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Apego evitativo y apego ansioso: dos polos opuestos que se atraen

Es probable que en estos últimos meses hayas oído hablar más de lo normal del apego. Es un término que se está popularizando en las redes sociales gracias a diferentes expertos de la psicología. El apego influye en nuestra personalidad, en el modo que tenemos de actuar, relacionarnos, gestionar y expresar nuestras emociones, e incluso en la elección de una pareja.

¿Qué es el apego?

El apego es un vínculo afectivo que se establece en los primeros momentos de vida de una persona. Es la relación que se crea entre el recién nacido y la madre, o la persona encargada de su cuidado. La función principal es asegurar el cuidado, el desarrollo psicológico y la formación de la personalidad.

El apego se forma desde la infancia más temprana, y entran en juego dos sistemas: el exploratorio, cuando el bebé contacta con el ambiente físico a través de los sentidos; y el afiliativo, cuando los bebés contactan con otras personas.

Este vínculo es el encargado de proporcionar seguridad al niño en situaciones de amenazas. Es decir, permite que el niño pueda “explorar el mundo” teniendo la tranquilidad de que hay alguien para protegerlo. Cuando esto no ocurre, los miedos e inseguridades aparecen y empiezan a influir en el modo de interpretar el mundo y de relacionarse.

Teoría del apego

El psicoanalista inglés John Bowlby y la psicoanalista estadounidense Mary Ainsworth, han sido los dos profesionales encargados en desarrollar la teoría del apego. Ambos ponen especial énfasis en la importancia de establecer un buen vínculo afectivo entre el cuidador y el niño desde la infancia.

Establecieron que, el lazo de apego que se forja entre ambos en la niñez, influye en cómo se desarrolla la persona en la adultez, y en los tipos de vínculos interpersonales que establecerá con las demás personas.

Los que más influyen en las relaciones de pareja, son el apego ansioso y el apego evitativo, dos formas de relacionarse opuestas que, normalmente, se atraen.

Apego evitativo

  • Se sienten incómodos al expresarse emocionalmente.
  • Huyen del conflicto debido a su dificultad para gestionar las emociones.
  • Miedo al rechazo, debido a una figura de apego ausente en la infancia.
  • Independientes, evitan la intimidad con la pareja para evitar volver a sentirse rechazados.
  • Escasa o nula ansiedad ante la separación.

Apego ansioso

  • Valoran mucho la proximidad de la pareja.
  • Necesitan resolver inmediatamente los conflictos, ya que temen que la relación se rompa.
  • Miedo al abandono.
  • Dependencia de la pareja, entregándose en exceso con el fin de no ser abandonados.
  • Mucha ansiedad ante la separación.
Estos dos estilos de apegos son completamente distintos entre sí, pero muchas veces se atraen y se acaban estableciendo relaciones amorosas entre ambos. ¿Por qué?

  • Encuentran en el otro muchas de las características que les faltan.
  • El evitativo, al ser más frío, se siente atraído por la sensibilidad y la emoción del ansioso.
  • El ansioso, al tener mayor dependencia, le atrae la independencia del evitativo.
  • Se suelen ver reflejados mutuamente en sus heridas de infancia.
  • Se complementan dándole al otro lo que le falta.
Estos dos tipos de apego pueden complementarse muy bien, y en el caso de una relación de pareja puede ser algo positivo. Sin embargo, en muchas ocasiones pueden surgir conflictos, ya que surgirán necesidades contrarias que, si no se prestan atención, pueden acabar con la pareja.

Tips para que funcione una relación con estos dos tipos de apego

  1. Identifica y aprende sobre el tipo de apego que te caracteriza, para poder trabajar en los comportamientos que afecten a la pareja y, por lo tanto, llegar a evitarlos.
  2. Trabaja la empatía a la hora de reconocer las necesidades y emociones de tu pareja. Por ejemplo, si tu pareja tiene apego ansioso, es importante que le prestes atención y apoyo en momentos en los que se sienta más inseguro, preguntándole como se siente o que necesita. Si, por el contrario, estas con una persona evitativa, aprende que habrá ocasiones en las que necesite su espacio y no le juzgues por ello.
  3. Centra tu atención en las cosas positivas de la relación. Incluso, si es posible, dedica un tiempo a la semana a hablar con tu pareja las cosas que os han hecho sentir bien del otro en ese periodo de tiempo. Esto fortalecerá la relación y ayudará a resolver desde otro lugar los conflictos.
  4. Acude a terapia de pareja. Ayudará a mejorar la comunicación y a entender mejor los conflictos que surgen en la relación.
En resumen, es muy habitual que se encuentren relaciones en las que conviven estos dos tipos de apegos. ¿La clave? Verlo como algo positivo. Como una manera de sanar nuestras heridas y de crecer junto a nuestra pareja, creando una relación sana y equilibrada.

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EMOCIONES SALUD PSICOLOGIA APEGO

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