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Opinión del Lector

La Enereida

Marcelo Rudaeff (Rudy)

Por Marcelo Rudaeff (Rudy)

Dicen que, hace unos dos mil años, los romanos estaban celosos porque no tenían un relato como la gente. Los hebreos tenían la Torá; los griegos, La Ilíada y La Odisea; pero los romanos, nada, ningún texto fundante que los pusiera en valor.

“¿Qué van a pensar de nosotros dentro de dos mil años?”, se preguntaba el emperador Augusto mientras su esposa Livia conspiraba aquí y allí. “¿En vez de Abraham, Moisés, David y Salomón; en vez de Ulises, Agamenón, Aquiles u Orestes, nosotros tenemos dos mellizos de dudoso origen que fueron amamantados por una loba hasta que uno mató al otro? ¡Si hasta nuestra religión se la afanamos a los griegos! Y seguro que, cuando no nos sirva más el politeísmo, nos vamos a afanar alguna religión monoteísta que se esté expandiendo”.

Entonces, mandó a llamar a Virgilio y le encargó que escribiera un relato épico en el que los romanos quedasen bien, tuvieran cierto linaje de origen y pudieran sostenerse en las librerías en la mesa de los best sellers históricos.

Y así fue como Virgilio escribió La Eneida, relato sobre el origen de Roma a partir de Eneas –yerno de Príamo, el rey de Troya durante la guerra–, que, luego de un duro y complicado peregrinaje, llega y da origen a los romanos.

Alguien podría decir: “Si Homero hizo Los Simpson, Virgilio hizo Los Flanders". Pero sería una falta de respeto histórico afirmar semejante cosa, por lo que no lo haremos aquí.

Lo cierto es que los romanos tuvieron su texto, y entonces, tranquilos, pudieron conquistar gran parte del mundo, sabiendo qué libro venderles a los pueblos subyugados, quienes seguramente lo comprarían con ganas (o sin, pero da lo mismo: eran pueblos conquistados) para enterarse de que los romanos eran grandiosos y ellos no.

Muchos siglos después, la costumbre de meterles relatos y culturas propias por donde sea a los que se ha conquistado o se desea conquistar no se ha perdido. En el siglo XX, el cine reemplazó a los libros; luego, la TV, y ahora en el XXI, bueno, eh… las redes, las plataformas, las fake news: digamos que hay muchas, demasiadas herramientas para hacernos creer que los romanos eran los más grandes, a pesar de que la propia Eneida dice que descienden de los que perdieron la guerra de Troya, un pequeño detalle subsanable con unos cuantos trolls –o sea, troyos– que afirmen que lo del caballo nunca fue cierto, que las vacunas no sirven para nada y que los griegos tienen la culpa de la pandemia, cosa que se verifica ya que “alfa, gamma, delta y ómicron”, las cepas que nos atacaron, son casualmente letras del alfabeto griego.

Tan ridículo, tan absurdo como algunas cosas que los medios enfermónicos publican y sus creyentes creen.

Por ejemplo: este 2022 es un año “no electoral”. No necesita entonces la oposición “mostrar que está todo mal” cuando en verdad no lo está. Bien podrían “no poner macetas en la rueda”, ayudar a que todos vivamos mejor y luego proponerse como alternativa para mejorar más aún nuestra calidad de vida. Sí, ya lo sé, queride lectore, le estoy pidiendo peras al sapo.

Bueno, podría entonces la oposición “descansar un rato” y planear un buen programa para presentarlo el año que viene. Sí, ya lo sé, ahora le estoy pidiendo cerezas con crema al mismo sapo que no dio peras.

Pero lejos, muy lejos de esto, parece que aquellos leones, malabaristas y payasetes del circo “no romano” están en estos días creando su relato (para vendérnoslo, claro) y, como estamos en enero, podemos llamarlo "la enereida".

Así, los espías fueron cuentapropistas que vaya uno a saber por qué aportaban datos que nadie les había pedido. Los jueces creaban causas contra personas a las que no se les podía probar nada, pero eran indudablemente culpables, porque, si no, “no hubieran sido tan opositores”. O “los chicos que dejaron la escuela por la pandemia ya están todos en el narcotráfico, porque, como son pobres, no llegan a la universidad y, como cayeron en la educación pública, nunca llegarán a ministros neoliberales”.

Y mucho más, en la enereida nuestra de cada día. Solo así podemos entender a Homero y Virgilio (no los antiguos, sino los del siglo XX) Expósito cuando escribieron (mejor dicho, continuaron: la primera parte era de Enrique Santos Discépolo) aquel tangazo: Fangal, ese que dice: “Yo la vi que se venía en falsa escuadra; se ladeaba, se ladeaba, por el borde del fangal”.

Sugiero al lector acompañar esta columna con el video Señora de ojos vendados, de RS Positivo (Rudy-Sanz), ilustrado por Pati.

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