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El calvario de un argentino en pleno territorio sirio del Estado Islámico

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Crédito: 20731

Siria es una nación enlutada desde hace cinco años, y a diario las noticias sólo hablan de la tragedia que únicamente una guerra puede provocar. Pero es un argentino, radicado en la nación árabe desde 1977, quien acerca un desesperado llamado de atención.

 

"Agradecemos la ayuda humanitaria que están mandando, pero lo que más queremos es que nos ayuden a terminar con el terrorismo, queremos vivir en paz, como era antes de este conflicto", pidió Miguel Manzur.

 

Manzur es ingeniero civil recibido en la Universidad de Latakia, ciudad siria a la que emigró desde Argentina cuando era adolescente. Actualmente vive en Tartús, una de las localidades atacadas por los fundamentalistas islámicos del Estado Islámico (EI), y desde allí mantuvo este diálogo con Télam.

 

"Organizaciones como la Media Luna Roja y otras envían ayuda, pero poca llega a los civiles", relató como testigo de una realidad que el pueblo sirio no buscó.

 

"Las mujeres son violadas y vendidas y a los niños les enseñan a usar las armas y el odio a todos los que no son como ellos. Es un horror lo que están sufriendo en esas ciudades y poblados", reveló.

 

La respuesta da pie para hablar de la situación humanitaria y sanitaria que, según Manzur, es alarmante.

 

"En algunas ciudades, después de las destrucciones y masacres que hicieron los terroristas, los habitantes huyeron por temor a ser asesinados y muchos se refugiaron en nuestra ciudad".

 

Allí, en Tartús, los recibieron con alojamiento, medicinas y alimentos, "sin fijarnos que la mayoría de los refugiados son sunnitas y en Tartús predominan los alauitas. ¿Sabe por qué? Porque los verdaderos sirios no diferencian entre las sectas y religiones", dijo.

 

En la actualidad, y producto de esa inmensa migración -sobre todo de las ciudades de Alepo, Halab y Jablah-, Tartús cuenta con más de 2 millones de habitantes y muchas familias fueron dispersadas.

 

"Algunas, incluso, viven en campamentos del Líbano y otros países en condiciones de mucha pobreza y desprecio", contó Manzur.

 

Deir Ezzor, Alepo, Al Raqa, Homs son zonas controladas parcialmente por el EI.

 

Manzur hizo un relato descarnado de las situaciones por las que deben atravesar sus habitantes, sometidos a la interpretación ultraconservadora de la ley islámica (sharía) del grupo yihadista.

 

"Nuestros amigos nos cuentan que ahora no los dejan salir de la ciudad. Los universitarios no pueden rendir exámenes. Alimentos, medicinas, todo es caro", explicó.

 

"La ley que aplican es la del Califato (más parecida a la de la doctrina radical wahabita) y no la islámica, por eso a las mujeres no les dan derechos y sólo deben obedecer. No pueden practicar ningún deporte ni entretenimientos, su situación psicológica es muy grave", relató.

 

"Esas leyes del EI -prosiguió- obligaron a cambiar los libros escolares por otros de Arabia Saudita. Es decir que cambiaron las enseñanzas y le pagan 100 dólares por mes a cada familia que entrega a su hijo a las filas de los terroristas".

 

La edad de reclutamiento de los pibes va de los 7 a los 15 años, y además de darles clases "espirituales", les enseñan a usar armas y le inculcan el odio hacia los chiitas a quienes acusan de ser "keffar" (pecador) por lo que matarlos es una obligación.

 

"La mayoría de los terroristas son extranjeros y tienen derecho a casarse con cualquier mujer que quieran. Y si está casada, la divorcian de su esposo y se casa con ella", explicó.

 

Y añadió un dato espeluznante: no pueden hacerse conocer como compatriotas de gente de otras ciudades, ya que si los descubren son asesinados. "Un terrorista -revela- mató a su madre porque ella le había aconsejado no seguir por ese camino".

Tartús es una provincia ubicada en la costa siria que había estado relativamente al margen de los atentados y la violencia que ha sacudido al resto del país desde el inicio de la guerra entre el Ejército nacional y los grupos rebeldes que quieren derrocar al gobierno, que ya ha dejado más de 270.000 muertos desde 2011.

 

Pero el 23 de mayo pasado, su ciudad capital, Tartús, fue escenario de un triple atentado con coche bomba y dos suicidas de a pie que provocó 48 muertos y decenas de heridos.

 

El hecho fue reivindicado por el EI, aunque el gobierno sirio responsabilizó al grupo rebelde pro-turco Movimiento Islámico de los Libres de Sham.

 

Los ataques fueron los primeros de este tipo registrados en las regiones costeras sirias de Latakia y Tartús, donde vive gran parte de la minoría alauita del país y los niveles de violencia habían sido menores desde el inicio del conflicto en marzo de 2011.

 

"En la provincia de Tartús -relató Manzur- vivían más de 800 mil personas en armonía y paz todas las sectas y religiones".

 

Al principio de la llamada Primavera Árabe -prosiguió- hubo un atentado contra un verdulero de la secta alauita, Nidal Yanud, que todos los días desayunaba junto a sus amigos sunnitas. Pero el 10 de abril de 2011 fue asesinado por sus "amigos" por ser de otra secta y lo cortaron en pedazos. Fue la primera víctima.

 

Desde entonces y por intervención del Ejército sirio y de las fuerzas de la vecina ciudad de Banes, frenaron el enfrentamiento entre sectas y todo volvió a la normalidad.

 

La pregunta que corresponde tras los atentados es saber cómo está el ánimo de la población de Tartús y si imaginan una posible emigración masiva, algo que es negado rotundamente por Manzur.

 

Y analiza que la mayoría seguirá resistiendo porque los ataques "formaban parte del 'Plan B' de Estados Unidos con el cual trataban de incitar el odio entre las sectas y encender una guerra sectaria".

 

La difícil situación en que está inmersa Siria desde hace cinco años -un gigantesco polvorín que estalla en cada abrir y cerrar de ojos desparramando esquirlas de dolor siempre más profundas- genera informaciones cuanto menos confusas.

 

Y prácticamente la única fuente de información que quedó es el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), con sede en Londres pero una red de informantes en terreno sirio. Para Manzur, en cambio, se trata en muchos casos de noticias tergiversadas, sobre todo contra el gobierno.

 

En ese sentido y como sucedió en todos los países que vivieron la Primavera Árabe, las redes sociales cumplieron y cumplen un papel fundamental para el conocimiento de los acontecimientos.

 

¿Cuál es esa verdad para Manzur?: Que el conflicto en Siria se basa en varios puntos esenciales, el primero de ellos, que es un país miembro del eje que lucha "contra el sionismo y sus aliados por recuperar tierras violadas y por haber ayudado a los palestinos".

 

Y tal vez el central es "el rechazo de Qatar (también sunnita) al paso de gasoductos a través de territorio sirio hacia Israel y que, dato no menor, Siria posee más de 14 pozos de gas y fuel oil en sus aguas territoriales del mar Mediterráneo, algo codiciado por las potencias de Occidente".

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