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Mons. Castagna: "La Navidad recuerda el nacimiento de Jesús"

"Sin el Niño Dios, en brazos de María y adorado por José, los pastores y los Reyes, todo es relativo y marginal", aseguró el arzobispo emérito de Corrientes.

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Castagna, recordó que “maestra de fidelidad al Padre, la presencia perceptible de María en el mundo señala el único camino a recorrer”.

“Lo ofrece a los pastorcitos y a los Reyes Magos. En ellos lo ofrece a todos aquellos que decidan ser humildes como los primeros adoradores del Niño Dios”, puntualizó.

“La Navidad recuerda el nacimiento de Jesús”, sostuvo y advirtió: “Pierde todo su sentido cuando se la aleja de su protagonista principal”.

El arzobispo consideró que “la forma folclórica, con la que la sociedad moderna la celebra, hoy se manifiesta en múltiples imágenes supletorias de su verdad: árboles decorados y la presencia de un simpático Papá Noel”.

“Se abandonan las mejores tradiciones navideñas. No obstante, conservan algunas expresiones recuperables familiares y de amistad”, indicó.

“Sin el Niño Dios, en brazos de María y adorado por José, los pastores y los Reyes, todo es relativo y marginal”, concluyó.

Texto de la sugerencia

1.- María ocupa su exclusivo lugar. En vísperas de la Navidad, la Liturgia de la Iglesia presenta el texto del Evangelio de Lucas. Es la escena conmovedora de la Anunciación y Encarnación del Verbo. Hoy María ocupa su exclusivo lugar en el Misterio de la salvación de los hombres. Es conveniente que la recodemos así: consciente de su pequeñez y asombrada ante la misteriosa elección divina: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. (Lucas 1. 28) Su asombro tiene los límites infinitos de su humildad. Es elegida no por sus merecimientos personales sino por su encantadora pequeñez. En ella se revela las preferencias de Dios, cuando se trata de que los hombres regresen de la dispersión. En María - no por causa de ella - llega la misericordia a un mundo desquiciado por el pecado. Ella lo sabe y acepta, apenas el Ángel le manifiesta que viene - a su pobre rincón de Nazaret - de parte de Dios. Su respuesta, no tiene el mínimo atisbo de vacilación: “Yo soy la sirvienta del Señor, que se cumpla en mi tu palabra” (Lucas 1, 38)

2.- Volver a vivir la Navidad. María nos ayuda a preparar una celebración navideña que responda a la verdad. En la medida que nuestra sociedad, “occidental y cristiana”, vuelva a la simplicidad de los primeros adoradores del Niño Dios, se producirá un alejamiento saludable de sus distorsiones actuales. Existe un cierto romanticismo, en la implementación de estas fiestas, que no alcanza a traducir el contenido de la Verdad. El mundo, hoy tan distante de las raíces de la fe cristiana, necesita recuperar su rumbo y volver a vivir en la verdad olvidada. Para ello es preciso que recupere o rectifique la fe, recibida de sus ilustres antepasados. Siempre “volver” es lo que corresponde a diversas actualizaciones terminológicas del contenido, siempre indeformable, de la tradición navideña. La misión de la Iglesia es mantener la custodia de ese contenido. Con total fidelidad al Espíritu, es su deber mantenerlo vivo y actual en la vida de quienes creen o desean creer. La presencia inocultable de María, en el corazón del pueblo, es signo de la predilección de Dios por la humanidad. ¿Quién, que no haya perdido completamente la fe, podrá negar este grito de la realidad?

3.- María, expresión de la ternura de Dios. María, la joven Niña de Nazaret, con el toque del Espíritu, respetuoso de su virginidad, se convierte en Madre de Dios y expresión de la ternura del Padre Dios por los hombres. Bien lo captan quienes exhiben el temple ingenuo de los pastores de la Navidad: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. La capacidad de ser reconocida, se concentra en los niños, y en los grandes que deciden hacerse niños. No podemos desconocer las apariciones marianas, algunas de ellas reconocidas por el pueblo y por la autoridad de la Iglesia. Recordemos a Lourdes, Fátima y Guadalupe. Siempre son santos sus testigos: Bernardita, Jacinta, Francisco y Lucía, y San Juan Diego, escogidos por María para cumplir la misteriosa misión de transmitir diversos mensajes celestiales. Rechazarlos, apriorísticamente, es tan imprudente como admitirlos sin un responsable discernimiento. Arriesgada misión la de los Pastores de la Iglesia, y de quienes deben contribuir a su cuidadoso examen. Es innegable que María, a partir de la decisión de Cristo agonizante, se hace cargo de todos los hombres, sus hijos.

4.- Las auténticas tradiciones navideñas. Maestra de fidelidad al Padre, la presencia perceptible de María en el mundo señala el único Camino a recorrer. Lo ofrece a los pastorcitos y a los Reyes Magos. En ellos lo ofrece a todos aquellos que decidan ser humildes como los primeros adoradores del Niño Dios. Mañana, desde esta noche “de paz y de amor”, la Iglesia y el mundo celebran la Navidad. La Navidad recuerda el nacimiento de Jesús. Pierde todo su sentido cuando se la aleja de su principal protagonista. La forma folclórica, con la que la sociedad moderna la celebra, hoy se manifiesta en múltiples imágenes supletorias de su verdad: árboles decorados y la presencia de un simpático Papá Noel. Se abandonan las mejores tradiciones navideñas. No obstante, conservan algunas recuperables expresiones familiares y de amistad. Sin el Niño Dios, en brazos de María y adorado por José, los pastores y los Reyes, todo es relativo y marginal.

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