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Interior

En el día de la Cruz Gil, Mons. Canecín invitó a encontrarse con el amor de Cristo

Una multitud volvió a pasar otro 8 de enero y con intenso calor, por el predio del gaucho Antonio Plutarco Cruz Mamerto Gil Núñez, a la vera de la Ruta Nacional Nº123, en un nuevo aniversario de su muerte cruenta, según los relatos, acaecida en esa fecha de 1878.

Ante un amplio operativo de seguridad, fue incesante el desfile de devotos del gaucho correntino desde días antes, en tanto ayer una muchedumbre participó de la misa que, a las 6, presidió el obispo de la Diócesis de Goya, monseñor Adolfo Canecín, en la parroquia de Nuestra Señora de las Mercedes, en el centro de la ciudad homónima a cuya jurisdicción eclesial pertenece y luego decenas de jinetes emprendieron la cabalgata al predio donde se encuentra la ermita conmemorativa, en tanto muchos otros asistentes participaron del Responso en el cementerio municipal La Merced.

En la celebración eucarística, el Obispo comenzó la homilía dando gracias a Dios por el año nuevo, «tiempo inédito que nos regala», que «aunque tal vez hayamos consumido mal el año 2022, Dios confía en lo que puso en el corazón de cada uno y nos anima a que saquemos lo mejor, con actitudes nuevas y logremos así dar respuestas a las grandes aspiraciones del corazón humano». Luego agradeció «a todas las autoridades, al pueblo», en especial, a las comunidades cristianas de la ciudad «por el empeño que ponen en la atención de los devotos» de la Cruz Gil como tal, que llegan de otros lugares, como además por el igual empeño y trabajo que realizan en el predio contiguo para el templo de la Santísima Cruz en la que Jesús salvó a la humanidad al ofrendar libremente su vida como máxima expresión del amor de Dios Padre al entregar a su propio Hijo.

Precisamente en ese sentido, destacó que ayer concluyó el tiempo de Navidad con la fiesta del Bautismo de Jesús, «Navidad que manifiesta ese amor en Jesús en el pesebre y se revela a todos los pueblos» en la Epifanía (del griego «manifestación») a los Reyes Magos, «epifanía que se produce en dos ocasiones más»: en el Bautismo que le practica Juan el Bautista, y cuando convierte el agua en vino en las Bodas de Caná.

Fue en ese momento al referirse al Bautismo de Jesús, cuando Dios Padre dice «Este es mi Hijo amado, en quien tengo puesta mi complacencia», en el que monseñor Canecín proclamó con énfasis la centralidad de Jesucristo en la Fe de la Iglesia y vida de los bautizados, por lo que invitó «a todos a vivir un encuentro personal con Cristo», ya que «toda expresión de religiosidad debe conducir a Él, ¡Que es el mismo ayer, hoy y para siempre; sólo Él es la Luz que disipa la oscuridad; es la Vida que vence a la muerte; sólo Él es el Pan de Vida que alimenta; sólo Él es nuestra paz; sólo Él es Camino, Verdad y Vida!».

Seguidamente, citó el texto de la liturgia del día que dice que, Dios, «cuando más se oculta más se manifiesta», tramo en el cual recordó un párrafo del mensaje que dio a conocer y publicó EL LIBERTADOR en su edición de ayer, que es de la Exhortación Apostólica «Evangelii gaudium», del Papa Francisco: «Para atender esta realidad, hace falta acercarse a ella con la mirada del Buen Pastor, para apreciar la vida teologal presente en la piedad de estos pueblos. Las expresiones de Piedad Popular tienen mucho que enseñarnos y para quienes saben leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención a la hora de pensar en la Nueva Evangelización». En este marco, vinculó la expresión de la Cruz Gil, «expresión de religiosidad popular, a la que debemos mirar con una mirada honda y profunda para descubrirla como un lugar teológico», es decir, «donde puedo encontrarme con Jesús, con Dios; con el hermano, que también es un lugar teológico, sobre todo el pobre».

Finalmente, el pastor diocesano puso el acento en la Cruz de Cristo, «símbolo de nuestra Fe; expresión del amor de Dios para con nosotros porque ‘tanto amó Dios al mundo que le dio a su propio Hijo’ y su Hijo eligió entregar la Vida porque dijo ‘nadie me quita la vida, Yo la doy'». Y por otro lado, en la Cruz, la correspondencia a ese amor, «ya que nadie puede amar a Dios a quien no ve y no amar al hermano en concreto, a quien ve; por lo tanto, el amor a Dios pasa por el amor al prójimo, y ahí está la Cruz».

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