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Opinión del Lector

En Camino

Carlos Belgrano

Por Carlos Belgrano

Amigos:

Con la partida hacia el más allá de José Enrique Miguens, hace ya una década, nos abandonó el último espíritu del Pensamiento Académico; infortunadamente sin dejar un sucesor que levantase sus banderas para bregar por un ideal que, muy trunco quedó luego de su deceso.

Y con la de él y tantas otras deserciones pretéritas, la chabacanería, incluso en el medio que se atribuyen estos que dicen ser intelectuales -pésimas y vulgares plumas-, prosiguieron e insisten en esta caótica actualidad, con el hundimiento de un perfil cultural en vías de extinción desde hace demasiados años.

Somos -todos nosotros-, hijos legítimos de la vulgaridad, la improvisación y la absoluta ausencia de grandezas, de todo tipo.

Afirmo esto, a poco de haber contemplado el penoso espectáculo de la video conferencia de la víspera, en la que esta meretriz parlamentaria, apostilló y con enjundia a otros de su idéntica catadura moral.

Y que hacen de necesarios cómplices, no de un sistema, sino una burlona saga de sainetes que, conjuntivamente son las herramientas y humanoides peones requirentes, conformadores de nuestro tren fantasma argentino.

El cual, asimilandose al montado en un parque de diversiones barrial, exhibe con supuestas y fantasmagóricas figuras de yeso, las primigenias imágenes, generadoras de los temores en los pequeños infantes.

Ayer, una vez más, pude divisar a la propietaria y/o socia mayoritaria de esos mismos preceptos lumínicos del mal gusto y la grosería, desplazar visual y fonéticamente, la irónica realidad de esta suerte de naufragio colectivo de una Sociedad de idiotas.

Los graznidos proferidos por esta ramera/marrana y direccionados a sus juzgadores, aunque en un principio pueda leerse como una suerte de contrasentido de mi parte, deja de serlo, a poco de colegir que la indómita descalificación sobre quienes, en apariencia, cuentan con todos los resortes procesales para enviarla a un nuevo domicilio carcelario, así lo hizo, por cuanto esta incusa/rea, cuenta en su haber con las suficientes datas acerca de las mordidas que estos desvergonzados jueces, materializaron en tiempos de Macricio al que, salvo la vocal Figueroa, le ofrendaron una irrestricta y funcional devoción.

Para no ser tan ampuloso, el caso es que, hoy en la Patria, un precepto freudiano emerge en mis recuerdos; algo así como el vertido en una de sus obras, por el co fundador junto con Jung del psicoanálisis.

Y es el referente a la afinidad selectiva entre los delincuentes y sus perseguidores.

Un imputado cualquiera, salta la barrera del supuesto temor reverencial al magistrado, cuando sabe y le consta que, quien o quienes habrán de pronunciar una sentencia en su directo perjuicio, bueno, han fracturado la norma jurídica con igual intensidad al potencial penado.

Lo que cualquiera y hasta el menos avisado ayer visualizó fue precisamente éso.

Esto es, una consumada delincuente haciendo extrema gala y poniendo de relieve, la brutal ausencia de autoridad moral por cuenta y orden de sus inquisidores.

Y galvanizando una vez más, la versión criolla de lo que T.E. Lawrence retrató en su inefable obra Los Siete Pilares de la Sabiduría, en la que volcó todas sus azarosas experiencias con las tribus beduinas y una máxima que estampó con relación a tan traumáticas vivencias: "Existe más honor entre ladrones que entre políticos".

Ello en homenaje a ese atávico principio o más bien código de ética mafioso que, solía, al menos en el pasado respetarse a rajatablas.

Lo que divisamos en la jornada de ayer, no fue más ni menos, lo que en la realidad somos colectivamente.

Ergo, un tejido social gobernado por la ajenidad, la cobardía, el desinterés y el escepticismo.

Máculas estas de las que ni siquiera estamos interesados en desprendernos y dejar atrás.

Y precisamente por ello, no es noticia, la decisión que, creo, hoy más temprano en la mañana, tomó esta marioneta presidencial, respecto de abolir la anterior exigencia que, todo inmigrante, a partir de la publicación en el Boletín Oficial, podrá ingresar a nuestra Tierra, con antecedentes judiciales en materia criminal.

Debiéndose esa declinación que cotidianamente exhibe este salame a que, no hace más que ratificar y depositar en la rutilancia su extrema debilidad.

O ¿a causa de qué creen ustedes que su hijodalgo se esmera semanalmente en publicar en las Redes Sociales, sus coloridas vestimentas de travestido?.

Lo hace expresamente para reclamarle su notoria e inocultable ausencia de hombría paternal.

Empero, no todo debemos de contemplarlo como una seguidilla de calamidades, ya que, a medida que nos arrimamos a lo rebosante de nuestras abominaciones, coetáneamente acortamos la distancia con un necesario desenlace.

Cuando contra todos los consejos de su staff, Hitler resolvió eludir la línea Maginot en 1940, con apenas quince divisiones y debiendo de enfrentar a las cuarenta de sus enemigos franceses, por el Canal Albert de las pantanosas Ardenas, uno de los periodistas -pletórico de dubitaciones al igual que sus colegas-, que lo acompañaron en el tren hacia el Frente le preguntó su opinión por esa aún resuelta invasión, el Führer lacónicamente le respondió, sólo sé que estamos...

EN CAMINO.

Cordialmente Carlos Belgrano.-

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