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Mons. Stanovnik: "La política, con los discursos de odio, deja de lado su misión"

En los últimos tiempos se ha registrado un preocupante aumento de los discursos de odio.

Expresiones amenazantes o discriminatorias que justifican la violencia y se utilizan para hostigar tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación y en gran parte de la conversación pública, sumadas a una exacerbada confrontación política, generan un clima cada vez más tenso de constante crispación.

Semanas atrás, el papa Francisco publicó su nuevo libro, Vi chiedo in nome di Dio (Les pido en nombre de Dios), en el que, entre otras cosas, insiste en terminar con ese tipo de discursos y reclama una digna comunicación que los evite. En mismo sentido se manifestó el arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik, en diálogo con República de Corrientes.

—¿Cómo se pueden frenar las expresiones cargadas de odio que hoy se replican?

—Primero, hay que parar el discurso. Hay que cancelar ese tipo de palabras porque no ayudan a nada. El discurso de odio está montado en contra de otros y hace un daño enorme al que lo usa, porque se carga de odio, y hacia quien lo dirige. Se produce un círculo vicioso del que no se puede salir. Es una especie de ciénaga, no lleva a nada ni en el ámbito político ni en ningún ámbito de vinculaciones humanas ni en las relaciones interpersonales.

—¿Cuáles son los desafíos para avanzar en ese sentido?

—Hay que cancelar el odio y después comenzar a revisar profundamente las conductas personales y los sentimientos que acompañan esas conductas. El odio que uno puede sentir y sus compañeros –el resentimiento, el rencor, los deseos de venganza–, todo eso es un daño tremendo que padece la persona que lo vive. La única manera de superarlo es que esa persona purifique su vida interior.

—¿A quiénes afectan más las palabras de odio que surgen en el ámbito político?

—Lo dicen las estadísticas: somos un pueblo cada vez más pobre. Estamos subiendo el nivel de pobreza. Eso significa que, cuando se instrumenta en el ámbito político, centra los intereses en el poder, se produce ese enfrentamiento estéril que no lleva a nada y dejan de lado la misión que tienen, que es administrar el bien común y administrarlo, sobre todo, para los sectores más vulnerables.

—Entonces, ¿los intereses están puestos en otro lado?

—Sí. Y la gente que necesita no recibe ayuda. El poder es algo extraordinario porque permite hacer, pero el problema es cuando se pervierte en función de intereses egoístas. Son aquellos que buscan el provecho personal o para un grupo o sector. En eso estamos hace muchas décadas, por eso no tenemos un proyecto de nación, porque tenemos una incapacidad de sentarnos a dialogar, mirar la verdad, reconocer los propios errores y poner la atención en la gente para la cual fuimos llamados a prestar el servicio de distribuir el bien común y hacerlo equitativamente.

—¿Qué opina de la estigmatización que existe hacia la persona pobre y la que recibe un plan social?

—Sí, hay una estigmatización respecto del pobre, como que es vago, que no quiere trabajar, que espera todo del Estado. Eso es una absolutización. Pero esto también existe y es provocado por el Estado. Hay muchas familias de segunda o tercera generación que viven de los planes sociales. Eso deforma el corazón de la persona, va en contra de la dignidad. La persona tiene que trabajar, tiene que desplegar sus capacidades, eso le hace digna. La otra opción, que la sostienen porque son votos, la hace una persona sometida y una persona sometida es alguien que no piensa, que ya no tiene capacidad para pensar. Es un golpe a la dignidad muy grande.

—¿Cómo se revierte eso?

—A la Argentina le va a costar mucho porque lo viene cultivando desde hace muchas décadas. Le va a costar muchas generaciones y varias más aún porque no se ven políticas que buscan revertirlo. No se notan. Lo que se nota es un enfrentamiento, no logramos pasar a una confrontación sana y, por consiguiente, a un diálogo.

—En este contexto, la solidaridad juega un rol clave. ¿Es eso lo que sostiene en tiempos de crisis económica?

—En el llano hay mucha solidaridad, por eso la Argentina no estalla socialmente. ¿Cuántas mujeres trabajan en los comedores? Hay mujeres que se esfuerzan de una manera extraordinaria en dar de comer a una cantidad grande de chicos. A veces con pocos insumos hacen milagros. Esa y otras iniciativas sostienen la solidaridad de la base.

—¿La solidaridad que se manifiesta en la sociedad se replica en el sector político?

—Nuestro pueblo es solidario, pero lamentablemente tenemos una tradición política, un grupo político a lo largo de estas décadas que no logra tener la grandeza humana que significa tomar el poder y administrarlo junto con la oposición. Eso supone una conversión personal muy grande, significa tener una comprensión distinta del poder que se tiene actualmente, que es la lucha, la conquista por el poder y, una vez que se conquista, toda la energía se va en tratar de conservarlo y de levantarlo lo más posible.

—Con todos los acontecimientos de los últimos meses, ¿las diferencias se fueron profundizando?

—La famosa grieta, sí. Hay sectores que necesitan el conflicto. Si no existe, lo crean porque viven del conflicto para, en sus fantasías, conquistar el poder o quitárselo u otro. No están proyectados hacia grandes intereses, sino a intereses mezquinos. Necesitamos un vuelco serio, profundo, que muestre en la conducta de quienes estamos llamados a ejercer el poder una conversión hacia la grandeza.

—¿Esa conversión cómo se advierte?

—Se nota cuando la persona es capaz de incluir, de reunir, de dar lugar a todos, reconoce la dignidad de las personas, encuentra en primer lugar cosas buenas en todo, no es un ingenuo, pero no ve primero lo que hay que combatir, sino lo que hay que rescatar. Esa es la mirada que Dios tiene sobre nosotros. La primera mirada tiene que ser positiva, pero no ingenua.

La religión y los jóvenes

Stanovnik destacó la importancia de preservar a los niños y jóvenes de ambientes que promuevan discursos o acciones nocivas.

"Una manera de preservarlos es frecuentar grupos positivos, los que tienen intereses importantes. No solo divertirse, aunque es buena la diversión, pero si el grupo que se frecuenta es solo para divertirme, probablemente no me lleve muy lejos porque no está hecho de ideales y de cosas grandes", dijo.

"Entonces, es muy importante que el joven se inserte en grupos parroquiales, no solo a los católicos, sino grupos de chicos y chicas que cultivan su fe, comparten su vida, se alegran, hacen actividades en común, también se divierten sanamente. Ese es un contexto que los ayuda mucho. Además ahí establecen vínculos y eso es muy importante. Es valioso cultivar la fe en un contexto comunitario y también personal, con la oración", agregó.

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ARZOBISPO DE CORRIENTES ANDRÉS STANOVNIK

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