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Policiales

Perpetua para el prefecto que mató a tiros a un flamante papá en un control

"¡Nos mataste a Bocha. Ahora te vas a pasar la vida en la cárcel! No vas a poder criar a tus hijos". La familia de Cristopher "Bocha" Rego (26) explotó tras el fallo que condenó a perpetua al prefecto Pablo Miguel Brites (30), quien hace tres años le disparó al flamante padre por evadir un control vehicular en el barrio de Parque Patricios.

Su abogado había pedido la absolución, al considerar que se trató de un caso de "legítima defensa" porque, según el cabo segundo, Rego había intentado atropellarlo, aunque esa versión fue desestimada por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 3.

Brites se encuentra detenido en la cárcel de Marcos Paz desde agosto de 2018, en uno de los pabellones para personal de fuerzas de seguridad. Estuvo presente en la audiencia y escuchó la sentencia. Pidió no ser fotografiado "para preservar" su "imagen".

También fueron sentenciados, pero a cuatro años de cárcel, por "encubrimiento agravado", otros cuatro agentes de la fuerza de seguridad federal, quienes zafaron de la acusación de "abandono de persona".

Se trata del cabo primero Cristian Alberto López (29), la marinera Lucila Tamara Carrizo (24), el cabo segundo Javier Eduardo Fernández (24) y el cabo primero Rubén Darío Viana (30).

De los cuatro, López es el único que está detenido. Está alojado en la cárcel de Devoto. Hoy, vía Zoom, y desde el penal, tuvo la oportunidad de dar sus últimas palabras antes de conocer el veredicto. Le pidió disculpas a la familia de Rego, que presenció la audiencia desde una sala del Palacio de Tribunales.

Carrizo, en cambio, cumple prisión domiciliaria. Aunque a partir de mañana ya podrá pedir la libertad condicional.

Además, el oficial ayudante Axel Gregorio Díaz Guevara (27) y el ayudante de primera Roberto Mariano Paredez (47) fueron absueltos.

"Hoy se hizo justicia. Después de la desgracia que tuve, se hizo un juicio ejemplar y espero que se repita en los próximos juicios de gatillo fácil", le dijo a Clarín el padre de la víctima, Jorge Rego (62).

Fue acompañado por amigos de "Bocha", familiares, organizaciones de DDHH, madres de víctimas de distintos casos de gatillo fácil y los organizadores de la marcha nacional contra el gatillo fácil. "Ustedes son mi segunda familia", les dijo, festejando el fallo.

El caso

Todo ocurrió en la madrugada del domingo 12 de agosto de 2018. Cerca de las 2.40 de la madrugada, “Bocha” se subió a su camioneta Peugeot Partner rumbo a Pompeya.

“Abrigá al bebé que en cinco minutos llego”, fue el último mensaje que le envió a su mujer, que lo esperaba en la casa de una amiga.

En Ancaste e Iguazú, ocho agentes de Prefectura le hicieron señas para que frenara, pero el joven evadió el control.

“Hacía pocos días que había comprado la camioneta. Le faltaba hacer la transferencia. Estamos seguros de que no frenó por creer que se la podrían secuestrar o exigirle dinero”, dijo Jorge.

“Bocha” siguió cien metros más. Al llegar a Monteagudo, dobló en U y retomó por Ancaste, en dirección al operativo. A la altura de los prefectos, Brites realizó dos disparos.

Uno de ellas atravesó el asiento y dio en la espalda de Rego, que condujo 400 metros más, hasta chocar con una camioneta estacionada. El dueño de este vehículo se despertó, salió a la calle y llamó al 911. La Policía Federal estaba en camino.

Los primeros en llegar a la escena del crimen fueron los ocho prefectos. López, Viana, Carrizo y Fernández habían buscado los casquillos expulsados por los disparos, con el fin de ocultarlos y alterar la escena del crimen.

"Fue un accidente", fue la versión que le dieron a la Policía y a los Bomberos.

"Tenían el Hospital Penna a cuatro o cinco cuadras, pero no fueron capaces de trasladarlo. Lo dejaron morir", recuerda Jorge. Por eso es que, salvo Brites, el resto estuvo acusado de "encubrimiento e incumplimiento de los deberes de funcionario público".

Brites, además, entregó su arma reglamentaria con el cargador lleno. Plantó dos proyectiles, para simular que no había disparado.

Días antes de su fusilamiento, "Bocha" había contado su felicidad en Facebook: "Lo único que me faltaba para sentirme completo era ser papá". Bastian, su bebé, era su primer hijo. Cuando murió, tenía 40 días.

Desde el nacimiento del nene, todo parecía encaminarse: Rego se había mudado a un departamento con su mujer y Bastian y compró una camioneta para usarla en el reparto de carne de su padre. Su idea era sumar más productos para ofrecer, como huevos y supremas.

Su suegro le había prestado los últimos quince mil pesos que le faltaban para comprarla. Cuando sacó el libre deuda, se enteró que debía pagar multas. Esa deuda es la que le impidió hacer la transferencia, y por la que no habría frenado en el control.

Antes de trabajar con Jorge, lo había hecho como cajero de un supermercado, en un mayorista de juguetes y haciendo mensajería. Era fanático de Huracán, como su papá y sus hermanos. Iban juntos a todos los partidos de local y viajaron a alentar al equipo a Uruguay, San Juan y Santa Fe, entre otros destinos. Pero desde que "Bocha" murió, Jorge casi no pudo volver a la cancha. Le hace mal.

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