Sebastião Salgado (Minas Gerais, Brasil,1944-2025) es un hombre escueto, pero posee un cráneo rotundo, una cabeza totalmente lisa en la que asoman unos penetrantes ojos azules enmarcados por dos cejas pobladísimas, que él se atusa de vez en cuando como queriendo comprender el significado del mundo. Parece un personaje fuera de este tiempo, un ser salido de algún cuento, enjuto y elegante, pero con la ilusión del niño ante una nueva trastada.
Llega a su estudio parisino, sede también de su agencia Amazonas Images, en una de esas bicicletas plegables, desafiando los 77 años que no representa. Al poco rato se unirá Lélia Wanick Salgado, su mujer y compañera de vida desde hace más de 50 años, para juntos hablar con TELVA a propósito de su último gran proyecto fotográfico: Amazônia. Un fabuloso libro cocinado a fuego lento durante los últimos siete años, magistralmente diseñado y editado por la propia Lélia (Taschen) y compuesto por 500 espectaculares fotos de un blanco y negro purísimo, sobre los paisajes intactos y las tribus del Amazonas.
Sobre su camisa lleva un chaleco con muchos bolsillos, como los que usan los reporteros en sus viajes y, en sus pies, botas de Sherpa. ¿Querrá decirnos que sus pasos están aún en algún punto alejado de la selva? Lélia representa su alter ego femenino. Sus ojos chispeantes acompañan una perfecta dicción en castellano, con el suave acento brasileño de sus orígenes. Durante la foto a dúo, ella agarrará discretamente su mano y en más de una ocasión peinará las alborotadas cejas de Sebastião. Siempre atenta, consciente de su papel, su lugar.., de lo cada uno sabe y le debe al otro.
"Le voy a contar algo, -le digo tras los saludos-. Llevo un mes sumida en su libro de memorias. Reconozco que me inquietaba enfrentarme de forma superficial a usted". No en vano estoy sentada frente al ser humano que se esconde tras el archiconocido fotógrafo de fama internacional, colmado de premios y reconocimientos. (Solo por citar algunos: W. Eugene Smith de Fotografía Humanitaria (1982); caballero de la Legión de Honor en Francia; World Press Photo (1985); Hasselblad (1989); premio Príncipe de Asturias de las Artes (1998); premio de la Sociedad Geográfica Española (2019). Ese mismo que ha retratado desde hace más de cuatro décadas los mayores horrores cometidos por el hombre, a la vez que las grandes bellezas del Planeta en libros tan icónicos como Sahel, La mano del Hombre, Trabajadores, Gold, Éxodos o Génesis... y confieso que me han brotado las lágrimas al conocer sus desgarradores testimonios sobre las matanzas en Ruanda, o las instantáneas de los niños famélicos, víctimas de las hambrunas en el Sahel. Pero también he reído imaginándolo a cuatro patas moviéndose lentamente frente a una tortuga gigante en Galápagos. "Dada mi enorme admiración por usted, permítame que le pida esa cosa tan fastidiosa: ¿puede firmarme este libro?, ¿le importa?" Sebastião me mira con la atención absoluta del hombre sabio y me pide que le ponga en un papelito la forma exacta en la que se escribe mi nombre. Para Lucía. Con amizade. S.R.S París 25/06/21.
Lélia: Hemos hecho tres libros diferentes: el grande y una edición para coleccionistas en formato SUMO, firmada y numerada y con un soporte de metal diseñado por Renzo Piano y que ya está a la venta con Taschen, y otro pensado para los que no ven (¿invidentes se dice?) que estará en pocos meses y tendrá el tamaño de un libro.
Sebastião: Pero no en braille, sino con relieves. Ellos pueden tocar las fotografías y comprender lo que muestran.
"hay historias que deben ser contadas"
- A sus 77 años, ve la luz otro de sus hercúleos proyectos, esta vez sobre los paisajes vírgenes y las tribus del Amazonas. Su motor ha sido defender una cultura que está en peligro por la alta tecnología denunciar la destrucción de su ecosistema. ¿Qué descubriremos?
- Al inicio, cuando pienso en hacer un trabajo como este, en el que he invertido siete años de viajes continuados, más todos los que he hecho durante décadas, nunca imagino hacer un libro en concreto o una exposición. Se trata de un compromiso de vida que adquiero como fotógrafo. Porque hay historias que es necesario que sean contadas. En Amazônia quiero que la gente comprenda la importancia y el volumen de este ecosistema. La esencialidad o la humanidad por mantener este espacio verde del mundo, con unos árboles capaces de capturar el dióxido de carbono de todo el Planeta. Porque solo podrá pervivir si hay una participación global para sostenerlo. Dese cuenta de que la destrucción del Amazonas no está hecha solo por los brasileños y los países de alrededor, sino por todos. Porque el consumo de productos baratos que salen del Amazonas, como la soja para hacer bien gordos a los puercos de Galicia (Lélia se ríe), vienen de ahí. También son las carnes del ganado, porque allí cuando se abate la floresta, se abaten haciendas de 50.000 a 100.000 hectáreas con 80.000 a 100.000 cabezas de ganado.
En Amazônia quiero que la gente comprenda la importancia y el volumen de este ecosistema. La esencialidad o la humanidad por mantener este espacio verde del mundo, con unos árboles capaces de capturar el dióxido de carbono de todo el Planeta. Porque solo podrá pervivir si hay una participación global para sostenerlo