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Opinión del Lector

Proserpina en el camino de cintura

Alejandro Marmo

Por Alejandro Marmo

Hay algo en común entre la Galleria Borghese de Roma y la masa muscular del conurbano caliente, como una especie de romance entre el centro y la periferia. Y es el capolavoro, “El rapto de Proserpina” de Gian Lorenzo Bernini que marca en el asfalto las venas del mármol de carrara. Venas que están marcadas con alquitrán que en la época estival es sangre. Sangre de la mitología gaucha en las batallas con los dioses del riachuelo.

La galaxia de Júpiter y Plutón disputando a Proserpina puede ser un ciclo vital para la virgen desatanudos que marca una de las claves para descifrar a donde nos lleva el camino de cintura.

Cuando se ve amenazada, la mitología romana litiga y defiende, al mismo tiempo, su postura firme de comenzar la búsqueda de la diosa primaveral en los jardines diseñados por Carlos Thays en las ciudades de Paraná y Mendoza. Sin embargo la hija de Júpiter y Ceres elije el corazón de Lomas de Zamora siguiendo las huellas de un vecino de Banfield que escribe en Paris, mientras tanto Plutón, celoso de Cortázar, juega a “La rayuela”.

La pura determinación me llevó a la analogía del mito y simultáneamente a una arteria que marca la época del misterioso camino de cintura en el Buenos Aires trabajador. Camino que ya pocos nombran para llegar a huidas de la realidad porque se dice que en los pasillos del consenso de Washington, a fines de los 90, lo ningunearon, comenzando allí la leyenda luminosa de Plutón en el camino de cintura. Aquella batalla sembró la venganza de la diosa Ceres, el mito del camino antihéroe de los peajes. La Bahía de Samborombón tiene lo suyo en la mitología de los peajes pero sin chance ante el camino imaginario de Buenos Aires que nadie puede explicar y que desbloqueó a Plutón del rapto de la diosa de las flores.

Camino de cintura, aquella dicotomía entre construcción del mito armado y el sentimiento popular que sucede sin necesidad de la formación académica. Los dioses del tiempo automotor argentino pueden filtrarse en el barroco manierista del 1600 y no me refiero al Fiat Coupe Sport que anduvo sin dudas por el camino de cintura, sino al renacer de los ciclos que cuenta el rapto de Plutón a Proserpina. La cantidad de información absurda segrega lo inefable y aspira a la comunión de lo popular y el renacimiento.

Si la vanguardia del pensamiento es huir a destino abstracto, hay un paso obligado hasta el cansancio: Empalmá el camino de cintura y llegás donde lo sueñes con tu dolor y verdad que, entre líneas, será arte puro dentro de 50 años, si evitas los peajes del sur.

En el otro rincón de la supuesta largada, el burro de arranque gira y la Chevrolet Apache desciende desde una vereda ocre con ranuras cementicias, que ya tiene medio siglo en el partido de Tres de Febrero y la dura faena de ir hacia el arte del arte es proclamada por aquella época que es patria, la infancia.

La estrategia de Proserpina de saber vivir entre la siembra y la cosecha detiene la mirada en lo que es inevitable, salir a camino de cintura y respirar los fines de ciclo. Tal vez la belleza de su movimiento se nutre de lo que toma de Kapuscinzki que tiene como eje para la supervivencia: siempre vivir en las ciudades de frontera para poder pasar de un estado a otro y salvar el deseo de convivir con los fines de estación.

Si querés llegar a un destino incierto; evitá el peaje y transitá el mito que es camino, nunca sabes donde está pero sabes que alguna vez estuviste alli y en la incertidumbre es lo mismo llegar a Puente la Noria, a Via Cavour de Roma, al Buolevard Nicasio Oroño de Rosario o al cementerio, que es ruleta, en Saldungaray diseñado por Francesco Salamone.

Por el oeste sin autopista y ya en movimiento, “El grito de Munch” es un rumor que retumba por las ventanillas y la empatía con la provincia de Buenos Aires se filtra en el ventiluz que es triangulo iscoceles. Finalmente desembarca la primicia alentadora, como lava del volcán Etna, revelando aquello que despertó la furia en Plutón para raptar a Proserpina en camino de cintura. Dicen que Venus, antes de mandar a Cupido, insiste en el aun inexistente beso de Gustav Klimt entre el dios de los infiernos y Proserpina, ese capítulo supone el aroma del rumor del fin de ciclo de un florecer.

Aquello que añoro también construye la confusión y cuesta decidir el fin de un ciclo pero el camino de los dioses del trabajo llevan la Apache verde adelante y vuelve la siembra en los laterales del mito que hoy lleva el nombre del dios de Villa Fiorito.

Por ello Mercurio, el mensajero de los dioses, nos lanza la guía filcar para no cruzar con desconocimiento el límite del camino del mito. De pronto es inminente, el escultor napolitano, en tomar camino que lleva asfalto y el cordón ya es mostrador para ofrecer el verdadero dolor de las periferias hecho canto flamenco. Lo absurdo es pensamiento creativo y el valor de lo invisibilizado toma vuelo para la poesía libre sin impuestos.

El zorzal Colombo regala su voz en una farmacia de Fuerte Apache y los fans de la diosa en la epopeya de tomar camino de cintura piden crear, deconstruir y volver a pensar.

Toparse con el ritmo tallado en carne de Proserpina juntando flores en el mercado central es refundar, pospandemia, el negocio de su madre, diosa de la agricultura para exportarlas a los bosques de Ezeiza en su vuelo de vetas marmoladas.

Unir Proserpina y el camino de cintura es redoblar la épica de vivir el mito en lo contemporáneo.

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