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Internacionales

Refugiados abandonados como mercancías en el puerto ateniense del Pireo

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Crédito: 9928

"Nos están utilizando políticamente. Turquía recibe dinero de la UE y Grecia lo único que nos ofrece es encerrarnos en campamentos. Sabemos que la situación aquí no es buena, pero vamos a demandar que respeten nuestros derechos", afirma el sirio Anjad Alfakhouri, quien duerme desde hace un mes en el principal puerto de la capital griega.

 

Anjad, proviene de la ciudad de Hama, en el centro de Siria, y su testimonio es una de las tantas pruebas que demuestran que la UE no está asumiendo sus compromisos internacionales ante la emergencia humanitaria que supone la llegada masiva a suelo europeo de personas que huyen de la guerra en Siria y otro países como Irak y Afganistán.

 

Grecia era hasta hace poco un país de tránsito para los refugiados, pero el cierre de las fronteras de sus vecinos la han convertido


en el destino final y en un callejón sin salida en el que se encuentran atrapadas 51.000 personas. Ese es el número de refugiados e inmigrantes contabilizados por el gobierno, de los cuales 5.700 se encontraban a principios de esta semana en el Pireo.

 

Pero en los últimos días, unas 1.000 personas abandonaron este lugar, según confió a Télam un hombre corpulento -que pidió mantener el anonimato- mientras daba indicaciones en árabe a un grupo de familias que recogían sus pertenencias para subir a un ómnibus que partió ayer por la tarde del puerto ateniense.

 

"Vamos a la frontera de Albania", explica en un inglés básico un joven sirio que cargaba a un bebé en sus brazos.

 

Los colectivos salen principalmente con destino a las ciudades griegas de Ioannina, en la frontera albanesa, Larisa, en el centro, y Kavala, en el norte.

 

Anjad, en cambio, se queda. No quiere terminar aislado en uno de estos campos de refugiados que el gobierno heleno está levantado -ya son cerca de 50 en todo el país-, la mayoría en zonas periféricas, en antiguas instalaciones militares y estadios construidos para los Juegos Olímpicos de 2004 y que se encuentran abandonadas.

 

"Nos tratan como si fuésemos apestados. Sabemos que esos campamentos son cerrados -se necesita autorización para estar y salir- y las condiciones no son mejores que las de acá", argumenta este sirio de 38 años.

 

"Al menos en el puerto nos ayudamos mutuamente y nos podemos organizar para demandar por nuestros derechos", añade Anjad, quien lleva puesto un chaleco amarillo fluorescente, que indica que es uno de los "traductores" que ofician de enlace entre los refugiados y las organizaciones humanitarias y voluntarios presentes en el puerto.

 

El miércoles pasado, sin ir más lejos, unos 2.000 refugiados se trasladaron al centro de Atenas y marcharon hasta la plaza Syntagma, frente al Parlamento, para protestar por el acuerdo entre la UE y Turquía de deportación de refugiados y por el cierre de las fronteras. Y aseguran que habrá más protestas.

 

La mayoría de las personas que se encuentran en la Grecia continental son refugiados e inmigrantes que llegaron antes del 20 de marzo, cuando entró en vigor ese pacto y se han registrado como solicitantes de asilo.

 

Como tales, tienen derecho a participar del programa de relocalización de la UE, que en septiembre de 2015 acordó reubicar en países del bloque a unos 160.000 refugiados o migrantes arribados a territorio griego e italiano.

 

Sin embargo, esto no está sucediendo. "Nos han dado un número de Skype para inscribirnos pero nadie responde", se queja un refugiado tras otro. Esta parálisis también la corrobora el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur), que vela por la protección de los derechos de estas personas.

 

"La UE acordó un programa que nadie implementa. Sólo 900 personas fueron relocalizadas desde septiembre en Alemania, Portugal, Suecia e Italia" según datos oficiales, asegura a Télam Dimitris Rapidis, analista y fundador de "Bridging Europe", un think-tank especializado en políticas europeas con sede en Atenas.

 

"Hay una solución a este problema que es europea, pero los países de la UE están actuando de manera insolidaria: cerraron las fronteras, sofocando a Grecia, y han querido trasladar la responsabilidad a Turquía, un país fuertemente cuestionado en cuanto al

respeto de los derechos humanos", añade.

 

El programa de la UE no sólo no funciona sino que es mezquino, opina este analista griego, coincidiendo con la postura de la ONU, que desde Ginebra hizo un llamado a la comunidad internacional, especialmente a Europa, para que acoja a 480.000 sirios que sobreviven como refugiados en países limítrofes al suyo.

 

Esa cifra representa apenas el 10% del número de refugiados que viven en Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto, que son 4,8 millones, según Acnur.

 

"La UE de 28 países miembros cuenta con 500 millones de habitantes, lo que perfectamente le permite asumir una cifra de 1 millón de refugiados. Turquía ya

acoge 2,7 millones, Líbano, con 4 millones alberga a un millón, y Jordania, a 600.000", apunta

Rapidis, siempre citando las cifras oficiales de la UE.

 

En cambio, la endeudada Grecia se encuentra al límite de sus posibilidades, subraya este experto. El gobierno heleno no sólo debe cumplir con las obligaciones fiscales asumidas con sus socios europeos sino que debe gestionar casi en solitario esta crisis.

 

Antes de que la UE firmara el acuerdo con Turquía, Tsipras remarcó que su gobierno haría todo lo posible por ofrecer ayuda a los refugiados pero exigió a sus socios que asumirán la responsabilidad de forma conjunta.

 

"Ningún país debe convertirse en un mero almacén de almas", aseguró el primer ministro heleno.

 

La UE comprometió 700 millones en tres años, pero sólo el año pasado Grecia gastó 460 millones, subraya Rapidis.

 

Pese al acuerdo de expulsión firmado con Ankara, se estima que las llegadas nos se frenarán y podría llegar a 100.000 refugiados


 

"El problema va en aumento y esta crisis está dando alas a los movimiento de extrema derecha y euroescépticos en Europa en países como Alemania, Hungría y Polonia", advierte este analista.

 

En el caso de Grecia, el partido neonazi Amanecer Dorado intenta sacar rédito de la situación, aunque no ha tenido demasiado éxito porque se ha encontrado con una sociedad civil con memoria volcada en la ayuda a los refugiados.

 

Gracias a personas independientes y organizaciones no gubernamentales, los refugiados e inmigrantes no pasan hambre en el puerto de Pireo y cuentan con atención médica.

 

"Las cocinas solidarias de Atenas proporcionan comida cada día", dice Dilema Papamatheon, una voluntaria.

 

"El gobierno griego no está, pero tampoco está la UE ¿Y qué sentido tiene si no es capaz de lograr una respuesta solidaria a una crisis de este tipo", se pregunta esta mujer de 38 años.

 

Ante un drama de tal envergadura, cada fallo de las autoridades incrementa el sufrimiento. Ibrahim, un sirio de 14 años de la ciudad de Alepo, está varado solo en Atenas y necesita reunirse con su familia en Alemania.

 

Se había quedado cuidando a su abuela en Siria y abandonó su país junto a su tío, del que se separó cuando éste fue detenido por la policía turca en la frontera. A Ibrahim se le caen las lágrimas, pero los voluntarios lo consuelan, le dicen que la "reagrupación" prometida por la UE va a funcionar. Pero cada día que pasa para él es una eternidad.

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