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Monseñor Salvador Castagna: Cristo levantado en alto, atrae

"El mundo necesita conocer a Cristo, elevado o expuesto por sus legítimos e irremplazables testigos. Sería una traición de lesa humanidad ocultarlo, por cobardía u omisión irresponsable", afirmó.

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, aseguró que el mundo actual “necesita conocer a Cristo, elevado o expuesto por sus legítimos e irreemplazables testigos”.

“Sería una traición de lesa humanidad ocultarlo, por cobardía u omisión irresponsable. Los bautizados, todos ellos, en virtud del sacramento recibido, están involucrados en esa gestión evangelizadora”, recordó. “Muchos de ellos -una triste multitud- han crecido al margen de las exigencias del Bautismo recibido”, lamentó.

“Situación anómala, de un mortal letargo religioso o, contrariando la misma razón, complicada en una situación contradictoria, inexplicable y extraña a los contenidos de la fe bautismal”.

El prelado indicó que así se comprueba que “algunos bautizados, autocalificados ‘católicos’, afirman alegremente que el aborto puede coexistir con el ‘catolicismo’ que aseguran profesar”.

“Por cierto no ha calado hondo la catequesis, elegida años atrás por sus padres e impartida apresuradamente por abnegadas catequistas parroquiales”, cuestionó.

Texto de la sugerencia

1. Cristo debe ser conocido. Dios no evita el camino normal a todo conocimiento. Cristo debe ser conocido para constituirse en el Autor de la fe y, de esa manera, ofrecer, a quienes creen en Él, el único sendero que conduce a la Vida eterna: “…es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna”. (Juan 3, 14-15) “Ser levantado en alto” relaciona con la Cruz y desborda el hecho sangriento. También significa ser expuesto al mundo para que crea en Él y obtenga la Vida. Tal exposición es responsabilidad de los legítimos evangelizadores. La Vida florece en la Cruz, ya que el amor de Dios se expresa en ella y atrae las miradas de quienes buscan, a menudo sin saber qué buscan. La gran apetencia existencial -de todo hombre y mujer- es Dios. Un Dios que ama a su Creación, principalmente al ser humano -su admirable síntesis (Gaudium et Spes, n° 14)- y la mantiene en la existencia.

2. Dios ama al mundo. Juan es el más teólogo de los Apóstoles, por su capacidad de contemplar y definir a Dios, con términos que las diversas culturas humanas podrían incorporar a su sistema idiomático: “Dios es amor”. Su experiencia nace de la relación de amor que mantiene con Dios, en el Misterio del Verbo encarnado: “Si, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera sino que tenga Vida eterna”. (Juan 3, 16) Su extraordinaria personalidad de discípulo le inspira auto calificarse como “el discípulo a quien Jesús amaba” (Juan 20, 2), indicando que la relación de amor con Dios supone, necesariamente, que la iniciativa venga de Dios, y se exprese en el Misterio del Verbo hecho hombre. Cuando Juan escribe su Evangelio, la Iglesia consolida su incipiente edificación sobre la piedra angular -Cristo resucitado- el Hijo de Dios encarnado. En la dádiva de su Unigénito, Dios manifiesta la enormidad de su amor por el mundo. Es imposible encerrar en conceptos abstractos esta incomparable realidad. Dios Padre ama a quienes pone en la existencia, ofreciéndoles todo en su Hijo, tan Dios como Él y el Espíritu Santo.

3. Cristo levantado en alto, atrae. El mundo actual, del que somos parte, necesita conocer a Cristo, elevado o expuesto por sus legítimos e irremplazables testigos. Sería una traición de lesa humanidad ocultarlo, por cobardía u omisión irresponsable. Los bautizados, todos ellos, en virtud del sacramento recibido, están involucrados en esa gestión evangelizadora. Muchos de ellos - una triste multitud - han crecido al margen de las exigencias del Bautismo recibido. Situación anómala, de un mortal letargo religioso o, contrariando la misma razón, complicada en una situación contradictoria, inexplicable y extraña a los contenidos de la fe bautismal. Así comprobamos que algunos bautizados, auto-calificados “católicos”, afirman alegremente que el aborto puede coexistir con el “catolicismo” que aseguran profesar. Por cierto no ha calado hondo la catequesis, elegida años atrás por sus padres e impartida apresuradamente por abnegadas catequistas parroquiales.

4. El Hijo vino, no para juzgar al mundo, sino para salvarlo. Somos parte de un mundo que necesita ser notificado del acontecimiento que ha cambiado su historia. Muchos no lo saben aún, y actúan inconscientes del bien que Dios les ha otorgado en Cristo, su Hijo divino. Corren el riesgo de seguir un mal camino y extraviarse definitivamente: “Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado, el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”. (Juan 3, 17-18) Los misioneros experimentan - de parte de su entorno socio cultural - una resistencia despiadada, al desempeñar su incomprendida tarea evangelizadora. Los ejemplos se multiplican en el transcurso de la historia. La santidad garantiza la eficacia de la misión - aunque no dependa necesariamente de ella - y mantiene enarbolada la fidelidad a la misma y su coherencia creíble, en el momento de su ejercicio público.+

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ARZOBISPO EMERITO DE CORRIENTES IGLESIA CATÓLICA SALVADOR CASTAGNA

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