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Mons. Castagna: "Es preciso lograr que la Palabra llegue a nuestros contemporáneos"

El arzobispo emérito de Corrientes aseguró que "ante un mundo 'cristiano' descristianizado", se necesita que le "transmitan, mediante la prédica, la Palabra de Dios que suscita la fe".

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, ofreció sus tradicionales sugerencias para el domingo de 21 de mayo, y aseguró que “el mundo necesita que le transmitan, mediante la predicación, la Palabra de Dios que suscita la fe”. Es la verdadera misión de la Iglesia, hoy tan necesaria como en su remoto enfrentamiento con el mundo pagano”, expresó el prelado.

Aunque, dijo, “es más difícil su actual enfrentamiento con un mundo ‘cristiano’ descristianizado”. “Es preciso volver a la metodología apostólica y, de esa manera, lograr que la Palabra llegue a nuestros contemporáneos. Ella consiste en una indisoluble unión con Cristo y en el infaltable testimonio de la santidad. Condiciones inseparables”.

Y finalizó: “Cristo venció al pecado y a la muerte. Su victoria es transmitida a los auténticos creyentes. Se produce mediante la Palabra y los sacramentos. Es oportuno adecuar la predicación y la catequesis a los nuevos desafíos”.

Texto de las sugerencias

1. Mateo 28. Recuerdo, hace muchos años, haber iniciado una serie de visitas pastorales, con un propósito que involucraba a todo el pueblo cristiano: “¿Qué hacemos con Mateo 28?” Es el mandato misionero formulado por Cristo antes de su Ascensión a los cielos. Hoy, en vías de concluir el tiempo pascual, recordamos aquel acontecimiento. No alcanza quedarnos con una imagen de Cristo glorioso, alojado junto al Padre. El mandato misionero está necesariamente vinculado con su Ascensión. “Nos dejas Pastor Santo“ no agota la verdad del acontecimiento mientras permanezca entre las líneas de un emotivo poema de despedida. Se deduce, por voluntad del mismo Señor, la exigencia de evangelizar al mundo. Todo el mundo, con su diversidad de culturas y civilizaciones. El pueblo creyente, en virtud de su fe en Cristo, recibe el mandato misionero y se constituye en testigo calificado del misterio revelado en el Hijo de Dios encarnado, muerto en la Cruz y resucitado.

2. En la Ascensión la Pascua está cumplida. La Ascensión a los cielos constituye la culminación del Misterio de la Pascua. Cristo no es el Pastor que abandona a su rebaño en la tenebrosa oquedad de un mundo sin más horizonte que la muerte. Su plena posesión de la Vida eterna realiza el misterioso intercambio: en Él nuestra naturaleza humana llega a la eternidad de Dios; esa presencia suya -desde el Padre– se revela con un realismo inimaginable. Su física desaparición no contradice a la promesa de quedarse entre quienes creen en Él: “Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 20). La fe es un presupuesto irremplazable en la etapa temporal de la vida de los hombres. El propósito de la predicación apostólica es suscitar la fe en Cristo; responde, por tanto, a la urgente necesidad que tiene el mundo de recibir la Palabra de Dios. Precisamente de esa Palabra procede la fe: “La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra de Cristo”. (Romanos 10, 17) Cristo y la Palabra se identifican. Predicar la Palabra es predicar a Cristo. La adhesión a Cristo se logra al recibir la Palabra. San Juan lo afirma de esta manera: “Pero a todos los que la recibieron (a la Palabra), a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios”. (Juan 1, 12)

3. En un mundo descristianizado. De la afirmación del Apóstol y evangelista Juan se desprende la lógica conclusión de que es preciso escuchar y aceptar la Palabra para obtener la Vida eterna. Trascendiendo la época apostólica comprobamos que, hoy también, el mundo necesita que le transmitan, mediante la predicación, la Palabra de Dios que suscita la fe. Es la verdadera misión de la Iglesia, hoy tan necesaria como en su remoto enfrentamiento con el mundo pagano. Es más difícil su actual enfrentamiento con un mundo “cristiano” descristianizado. Es preciso volver a la metodología apostólica y, de esa manera, lograr que la Palabra llegue a nuestros contemporáneos. Ella consiste en una indisoluble unión con Cristo y en el infaltable testimonio de la santidad. Condiciones inseparables. De todos modos, el mal mantiene su influencia diabólica y tienta a los mejores hombres y mujeres. La guerra del mal contra el bien, por momentos parece agravarse. Sin embargo Cristo ha vencido al pecado y a la muerte. Su victoria es transmitida a los auténticos creyentes. Se produce mediante la Palabra y los sacramentos. Es oportuno adecuar la predicación y la catequesis a los nuevos desafíos.

4. Todo poder en el cielo y en la tierra. La Resurrección manifiesta la plenitud de Vida de Jesús. En virtud de la misma recibe todo poder “en el cielo y en la tierra”. De esa manera transmite su propia capacidad a quienes obrarán en su Nombre. La coherencia de vida logrará transparentar, en el empeño misionero de aquellos discípulos, la virtud regeneradora de la Pascua. Se produce un tsunami de conversiones. Una verdadera explosión de gracias, causada por el Espíritu de Pentecostés. Hoy, más que entonces, el poder de Cristo resucitado derrotará al mal avasallador que nos agobia y entristece. Debemos confiar en la promesa del Señor, que asciende a los Cielos. Nuestra fe en Él es confianza absoluta en la vigencia de su poder redentor.+

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