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Mujeres de hoy

Divorcio de camas: ¿pensaste en esta opción?

Cada vez son más las parejas que eligen no compartir colchón o habitación para descansar. Y aunque esta tendencia tiene muchas voces a favor, también hay algunas (pocas) en contra.

Juntos pero separados.

Romper con las creencias nucleares de lo que es correcto. Un trabajo difícil incluso sobre algo tan simple, pero fundamental, como es dormir. Este pensamiento rondaba la cabeza de Clara (37) cuando dejó todo en Buenos Aires para instalarse en Ushuaia con su novio, que estaba ahí por trabajo desde hacía un año. Llegó a la casa que la empresa le había alquilado y, como por arte de magia sin previa charla, sin siquiera ella saberlo, él la condujo hasta “su habitación”. En shock, Clara dejó sus cosas sobre la cama doble, cerró la puerta y empezó a desempacar. Como un loro insoportable, su mente oscilaba entre intentar ser “moderna” y qué iban a decir su mamá y sus amigas.

“Ahora, a la distancia, me causa gracia ese momento, que duró muy poco porque él enseguida me explicó que durante ese año le había tomado el gusto a dormir solo, y que además había visto en una película que no compartir cuarto estimulaba el deseo, entonces quería probar. Me costó, pero tengo que confesar que funcionó, para ambos. Lo que sí todavía me molesta es que en principio no fue una decisión consensuada”, cuenta Clara.

En el último tiempo, creció entre las parejas la tendencia de dormir en camas o cuartos separados y esto nada tiene que ver con que la unión esté rota. En la actualidad, muchos están dispuestos a dejar a un lado las imposiciones y generar cambios en las rutinas para que enriquezcan la vida personal, la salud y el vínculo. El término “divorcio por sueño”, lejos de firmar papeles, implica llegar a un acuerdo con el propósito de dormir bien o mejor. Las razones pueden ser físicas (ronquidos, moverse mucho, distintas temperaturas), culturales (leer, acostarse muy tarde o levantarse temprano, mirar TV o series) o simplemente estar más cómodos.

Cualquiera sea el motivo, lo crucial para mantener un vínculo saludable y sincero es dialogar. “Si existiera el manual de la pareja feliz, una de las primeras palabras sería negociar. Plantear los deseos de cada uno, conversar al respecto y establecer acuerdos”, precisa Miguel Espeche, psicólogo especialista en vínculos.

Un poco de historia

No siempre los matrimonios compartieron cama. En la antigua Roma, era únicamente un lugar para tener sexo. Las parejas nobles dormían separadas; infinidad de novelas y películas relatan escenas donde un rey visita los aposentos de su amada con el fin de procrear y perpetuar el legado. Además, según el libro A Cultural History of Twin Bed (2019), de Hillary Hinds, desde mediados del siglo XIX hasta bien entrado 1900, los médicos promocionaban las camas separadas como una elección sana para evitar el contagio de enfermedades o que el miembro más débil de la pareja perjudicara la vitalidad y el descanso del más fuerte. En la ortodoxia judía aún hoy se duerme en camas separadas dentro de la misma habitación durante los días en que dura la menstruación en las mujeres. Incluso, Frida Kahlo y Diego Rivera ni siquiera compartían el hogar.

A pesar de esto, durante la revolución industrial, el proletariado experimentó lo inverso. Hacinados por la falta de espacio en las grandes ciudades, los esposos, a veces también con los hijos, no tenían otra alternativa que compartir el mismo lecho, ubicado en ocasiones en el centro de la única habitación donde vivían. Asimismo, como a la noche reinaba la oscuridad, entonces permanecer juntos daba seguridad. De este modo, y fundado en la falta de espacio, la cama pasó a ser un lugar de descanso por excelencia y poco a poco sinónimo de pareja feliz. De ahí a que la Iglesia católica pusiera como condición sine qua non la importancia de la cama conyugal hubo un solo paso. Pero por suerte, en pleno siglo XXI, no son pocas las parejas que se replantean este mandato, y privilegian el buen sueño y el espacio personal, puntos no menores en esta vida tan acelerada.

Posiciones encontradas

Sofía (42) y Lucas (40) están juntos desde hace 15 años y tienen dos hijos. Siempre durmieron en la misma cama, en su departamento de Congreso, hasta que en unas vacaciones en Praia do Matadeiro alquilaron una casa en la que sobraba una habitación. Un poco en chiste, ella “cantó” quedarse con el cuarto que tenía vista al mar, y sugirió que él ocupara el que estaba más cerca de la cocina y de la habitación de los chicos. “La primera noche dormimos separados y yo me sentí increíble. No me acordaba la última vez que dormí de corrido sin decirle que se pusiera de costado así no roncaba tanto. La segunda noche, Lucas intentó acostarse conmigo, pero le pedí que siguiéramos cada uno en un espacio distinto, al menos para dormir. La tercera noche no hubo que charlarlo. Volvimos de Brasil, acondicionamos una habitación de servicio, y desde hace cuatro años dormimos separados los días de semana, y sábado y domingo vamos variando, según lo que surja”, explica Sofía.

Un estudio hecho por The Sleep Foundation, en marzo de 2023, asegura que el 52,9% de las personas en Estados Unidos que practican el “divorcio” por las noches experimentaron una mejor calidad de sueño y, en promedio, duermen 37 minutos más que cuando lo hacían en pareja. En Canadá, una investigación similar arrojó que el 35% de las parejas duermen en camas separadas y el principal motivo es para mejorar el descanso. Y un paper de la Universidad de Surrey, en Inglaterra, estimó que los movimientos que una persona hace con el cuerpo durante la noche aumentan hasta un 50% el riesgo de que quien duerme al lado padezca algún trastorno del sueño.

El secreto del amor...

Sobran evidencias a favor de dormir separados, pero también aquellas que indican que descansar en pareja reduce el estrés, la depresión y la ansiedad, o que se genera una alta liberación de endorfinas, que es la expresión máxima de la intimidad y que se profundiza el apego. Asimismo, las personas que están contentas con su relación logran dormirse más rápido si están junto al otro.

Quizá, estos últimos informes evalúan más la emocionalidad, y los primeros se basan en cuestiones concretas como la comodidad y los gustos. Por eso, y como cada pareja es un mundo, la elección es muy personal. Lo que sí es un hecho es que aquellos que decidieron dormir separados, pero bajo el mismo techo, no volverían atrás.

Espacio personal

“Descubrí la masturbación como práctica relajante antes de dormir después de que una amiga me regaló mi primer consolador cuando le conté que con Santi estábamos durmiendo en cuartos distintos”, confiesa Verónica (31) y asegura que la libertad de masturbarse a la noche o a la mañana es un plus enorme de esta decisión, que al principio tuvo que ver con la posibilidad de no compartir el baño, una de las máximas que heredó de su madre. “Baños separados es aún mejor que camas separadas, pero en nuestro caso, como había dos en suite, lo más lógico fue también instalarse uno en cada habitación. A partir de eso, no puedo más que enumerar todo lo bueno que se agregó a la relación de pareja”, explica.

Según Espeche, hábitos como este se dan en clases medias o altas, donde existe la posibilidad material de contar con un espacio que lo permita, y si bien la idea de bienestar toma un costado más individual, a veces se corre el riesgo de enfocarse demasiado en los propios deseos. Por lo general, varias de las parejas que eligen no compartir cama, también llevan finanzas separadas o se van de vacaciones con sus amigos. Todas estas prácticas están cada vez más extendidas entre las nuevas generaciones a medida que entran en la adultez.

Después de Ushuaia, Clara y Esteban se mudaron a Barcelona. No consiguieron un departamento con dos habitaciones, así que volvieron a dormir juntos. Además del entusiasmo por la nueva ciudad, los primeros días a los dos les costó conciliar el sueño; no fue fácil dormir juntos y menos en una cama de 1,35 x 1,90 metros. “No aumentó el sexo, pero sí el fastidio a la mañana. Evidentemente, somos más una pareja práctica que romántica”, concluye Clara, esperando tener pronto la posibilidad de volver a dormir estirada en el medio de su propia cama.

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