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Stanovnik: “En la vida de Jesús, el triunfo y la pasión van de la mano”

Durante la bendición de ramos, el Arzobispo aseveró que: “La pandemia, que nos tiene a mal traer y que nos complicó la vida a todos, puede ser una ocasión providencial para comprender que el único camino para salvarnos es hacernos cargo los unos de los otros”.

El arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik, presidió ayer la misa central del domingo de Ramos en la iglesia Catedral Nuestra Señora del Rosario.

El oficio religioso se desarrolló bajo estricto protocolo sanitario contra el COVID-19, con un número máximo de fieles presentes en ese templo.

Para entrar en el espíritu cristiano de la Semana Santa, la liturgia nos ofrece el relato de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén y, luego, en la misa, la lectura de la Pasión del Señor.

En la vida de Jesús, el triunfo y la pasión van de la mano; Él conquista la vida por el camino de la muerte; la entrada triunfal a Jerusalén se realiza mediante símbolos despojados de poder: un humilde burro en lugar de un caballo; una procesión agitando ramos de paz y no palos de combate; un pueblo que no vocifera, sino que aclama: “Bendito el que viene en nombre del Señor”. Todo se parece más a una fiesta popular que a una demostración de fuerza.

Este es el “ñanderekó” de Jesús, el estilo de Dios que Él desea revelarnos, para que también nosotros nos sumemos al “hosanna” y extendamos a su paso los mantos de nuestra vida y lo sigamos hasta el final.

Tomemos en nuestras manos los ramos bendecidos y dejemos que el Espíritu Santo nos transforme en instrumentos dóciles y testigos valientes del modo en que Dios desea instaurar en el mundo el reino del amor.

Confiemos en el plan de Dios como lo hizo San José, que aún sin comprenderlo del todo, no se dejó llevar por el pensamiento mundano de abandonar a su prometida, sino que confió en Dios.

En tiempos de COVID-19

La pandemia, que nos tiene a mal traer y que nos complicó la vida a todos, puede ser una ocasión providencial para comprender que el único camino para salvarnos es hacernos cargo los unos de los otros, superando las barreras que nos dividen y enfrentan.

En la mente y el corazón de Dios, el verdadero poder, ese que da vida y la aumenta, está allí, donde los hombres renuncian al dominio que aplasta y optan por el servicio que fraterniza, incluye y promueve, empezando por los más postergados.

La prueba por la que estamos atravesando, como la cruz, si la abrazamos con Jesús, seguramente nos hará mejores y más felices a todos.

Con la alegría y la esperanza que nos anticipa la Pascua, entremos con un espíritu de recogimiento a la Semana Santa; durante estos días, dediquemos más tiempo a la oración y a la lectura de la Palabra de Dios; y acompañemos todo esto con gestos de cercanía, de perdón y de caridad, llevando en el corazón la gozosa y triunfal exclamación del Domingo de Ramos: “Hosanna, bendito el que viene en el nombre del Señor”.

La Pasión de Jesús

“La Pasión de Jesús es también nuestra pasión; Hoy queremos unir nuestros sufrimientos a los sufrimientos de Jesús, los sufrimientos de nuestros hermanos y hermanas, los postergados de siempre y los que ahora padecen por la pandemia del coronavirus y sus seres queridos”, dijo el Arzobispo Andrés Stanovnik.

“La cruz, que fue plantada por la misericordiosa providencia de Dios en los mismos orígenes de la creación de nuestra ciudad, es nuestra memoria, nuestra identidad y nuestro compromiso de vivir dándonos la mano con todos”, añadió.

Celebraciones

Las principales celebraciones de Semana Santa se resumen en el triduo pascual, que incluye la misa de la Cena del Señor (Jueves Santo), la conmemoración de la Pasión (Viernes Santo) y la vigilia pascual solemne (el Sábado de Gloria).

El Jueves Santo se bendicen los óleos que se utilizarán en los sacramentos durante el año, se renuevan las promesas sacerdotales, y también se realiza el rito del lavatorio de pies, en el que algunos obispos repiten ese gesto servicial en cárceles, hogares de recuperación de adictos, geriátricos, hospitales… tal como lo hace el Papa Francisco. Esta vez, se omitirá el lavatorio de los pies; tampoco se hará la procesión, y el Santísimo Sacramento se reservará en el sagrario.

El Viernes Santo, jornada dedicada a la Pasión y Muerte del Señor, se realiza el vía crucis, que no será en las calles y, según las indicaciones de la Santa Sede: “En la oración universal, los obispos se encargarán de preparar una especial intención por los que se encuentran en situación de peligro, los enfermos, los difuntos”. La adoración de la Cruz con el beso, sólo la realizará el celebrante.

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