En el ámbito de la salud, cada vez son más los jóvenes que deciden no acudir al médico debido a la “ansiedad” o al “temor a sufrir”. Este miedo suele estar relacionado con experiencias traumáticas previas en una consulta o con la sobreexposición a información errónea.
Esta fobia no se limita únicamente a hospitales: también se manifiesta en la negativa a asistir a turnos odontológicos, revisiones oftalmológicas, farmacias e, incluso, en el rechazo a interactuar con personas que porten uniforme sanitario.
QUÉ SIGNIFICA EVITAR IR AL MÉDICO SEGÚN LA PSICOLOGÍA
Este temor, conocido como iatrofobia, en ocasiones se activa con solo escuchar comentarios o noticias vinculadas a enfermedades, o incluso al exponerse a contenidos médicos en los medios de comunicación. Esta situación ha generado una “tendencia preocupante” a evitar las consultas con el médico de cabecera.
La doctora Fernández, de la Universidad Europea, explicó: “El hecho de asistir a una consulta puede poner en marcha mecanismos de defensa psicológicos asociados a la evitación del malestar anticipado, y eso justifica por qué muchas personas no logran decidirse a ir al médico”.
Según advirtió la especialista, hay pacientes que soportan niveles de dolor crónico graves: infecciones sin tratar, tumores en estado avanzado o fracturas que nunca recibieron atención. “La mente humana es capaz de racionalizar casi cualquier cosa con tal de esquivar lo que le provoca miedo”, puntualizó.
En cuanto a las personas mayores, Fernández señaló que sus razones para evitar las consultas suelen ser “más entendibles”, ya que en muchos casos se relacionan con el temor a recibir un diagnóstico irreversible.
En los más jóvenes, en cambio, las causas son más complejas y los niveles de iatrofobia varían: desde una ligera incomodidad al ingresar a un hospital hasta ataques de pánico solo con pensar en una visita médica.
“Hoy observamos que cada vez más jóvenes rehúyen de los médicos por ansiedad o por miedo a sufrir. Se trata de una especie de intolerancia al ‘daño’, aun cuando jamás lo hayan experimentado”, explicó la doctora. Y agregó que una sola expectativa negativa “puede bastar para querer huir de la experiencia, lo que alimenta la procrastinación ansiosa”.
Finalmente, Fernández subrayó que este trastorno puede tratarse y superarse mediante terapias cognitivo-conductuales, las cuales ayudan a reconocer pensamientos irracionales asociados al miedo, reemplazarlos por otros más realistas y trabajar la exposición progresiva a las situaciones temidas.