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Opinión del Lector

Analfabetismo funcional en Corrientes

Ramón Cavalieri

Por Ramón Cavalieri

Provincias pobres como Corrientes, no pasan por los mejores momentos de su historia en lo que se refiere a la educación. Los gobiernos que fueron pasando se las ingeniaron bastante bien para disimular lo que quizás sea el peor mal de los argentinos: la falta de educación que corroe los valores del hombre y brinda campo propicio para todos los demás males: pobreza, violencia, involución. Manejaron bastante bien los medios de difusión social para mostrar “los progresos” en materia de educación.

Se crearon escuelas, se llenaron las aulas de computadoras y se aumentó el sueldo de los docentes ¿El resultado? Analfabetismo Funcional.

El analfabetismo funcional es esa gente que sabe leer y escribir pero que no comprende lo que lee y arrastra eso en su vida y hasta en la misma Universidad.

El desarrollo de las competencias lectoras y escritoras se realizan a través de un largo proceso. Dentro del marco de la Ley Federal de Educación, dicho proceso está articulado de una manera sistemática y organizada en cada nivel de enseñanza. Esto es una teoría que sigue siendo solo eso: teoría.

La realidad evidencia otros resultados: “nuestros jóvenes no saben opinar y no tienen criterio a la hora de tomar una postura determinada.

La escuela debería ocupa un rol importante en la vida social y cultural de ese alumno, y es la que debería desarrollar y promover “el saber”.

Miehele Petit sostiene con acierto que “El mediador no puede dar sino lo que tiene”. El analfabetismo funcional congrega a aquellos que fueron a la escuela, que saben leer y escribir —por lo tanto no es censado como analfabetos- pero que son incapaces totalmente de volcar en la lecto—escritura razonamientos y predisposiciones.

Nos preguntamos ahora ¿quiénes son los responsables de este analfabetismo funcional? La respuesta no tarda en llegar: todos de alguna manera. Empezando por una Ley Federal de Educación que está lejos de la realidad argentina, que ha trocado valores conceptuales, que insertó al alumno en un ámbito totalmente permisivo y que instaló un régimen de promoción tan amplio que el alumno pasa de un año a otro, se diría, “casi” con la sola circunstancia de concurrir a clase. La educación fue siempre “un tubo de ensayo” con resultados casi siempre negativos.

En segundo lugar provincias como la nuestra donde cada acto de educación se materializa en un verdadero acto político reflejados en aquellos medios que el gobierno apuntala mediante la pauta publicitaria oficial.

Estamos en receso y pronto volverán las clases. Es un buen momento para reflexionar. Es una nueva oportunidad, pero el camino sigue siendo muy oscuro.

Hoy las escuelas se han modernizado, los docentes se desvelan en cursos de perfeccionamiento y se reparten puntajes a discreción, se premia a los alumnos con becas masivas. ¿El resultado? Analfabetismo funcional. En los papeles se baja el índice de analfabetos, en la realidad.: todos saben cada vez menos.

La gravedad de la realidad escolar hoy es tal que todo intento de medirla queda corto. Un alumno que egresa de un nivel medio desconoce las capitales de las provincias argentinas, confunde los días patrios, deja de lado reglas ortográficas y escribe como habla, jamás ha visto teoremas o fórmulas físicas o químicas.

En todos los correntinos ha quedado grabado el fatídico 99 que promocionó alumnos por decreto siendo acusado de ser el mal de todo, a lo que sumamos el tema pandemia y la presencialidad.

Año tras año, con pandemia o sin pandemia, los alumnos promocionan por una especie de decreto escolar virtual que le permite pasar de año sin saber nada o en el mejor de los casos: casi nada. Retención escolar es la palabra más requerida. No importa con qué resultados. Aulas con más de cincuenta alumnos, primeros años con chicos de 12 a 17 años mezclados, docentes que deambulan maratónicamente por cinco o seis establecimientos tratando de llegar a tiempo. Los supervisores brillan por su ausencia y directivos sin carrera, sin capacidad sustentados políticamente. Combo perfecto para el desenlace fatal. Se obliga a más y más perfeccionamiento docente para llegar a “la nada misma”. Hoy prácticamente todos ya no solo son docentes, sino “licenciados”. Los resultados ya conocemos porque el problema no está en el educador sino en el sistema que lo sustenta y en el educando sobre el cual se cultivan todos los elementos necesarios para desalentar la educación: falta de control, permisividad, promoción sin estudio, premiar a repitentes, etc.

El gobierno no quiere ver, quizás porque no sabe cómo solucionarlo, a este analfabetismo funcional. Mientras tanto ocupan su tiempo en fundar escuelas, poner placas que los recuerden y llenar espacios de diarios comprados por la publicidad oficial con ministros/as de educación que son más políticos/as que docentes.

Así, la educación seguirá por mal camino a pesar que cada año, entusiastamente, llenos de esperanzas y un mundo de ilusiones por delante, miles de jóvenes pisan por primera vez una escuela.

No serán ellos los culpables de egresar sin saber nada, de solamente llenar aulas y cumplir el ritual.

No serán ellos los culpables por más que hoy le digamos que a esta juventud no les interesa nada.

No cambiemos los polos: en el norte nosotros los que debemos darle la educación, en el sur ellos que hoy desconocidos de la realidad pisan por primera vez un aula.

Derrotemos el analfabetismo, ese que tanto molesta en números y porcentajes a los políticos de turno y también al analfabetismo funcional que nos muestra cabalmente el grado de educación y maduración de un pueblo culto.

Ramón Cavalieri

Comunicador Social, Relacionista Público, Ex Profesor de la carrera de Com. Social. Ex Presidente de la Sociedad Argentina de Escritores. Premio Corrientes. Autor de ocho libros entre ellos (Vivir en la Corrupción y Midiendo los Medios)

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