
“La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica”, es el tema de la 53° Jornada Mundial de la Paz, por celebrarse el 1º de enero de 2020. En la Iglesia Catedral habrá una única misa central, a las 20, con todas las comunidades de la parroquia, que presidirá el vicario general de la diócesis presbítero licenciado Juan Carlos López.
Monseñor Adolfo Canecin, hizo llegar a los medios de prensa el mensaje del Santo Padre Francisco. El mensaje está dividido en cinco puntos y exhorta a buscar “una verdadera fraternidad, que esté basada sobre nuestro origen común en Dios y ejercida en el diálogo y la confianza recíproca”.
“Debemos buscar una verdadera fraternidad, que esté basada sobre nuestro origen común en Dios y ejercida en el diálogo y la confianza recíproca. El deseo de paz está profundamente inscrito en el corazón del hombre y no debemos resignarnos a nada menos que esto”, escribe el papa Francisco en su mensaje para la 53° Jornada Mundial de la Paz, por celebrarse el próximo 1º de enero de 2020.
El mensaje del Santo Padre tiene como tema, “La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica”, y está dividido en cinco puntos: “La paz, camino de esperanza ante los obstáculos y las pruebas”, “La paz, camino de escucha basado en la memoria, en la solidaridad y en la fraternidad”, “La paz, camino de reconciliación en la comunión fraterna” y “La paz, camino de conversión ecológica y se alcanza tanto cuanto se espera”.
El pontífice señala que la paz es objeto de nuestra esperanza, es un bien precioso, al que aspira toda la humanidad. “La esperanza es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables”. Sobre todo, recuerda el Papa, cuando “los signos de las guerras y de los conflictos que se han producido, con una capacidad destructiva creciente, y que no dejan de afectar especialmente a los más pobres y a los más débiles”. Son muchas víctimas inocentes que cargan sobre sí el tormento de la humillación y la exclusión, afirma el Santo Padre, del duelo y la injusticia, por no decir los traumas resultantes del ensañamiento sistemático contra su pueblo y sus seres queridos.
“Debemos buscar una verdadera fraternidad, que esté basada sobre nuestro origen común en Dios y ejercida en el diálogo y la confianza recíproca. El deseo de paz está profundamente inscrito en el corazón del hombre y no debemos resignarnos a nada menos que esto”.
La paz, afirma el Papa, brota de las profundidades del corazón humano y la voluntad política siempre necesita revitalización, para abrir nuevos procesos que reconcilien y unan a las personas y las comunidades. “El mundo no necesita palabras vacías, sino testigos convencidos, artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación”.
De hecho, el Santo Padre advierte que, no se puede realmente alcanzar la paz a menos que haya un diálogo convencido de hombres y mujeres que busquen la verdad más allá de las ideologías y de las opiniones diferentes. La paz –subraya– debe edificarse continuamente, un camino que hacemos juntos buscando siempre el bien común y comprometiéndonos a cumplir nuestra palabra y respetar las leyes.
Este trabajo paciente basado en el poder de la palabra y la verdad, señala el Santo Padre, puede despertar en las personas la capacidad de compasión y solidaridad creativa. Es por ello que, “la Iglesia participa plenamente en la búsqueda de un orden justo, y continúa sirviendo al bien común y alimentando la esperanza de paz a través de la transmisión de los valores cristianos, la enseñanza moral y las obras sociales y educativas”.
Es por ello que se necesita abandonar el deseo de dominar a los demás y aprender a verse como personas, como hijos de Dios, como hermanos. “Sólo eligiendo el camino del respeto – afirma– será posible romper la espiral de venganza y emprender el camino de la esperanza”.
Junto con este camino de respeto, subraya el Papa, hay que seguir el camino de reconciliación que nos llama a encontrar en lo más profundo de nuestros corazones la fuerza del perdón y la capacidad de reconocernos como hermanos y hermanas. “Aprender a vivir en el perdón aumenta nuestra capacidad de convertirnos en mujeres y hombres de paz”.
Asimismo, indica, la encíclica Laudato si’ afirma que, ante nuestra hostilidad hacia los demás, la falta de respeto por la casa común y la explotación abusiva de los recursos naturales necesitamos una conversión ecológica. El reciente Sínodo sobre la Amazonía nos lleva a renovar la llamada a una relación pacífica entre las comunidades y la tierra, entre el presente y la memoria, entre las experiencias y las esperanzas. Por ello, este camino de reconciliación es también escucha y contemplación del mundo que Dios nos dio para convertirlo en nuestra casa común.
Finalmente, el Santo Padre escribe que, “el camino de la reconciliación requiere paciencia y confianza. La paz no se logra si no se la espera”. Para ello es necesario creer en la posibilidad de la paz, de creer que el otro tiene nuestra misma necesidad de paz. En esto, podemos inspirarnos en el amor de Dios por cada uno de nosotros, un amor liberador, ilimitado, gratuito e incansable. Por lo tanto, concluye el Papa, es importante ir más allá de nuestros temores humanos, reconociéndonos hijos necesitados, ante Aquel que nos ama y nos espera, como el Padre del hijo pródigo.