está la muestra cabal de directivos honestos y despojados de vanidades: los que trabajan en Mandiyú llegaron en silencio, terminaron con la vergüenza del ‘doble club’, y lograron resurgir las históricas tardes del albo.

 

Hay una muestra de que se puede. Mandiyú está resurgiendo, y eso merece un reconocimiento.

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