
El obispo de Goya, monseñor Adolfo Ramón Canecin, acompañó a la comunidad de San Liborio, ubicada en la localidad correntina de Solari, lugar destinado a ejercicios espirituales y encuentros diocesanos. Con el lema “Familia vive el amor. Cuida la casa común” se desarrolló previamente un triduo de preparación y la fiesta grande se cumplió el domingo con la solemne procesión y luego la misa. Acompañó el párroco del lugar padre Rodolfo Barboza.
La fiesta se realizó en el día litúrgico de San Liborio, el domingo 23 de julio, con la solemne procesión que se inicio en la parroquia San Antonio y culminó en la casa de ejercicios espirituales. Fue una verdadera fiesta, con la participación de la feligresía del pueblo, quienes animaron la procesión, con música chamamecera con la vestimenta típica de los pobladores de la zona rural.
En su homilía monseñor Adolfo Canecin, recordó que “San Liborio es el protector contra los cálculos renales, cólicos, riñones y muelas. Fue un apóstol de la provincia del Maine (Francia) y obispo de Le Mans. Era aclamado por el pueblo, que admiraba en él más sus virtudes que su nobleza y su ciencia”.
Las tres características que lo distinguieron a San Liborio fueron “amor a la pureza, amor al estudio y un profundo amor a Jesucristo ante todo y sobre todo”.
En el año 836, el Obispo de Paderborn envió una delegación a Le Mans para conseguir alguna reliquia del Santo por haber tenido noticias de sus milagros.
En la diócesis de Goya, esta casa de ejercicios espirituales que se encuentran en el centro de la jurisdicción eclesial en la localidad correntina de Mariano I. Loza, comúnmente conocida como “Estación Solari”, está dedicada especialmente a los grandes eventos diocesanos, al encontrarse en un lugar equidistante de varios departamentos. Fue fundado e impulso la construcción el entonces obispo de Goya, monseñor Luis Teodorico Stöckler, quien trajo un reliquia del santo y colocó en altar de la capilla, estableciéndose un vínculo fraterno entre la Diócesis de Goya y la Diócesis de Paderborn, Alemania.
Es el protector de los enfermos de cálculos renales y sus imágenes suelen representarlo como un anciano obispo, dándole como atributo identificatorio unas pequeñas piedras en recuerdo del legendario milagro producido durante la traslación de las reliquias.