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Opinión del Lector

El valor de la escucha

Washington Uranga

Por Washington Uranga

La conmemoración por los 100 años del edudador brasileño y la coincidencia de los recientes acontecimientos políticos en la Argentina permiten reflexionar, retomar y resignificar en el contexto actual el valor de la escucha.

Es preciso que quien tiene algo que decir sepa, sin duda alguna que, sin escuchar lo que quien escucha tiene igualmente que decir, termina por agotar su capacidad de decir por mucho haber dicho sin nada o casi nada haber escuchado.

En los días posteriores al comicio la actitud de escucha ha sido reiteradamente ponderada por diferentes voceros de la coalición de gobierno y destacada como una actitud que tiene que ser fomentada para corregir los errores que, según lo admitió el propio Presidente, cometió el Frente de Todos. “Nada es más importante que escuchar al pueblo; hoy nos ha expresado que cometimos errores y vamos a atender esa demanda”, sostuvo Alberto Fernández apenas conocidos los resultados de las PASO.

Todo esto dicho al margen –o al costado- de los fuegos de artificio que cruzaron de una vereda a otra dejando al descubierto también las diferencias existentes entre quienes forman parte del FdT. Siendo importante, la apelación a la escucha resulta acotada si no se explicita lo que significa para cada uno y cada una que la enuncia.

A pocos días de conmemorarse el centenario del nacimiento del educador brasileño Paulo Freire (19 de setiembre) vale rescatar la centralidad y la importancia que el pedagogo de la “educación liberadora” le dio precisamente a la escucha como actitud. Para Freire “enseñar exige escuchar” y si bien la frase estuvo inicialmente dirigida a quienes ejercen la vocación de educar, sin mayor dificultad y tampoco tergiversación del sentido, puede aplicarse a quienes hacen la política. También para decir que la escucha debería ser fuente principal de las palabras que pronuncian y de las acciones consecuentes de quienes ejercen liderazgos políticos y labores de gestión.

Las enseñanzas del educador brasileño siguen teniendo vigencia a pesar del tiempo transcurrido y más allá del dominio específico de la educación. Para él “escuchar está más allá de oír”. Porque “muchas veces oímos muchas cosas, pero tenemos que tratar de escuchar lo que ‘el otro’ está queriéndonos decir”. Y de manera complementaria agregó que “aceptar y respetar la diferencia es una de esas virtudes sin las cuales la escucha no se puede dar”.

Todo esto no solo para subrayar la importancia de la escucha tal como se viene planteando, sino para problematizar el sentido de la misma: se trata de una actitud que debe estar siempre presente pero que resulta especialmente urgente cuando de lo que se trata es atender la situación de quienes, paradójicamente, son socialmente menos escuchados.

Admitiendo el valor político de la escucha habría que precisar además a quién escuchar, tomando en cuenta que el principal mandante es el pueblo como protagonista ciudadano. Asumiendo la obvia dificultad de que las que más trascienden no son las voces propias de los actores populares, sino de sus reales o pretendidos voceros, no siempre intérpretes genuinos de los “sin voz”.

La escucha atenta puede, sin duda, ser un insumo básico y fundamental para encaminar acciones que permitan encauzar la gestión de gobierno. Sin perder de vista también que esa información necesita ser procesada desde la ciencia política y desde la gestión pública, como insumo para renovar categorías de análisis hoy insuficientes para comprender y desentrañar procesos políticos, mecanismos de participación y, en consecuencia, la sociedad misma.

La escucha puede dejar en evidencia también que, además de las demandas concretas respecto de las necesidades de los diferentes sectores, también sigue vigente el pedido hecho por quienes antes y ahora respaldaron al FdT en las urnas: que en la coyuntura la unidad es un valor imprescindible para asegurar la gestión, la gobernabilidad y los éxitos electorales como manera de darle continuidad a una iniciativa política superadora.

Sin perder de vista además que la comunicación requiere de la escucha atenta para fortalecer la palabra. La escucha potencia la palabra porque la enriquece y la carga de sentido. Tal como lo dijo Paulo Freire “enseñar exige saber escuchar” y la escucha adquiere valor cuando se hace el esfuerzo de comprender “lo que el ‘otro’ está queriéndonos decir”.

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