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Mujeres de hoy

La biodecodificación del árbol genealógico para superar problemas

Cortar mandatos, superar trabas a repetición y comprender el significado profundo de enfermedades son dones que se atribuyen esta técnica, cada vez más utilizada.

¿Somos repetidores compulsivos de historias familiares? Muchos están empezando a creerlo posible. ¿Somos completamente libres o estamos condicionados por lo que vivieron (o no pudieron vivir) quienes nos precedieron? ¿Estamos limitados por lo que heredamos (desde lo biológico y desde la psiquis) más de lo que pensamos?

La biodecodificación del árbol familiar, en sus diversas líneas y corrientes, gana terreno dentro de las terapias outsiders a la psicología clínica tradicional. “Biodecodificás tu problema y adelantás mil sesiones de terapia”, se oye decir. Y para entrar en ese mundo se precisa un poco de fe, cierto compromiso, y ganas de pasar por el cuerpo historias de antepasados (de todo tipo, frustrantes, alentadoras, dolorosas) con el objetivo de hacerlas presentes, reconocerlas y pisar la vida con más libertad y menos condicionamientos automáticos. Vamos a intentar entender esto un poco más.

Los que creen en este método aseguran que somos fieles a muchas de las historias de padres, abuelos, tíos y tatarabuelos a un nivel
Los que creen en este método aseguran que somos fieles a muchas de las historias de padres, abuelos, tíos y tatarabuelos a un nivel
"Esto ya pasó antes en mi familia"

Los que creen en este método aseguran que somos fieles a muchas de las historias de padres, abuelos, bisabuelos, tíos y tatarabuelos a un nivel “inconsciente”, es decir, si conocerlas del todo, sin quererlo o desearlo. Un inconsciente genealógico, un drama familiar genético, colectivo, de manifestación única y, a la vez, serial. ¿Es posible? Por ejemplo, una mujer de treinta sufre reiteradamente engaños por parte de su novio y descubre, indagando en viejas historias, que a su abuela le pasó lo mismo con su marido (¡a la misma edad!). A veces, la reiteración es acertadísima y escalofriante: hay fechas, lugares y edades que insisten, que parecen guardar un secreto, que pasan de generación en generación como por un tubo, sin colador.

Natalia Cestaro es consultora en Decodificación Bioemocional desde hace cuatro años (atiende en "Árbol de la vida", Belgrano) y es docente del Curso de Terapeuta en Reprogramación Psicobioemocional. “Hay varias corrientes dentro de lo que llamamos biodecodificación. Algunas se dedican exclusivamente a la biología, a los síntomas o enfermedades que una persona puede generar en su cuerpo físico, buscando el conflicto emocional que lo generó. Pero la corriente que yo realizo puede trabajar sobre cualquier conflicto que haga infeliz a la persona: problemas en sus vínculos, no tener pareja, no poder concebir un hijo, baja autoestima, desvalorización, no tener dinero, no encontrar el rumbo en la vida, etc.”.

Dentro de los precursores de esta técnica y sus derivaciones tenemos al alemán Ryke Hamer (ideólogo de la “Nueva Medicina Germánica”), a Anne Schützenberger (iniciadora de la “Psicogenealogía”), a Christian Fleche (de la escuela francesa Biodecodage, o “biodecodificación biológica”, bajo el lema “cada órgano dañado responde a una emoción”), y a Enric Corbera (el famoso pensador que sentó precedente desde la Bioneuroemoción), entre muchos otros.

Cuando la enfermedad o tema en cuestión emerge, la búsqueda de respuestas se remonta, no solo a la infancia (a donde remiten la mayoría de las psicoterapias tradicionales) sino más allá. “Todo lo traumático o doloroso que podemos vivir en la actualidad, ya lo vivieron antes nuestros ancestros, y no lo han podido superar, trascender. Por eso los hechos se vuelven a repetir una y otra vez, de forma cíclica, hasta que alguien finalmente pueda sanar esa historia. Absolutamente nada en este Universo, está librado al azar. Todo es una creación cuántica perfecta para trascender algo que ya ocurrió antes. Y esta terapia ayuda a las personas a descubrir, a través de un síntoma, todos los programas inconscientes que gobiernan su vida, para poder liberarse, redescubrirse, vibrar en su propia esencia, ir más liviano, vivir su propia vida, salir del lugar de víctima y no reparar ni repetir la vida de alguien más de su clan familiar”, afirma Cestaro.

Lo que está en la experiencia, de algún modo está en las células y en la genética, dirían estas teorías. Según Violeta Vázquez, sintetizadora y formadora del método Biodecodificación Rizoma y autora de los libros ¡Basta de repetir la historia familiar! y Dar un salto en el vacío, “llevamos en nuestras células años de historias, es inevitable que los sufrimientos y errores que han vivido nuestros ancestros, nos condicionen la vida”.

¿Qué se necesita para biodecodificar el árbol genealógico?

Cada metodología (y cada terapeuta) tiene su librito. En general se le pide al consultante una indagación lo más precisa posible sobre sus ancestros hasta los bisabuelos o tatarabuelos (rama materna y paterna): fechas de nacimiento y defunción, eventos importantes como muertes violentas, enfermedades, abortos, migraciones, situaciones traumáticas de toda índole, profesiones y pendientes no cumplidos (que los descendientes pueden heredar como "misión"). Puede darse el caso de alguien que quiere ser artista plástico y descubre, en este proceso, que su abuelo fue un pintor frustrado.

Luego, las herramientas para acceder a “desprogramar” son particulares dependen de la línea del terapeuta: “Hacemos actos simbólicos de reparación, meditaciones chamánicas y constelaciones rizomáticas, donde el consultante configura a su familia y su problemática con objetos, fotos familiares y muñecos. Encontramos entonces su mecanismo y su funcionamiento ante los conflictos, reordenamos su sistema y desplegamos sus posibilidades a futuro”, comenta Vázquez.

¿Hay una explicación científica para esto?

Según Vázquez, “No es cuestión de creer o no. El biólogo Rupert Sheldrake descubrió que ciertos fenómenos se hacen más probables a medida que ocurren más veces, por lo que el crecimiento biológico estaría guiado por hechos previos. Como resultado, nuevos comportamientos adquiridos serían heredados por generaciones posteriores”.

Según estas teorías (sostenidas por las experiencias de muchos): lo que nuestros padres dicen de nosotros nos marca porque vivimos en referencia externa (el hijo "fallado", el hijo "rebelde", el hijo "nacido para cuidar a los padres", el hijo "sostén económico", el “niño eterno”). Los secretos familiares tendrían un peso mayor del que creemos. Los que escapan a otras latitudes lo hacen para saber quiénes son. Los médicos de vocación vienen para sanar heridas viejas familiares; los artistas, para “alegrar”. Algunas vivencias de escasez económica podrían tener su arraigo en hambrunas y guerras atravesadas por ancestros. Los casos de violencia de género pueden dejar huellas en los úteros de las descendientes. Las tristezas vividas por desarraigos y migraciones (tan comunes en nuestro territorio argentino, que recibió inmigrantes temerosos y buscadores de una paz que Europa no les proporcionaba) tenderían a acumularse en los órganos.

Pero el fin de todo esto, que es “desarmar una lógica inconsciente de supervivencia”, es lograr un grado mayor de libertad, comprender la repetición para evolucionar y alivianar el peso de los que vienen. También (la tarea primera y principal) sanarnos.

Para Romina Cantuarias, terapeuta holística y estudiante de biodecodificación: “si la persona está consciente de que quiere cambiar, las cosas suceden muy rápido. Me ha pasado de trabajar con personas que activan el relato de lo que sucedió en su familia y ya en la misma semana se mueven cosas, se abre la puerta de ese árbol. Ese es el comienzo de la sanación, luego el compromiso a continuar es necesario”.

Según Cestaro, “las personas que tengan pocos datos familiares, o sean adoptados, pueden hacer perfectamente igual todo el proceso. No es un requisito excluyente contar con información del árbol. Lo que sí es excluyente para realizar una sesión, sobre todo para los ejercicios vivenciales, son aquellas personas que estén bajo algún tipo de tratamiento psiquiátrico por enfermedades profundas como bipolaridad, esquizofrenia, etc. Así como también con antecedentes o problemas cardíacos, embarazadas y depresiones exógenas. Si bien no es ni pretende ser medicina, moviliza procesos internos muy fuertes”.

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