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Info General Por José Conde Ramos

Hoy, más que nunca, Perón

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Ante la urgencia de volver rápidamente a la normalidad que nos quieren imponer los sectores de poder, anteponiendo la custodia de sus bienes materiales a la salud de las personas, queremos hacer un repaso analítico. Desde lo general a lo particular. Desde el mundo a nuestro Movimiento. Y aportar al debate el rescate del pensamiento crítico y del pensamiento estratégico.


El confinamiento de J.W. Cooke al olvido (en política nada es casualidad) implicó enterrar el pensamiento crítico que la sociedad argentina llegó a desarrollar y que hoy tan bien nos vendría. Por eso DE FRENTE lo cita como la expresión más clara de ese pensamiento, que toma gran valor en este presente (y futuro) de reconstrucción y que está indisolublemente ligado al pensamiento estratégico de Perón.


El mundo entero reclama volver a la normalidad. Pero ¿a qué normalidad? ¿La de la hegemonía de Estados Unidos y de los think tanks que operan como usinas del pensamiento liberal universal? ¿La de generar conflictos en Medio Oriente para adueñarse de su petróleo? ¿La de la Primavera Árabe y los bloqueos comerciales a Cuba, Venezuela e Irán? ¿La de la concentración descomunal de la riqueza y la contaminación del medioambiente, de los ríos y los océanos?


De qué normalidad hablamos, con una Latinoamérica desarticulada por mandato de EEUU y ejecutado por los gobiernos liberales entreguistas que son socios menores del capital financiero globalizador.


¿La normalidad del saqueo de Menem, Cavallo, Dromi, Estenssoro y Barra? O la de De la Rúa y los progresistas artífices del retorno triunfal de Cavallo y de la revelación política de Alberto Flamarique y Patricia Bullrich, que sometieron al pueblo argentino al peor escenario que se podía esperar en democracia.


¿Volver a la normalidad de lo que pudimos hacer y no hicimos con Néstor y Cristina? A los militantes del latrocinio como Jaime o López, que en nombre del peronismo o de un progresismo (de identidad incierta) robaron y así deshonraron a nuestros compañeros muertos, desaparecidos, encarcelados, torturados y exiliados.      

               

Ya vimos la normalidad del nuevo saqueo de la banda de Macri y sus amigos sin escrúpulos ni patria, versión de una síntesis moderna de un liberalismo perverso y devastador, que dejó a nuestro país en ruinas. Con una desocupación vergonzosa, una inconmensurable informalidad laboral, quebrada la pequeña y mediana industria, quebrado el sistema de salud, vaciadas las ciencias y ultrajada la comunidad científica; con la educación pública en vías de extinción y con la angustia generalizada de ver la patria otra vez en llamas.


De qué hablamos cuando hablamos de normalidad. ¿De un radicalismo que arrió sus banderas al aliarse con los CEO del Pro, cáfila de corruptos que crecieron y se enriquecieron prendidos a la teta de un Estado prebendario? Un radicalismo que destrozó así su historia, que traicionó a la Revolución del Parque, la valiente abstención frente al voto fraudulento, a Alem, a Yrigoyen y al propio Alfonsín.

¿O hablamos de la normalidad de un Movimiento Nacional atomizado? De un Partido Justicialista inexistente, cerrado, chiquito, encorsetado, incapaz de formar y propiciar políticas de cuadros. Un partido estéril a la hora de generar políticas de masas que acompañen al Gobierno con propuestas y correcciones cuando sus medidas lesionen o no sean las respuestas adecuadas a las necesidades, las angustias o las aspiraciones de nuestro pueblo. Un partido que en varias provincias suele poner zancadillas a los intereses del conjunto. Que contribuye a que se impongan señores feudales (un gobernador es otra cosa muy distinta), casi siempre elegidos a dedo por sus antecesores —casi nunca por mérito de militancia—, como consecuencia de la rosca o la trenza o del nepotismo. O, peor aún, por afinidad con el amigo y/o cómplice en los negocios. ¿Vamos a reincidir en estas prácticas que impiden el surgimiento de nuevos y mejores cuadros? Hasta cuándo vamos a seguir sobrevalorando la picardía. Hasta cuándo nos parecerá normal que la trampa prevalezca sobre una construcción política seria y calificada, capaz de convertir al PJ en un partido movimentista y formador de cuadros. Hay coyunturas propicias para modificar las reglas de juego, pero rápidamente se convierten en oportunidades perdidas si las dejamos pasar. De nosotros y no otros depende que forjemos un PJ integrador y vigoroso, que provea al movimiento de una herramienta indispensable para transformar la realidad. O que sigamos, como hasta ahora, malogrando el legado de Perón y Evita.


Llegó la hora de repensar, entonces, cuál es la supuesta normalidad del empresariado nacional, disperso y confundido desde hace décadas. Un actor clave que no logra vertebrar la unidad ni su institucionalidad para poder dialogar con el Gobierno y de esta forma acompañar, apoyar e impulsar la elaboración de políticas que nos doten de la fortaleza necesaria para cimentar una identidad nacional.

O cuál es la normalidad de un movimiento obrero fraccionado y por tanto funcional a la tarea estratégica, incesante, del enemigo que siempre buscó dividir, disociar y atomizar a los trabajadores. Una clase obrera que no debe dejar de asumir la responsabilidad histórica de constituirse en la columna vertebral del Movimiento Nacional y Popular. Sin olvidar que carga en sus espaldas el designio y el encargo de Perón. Que debe ser fiel a su propia historia y honrar la lucha de sus trabajadores encarcelados, sus desaparecidos, sus torturados y fusilados. La virtuosa herencia de La Falda, Huerta Grande y Primero de Mayo.


Este es el momento histórico para recuperar el pensamiento estratégico de Perón y el compromiso de Evita, lo mejor de Néstor y de Cristina. Sólo nos falta poner en marcha la voluntad política para construir otra normalidad, la de una comunidad organizada.


En este contexto mundial, donde la pandemia exacerba los nacionalismos y se contraen los mercados, depende de nosotros que seamos capaces de salir adelante y vivir con lo nuestro. Además de la palabra escrita y la obra de gobierno de Perón, contamos con la guía insustituible del Papa Francisco para transformar el presente y edificar el futuro.


Superar la dispersión y el individualismo que han implantado el modelo y la cultura neoliberal exige concretar una síntesis indispensable: la puesta en marcha del PJ como fuerza sustancial del Movimiento Nacional, la unidad del Movimiento Obrero y la unidad e institucionalidad del Empresariado Nacional. Por eso, HOY MÁS QUE NUNCA: PERÓN.

 

Por José Conde Ramos

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