Por Daniel Caran
Equivocados en los términos utilizados, o tal vez convencidos de lo que dicen, los funcionarios suelen confundirse seguido al evaluar los logros de sus gestiones.
Por caso, nunca se puede estar “contento”, como dijo estar el ministro Cardozo, por la supuesta reducción de los índices de mortalidad infantil.
Es que de acuerdo al titular de la cartera de Salud Pública la Dirección General de Salud Materno Infanto Juvenil permitió la reducción del 11,4 por mil de la mortalidad infantil en nuestra provincia.
“Cuando hablamos con el gobernador en una de nuestras charlas, uno de los compromisos que asumimos por orden de él era trabajar en este tema de bajar los indicadores y el compromiso íntimo de todo el equipo de salud de trabajar en esta cuestión que era preocupante en la salud de nuestros chicos”, explicó y su alocución tiene pleno fundamento.
Puede que algunos critiquen ésta mínima diferencia en la aplicación de un término, y tal vez esto se de en el marco de una entrevista, cuando las palabras surgen espontáneas y pueden no reflejar el pleno pensamiento de una persona.
Pero, al menos, suena irrespetuoso.
Nunca se puede estar “contento” al disminuir tan doloroso índice.
En todo caso se está cumpliendo el objetivo, cuando aún resta mucho por hacer. Es como contentarse cuando disminuyen los accidentes de tránsito, o cuando hay menos alcoholizados al volante… todos males casi cotidianos que plantean una realidad compleja que merece un criterioso planteo, y en ese análisis exhaustivo se debe medir –primero que nada- las palabras a utilizar.
Tan contento estaba el Ministro de Salud que consideró “fantástico” el descenso de muertes de chicos en Corrientes.
“En el 2002 fue de 516 y hoy bajaron a 211, más la estabilidad de la proyección de los nacidos vivos en estos años que oscila 19 mil y 21 mil pero con una media de 19,5 mil y 20 mil podemos decir con certeza que hoy estamos reduciendo la mortalidad infantil entre un 11,9 y un 12,3. Para nosotros es fantástico comparado con el 16 por mil que teníamos hace dos años; ya en el 2015 estábamos en 14,6”, puntualizó.
La frialdad de los números hace aún más doloroso el concepto: contentarse con el dolor ajeno es inadmisible, aunque ello signifique cumplir en parte algunos objetivos.
