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Opinión del Lector

Valores que Valen

Tona Galvaliz

Por Tona Galvaliz

¡Cuando Sanamos somos LIBRES!

La realidad demuestra que, no siempre se ha recibido desde que nacimos y hasta nuestros días, una vida de consideración, respeto, cuidados, y amorosidad.

Cuando determinadas NECESIDADES BASICAS no están satisfechas, o no fueron atendidas y cubiertas, quedando una herida profunda en alma y en la psiquis del ser, ocasionando una huella invisible; hecho que hace que surjan en el comportamiento de la persona, desviaciones y compulsiones.

La compulsión origina impulsos o deseos intensos y vehementes de hacer una determinada cosa.

En el caso del personaje de esta leyenda “Midas” la compulsión es de la avaricia, esta desviación daña el INSTINTO DE CONSERVACION, y esto produce un determinado VICIO.

El vicio producto de la avaricia es el de la GULA: afán de poseer todo, donde el vacío interior no se llena ni satisface, porque las riquezas materiales están unidas a un empobrecimiento espiritual y existencial, con pérdida del sentido profundo de la propia vida y de los valores.

El Vicio es una práctica, conducta o hábito que se considera como una falta, un defecto, una enfermedad o un mal hábito. Con los vicios, el individuo se deshumaniza y deshumaniza a los otros reduciéndolos a meros obstáculos de su deseo o instrumentos de su voluntad.

Virtud es la cualidad moral caracterizada por obrar con integridad y correctamente, o sea es un conjunto de valores y actitudes, con disposición a conducirse de acuerdo a lo que es justo para el bien propio y comunitario.

“La virtud a trabajar en este caso es el altruismo, desprendimiento y generosidad desinteresada”

Cuenta la Leyenda que el rey Midas era muy rico y muy codicioso. Deseaba tener más y más bienes materiales. Lo movía su ambición de ser el más rico del mundo.

Un día, Midas se encontró al dios Sileno, que estaba perdido en un bosque.

El Rey ayudó a Sileno a encontrar el camino de regreso a su casa; Sileno, muy agradecido, le dijo a Midas:

- Pídeme el deseo que quieras y te será concedido al instante.

- Deseo que todo lo que toque se convierta en oro – respondió rápidamente el Rey.

- Pues si ese es tu deseo, se cumplirá desde ahora – dijo el dios, y se marchó.

El Rey enseguida quiso comprobar su nuevo poder y empezó a tocar las ramas de los árboles y las piedras del camino, y al momento todo se convirtió en oro. Muy feliz, mandó a sus sirvientes que transportaran todo el oro a su gran palacio.

Cuando este se cansó de caminar, montó en su caballo, pero este se convirtió en una pesada estatua de oro. El Rey no tuvo más remedio que ir a pie hasta su palacio, seguido de lejos por sus criados, que temían que los tocara.

Por la noche, mandó que le prepararan una gran cena. Al tocar la comida, el plato, el vaso, la mesa, todo se fue convirtiendo en oro. No pudo cenar, pero estaba contento pensando en el oro que tenía, lo acariciaba y contaba una y otra vez, acostándose a dormir imaginando lo que lograría al día siguiente.

Por la mañana, se despertó con el cuerpo dolorido porque la cama también se había convertido en una dura pieza de oro. El soberano sintió mucha hambre y pidió que le traigan su gran desayuno acostumbrado. Sus sirvientes se lo dejaron sobre la mesa y salieron corriendo.

Desesperado, comenzó a comer un trozo de pan, pero en cuanto lo rozó con sus labios, cayó sobre la mesa convertido en oro, e igual le pasó con el agua. Angustiado y hambriento, llamó a sus criados, pero nadie acudió.

Todos habían huido del palacio. Solo su gato favorito se acurrucó entre sus brazos y quedó convertido en estatua de oro.

Sin saber qué hacer, se refugió en su jardín, en el que el agradable aroma de las flores le llenaba de paz. Pero en cuanto acercó su nariz a un rosal, se convirtió en oro y desapareció todo el olor. Desesperado, empezó a llorar y, por primera vez en su vida, maldijo el oro y el poder que le había sido concedido.

Mientras seguía sollozando, llegaron sus hijos de un largo viaje. Al verlo en ese estado, le abrazaron con todas sus fuerzas. Y al instante, se convirtieron en estatuas de oro.

Entonces empezó a gritar:

- ¡Maldito oro! ¡Déjame vivir en paz! ¡Ten compasión de mí, ¡Sileno, quítame este poder!

- Por mi ambición me he convertido en el ser humano más solo y más desgraciado del mundo.

En un santiamén apareció el dios y se apiadó de la desgracia del Rey. Le quitó el don que le había concedido y le dijo:

- Ahora, rey Midas, quiero que esto sirva de lección y comprendas que el oro no es lo más importante para ser feliz.

La avaricia trae muchas desdichas. El querer poseer solo riquezas materiales, sea como sea, lleva a la propia deshumanización y a convertir a las personas más queridas en objetos.

El Rey pudo darse cuenta de su equivocación, aprendió la lección, advirtió lo que en realidad es importante y esencial, comprendiendo el valor y sentido de la vida, de las personas.

Decidido tomó el camino de la trascendencia. Colmado su espíritu, empezó a compartir sus bienes con los necesitados. Se convirtió en un Rey muy querido y respetado por todos, viviendo agradecido, feliz y con paz.

“Toda nuestra humanidad depende de reconocer nuestra humanidad en los demás.” Desmond Tutu

Te mando un beso inmenso TG

Instagram: @Tona Galvaliz

LinkedIn/ fb/ YouTube: María Antonia Galvaliz.

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