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Internacionales

Siria. Las raíces amorosas, un futuro incierto

En 2009 viajé a Siria con mi hermano y mi sobrino. Yo iba deseoso de buscar atisbos del pasado familiar en el exiguo y ruinoso barrio judío de Damasco . Mis antepasados emigraron a México hace aproximadamente un siglo, después del colapso del Imperio Otomano, debido a las hambrunas. Sus parientes los animaban a trasladarse a un país que acababa de terminar una revolución y en el que se sentían muy bien acogidos.En Siria volví a escuchar a mi madre y sus innumerables expresiones en árabe con las que crecí. Yo andaba por las calles y les decía a los comerciantes, para sacarles una sonrisa, \'Ana shami meksikan\' (soy mexicano damasceno) y ellos se reían conmigo y celebraban que yo fuera su paisano y me exhortaban para entrar a sus tiendas, del mismo modo que mi madre hacía pasar a las visitas que llegaban a la casa.Además de la comida que yo conocía, probé platos exquisitos como el kibe labanieh, con yogurt; calabacitas rellenas no solo con carne deshebrada y arroz sino también con frutas secas como albaricoque y ciruela; los kibes con una salsa de granada caliente, o el lahmbayín en las calles, sacado de horno, que se vendía a diez centavos de dólar.En fin, fue regresar a mis raíces, sin haber pisado un pie antes en esas tierras. A pesar de las diferencias, me sentí en casa, aunque con la conciencia de que tenía que ocultar mi identidad judía para no ponerme en riesgo. Sentí que sus habitantes podrían haber sido primos hermanos porque su modo de ser era muy cercano al mío. El régimen autoritario de Bashar al Assad se notaba por todas partes. Nos sentíamos vigilados y teníamos que actuar con precaución.Noticia Relacionada «¿Cuándo viene Erdogan a rezar?» estandar Si La gran mezquita de Damasco celebra la caída de Al Assad Mikel Ayestaran | Enviado especial a DamascoPienso en la hospitalidad siria y mi consternación ante el horror de la violencia y represión que se desencadenaron después de mi visita. Recuerdo haber visto imágenes de la destrucción del minarete de la antigua mezquita de los Omeyas y el zoco quemado en la preciosa ciudad de Alepo. En esa guerra murieron alrededor de 300.000 personas y huyeron más de cinco millones. Ahora que se ha derrocado la dictadura, ilusionaría pensar en una sociedad secular, abierta y democrática. Pero me temo que esto es solo el comienzo de una etapa turbulenta en que habrá aún muchas luchas por el poder. Temo que Siria gire hacia un extremismo religioso que podría ser aun más represivo que el del gobierno que acaban de derrocar. Ojalá me equivoque.SOBRE EL AUTOR Jacobo Sefamí Jacobo Sefamí es escritor

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