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Hallaron en Capital una coral y destacan su importancia en el ecosistema

Encontraron en Capital una serpiente perteneciente al género Micrurus, conocida habitualmente como “coral verdadera”. El ejemplar fue localizado en el establecimiento Haras El Remanso, sobre la Ruta Nº 12 km 1.040. No es habitual detectar ese tipo de ofidios y por eso la doctora Bertha Valdovinos (propietaria del inmueble donde apareció) requirió la intervención del Centro Interactivo de Serpientes Venenosas de Argentina (Cisva), cuya directora es la doctora Pamela Teibler, y de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional del Nordeste (Unne).

Los integrantes del Cisva realizaron el registro de las características morfológicas y determinaron que se trata de un ejemplar macho, cuya longitud es de 1.05 metro y su peso de 148 gramos.

La identificación taxonómica fue realizada por el investigador de Conicet, el doctor en Ciencias Biológicas Alejandro Raúl Giraudo, quien confirmó que se trató de una Micrurus baliocoryphus.

Como todas las serpientes, las corales verdaderas cumplen un rol importante en el ecosistema como controladores biológicos. Se alimentan de reptiles serpentiformes, principalmente serpientes y anfisbenas, ranas, lagartos, etc.

Es importante destacar que no son serpientes agresivas a menos, claro, que sean molestadas. Como todo animal se defiende ante una amenaza. Inocular su veneno a través de su mordida es uno de sus últimos recursos de defensa.

El ejemplar fue liberado en su hábitat natural, en un área segura para él y para la población.

Si bien no es común toparse con una coral verdadera (es más frecuente el avistaje de corales falsas) resulta fundamental conocer de la existencia de estos animales, y cuidarlos, ya que tienen un rol trascendental en el ecosistema local.

En peligro de extinción

Hace un par de años los investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) sumaron dos nuevas especies al inventario de serpientes: la Pseudoboa nigra, de la que no se tenían ejemplares de referencia, y una Micrurus silviae, hallada en Corrientes y de la cual hay muy pocos ejemplares.

Con estos registros son 137 las especies y subespecies citadas para la ofidiofauna argentina. Los registros fueron realizados por el equipo de Alejandro Giraudo, del Instituto Nacional de Limnología en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional del Nordeste y el Museo Argentino de Ciencias Naturales, aunque ya en la década del 70 el investigador norteamericano Joseph Bailey había mencionado que la Pseudoboa nigra podía existir en el país. Sin embargo, no daba precisiones sobre dónde podía habitar ni citaba ejemplares de referencia de algún museo.

El género Pseudoboa comprende seis especies de serpientes que se distribuyen en gran parte de América del Sur, oeste de Panamá, y en las islas Tobago y Granada, pero existían dudas sobre su existencia en la Argentina: “Con el ejemplar que encontramos confirmamos que está presente en el país. Posiblemente, haya poblaciones de estas serpientes en una gran parte de la región chaqueña”, acotó.

Otra coral en Corrientes y en Argentina

Giraudo informó además que sumaron una rara especie de serpiente de coral a la lista de ofidios argentinos. Se trata de Micrurus silviae, que afuera del país ya había sido inventariada en 2007. “Fue en Brasil, a unos 300 km del límite con Argentina. Luego hicimos campañas en Corrientes, sobre todo cerca del río Uruguay, y encontramos dos en la localidad de Santo Tomé, frente a uno de los puentes internacionales”, manifestó.

“Es una especie en peligro de extinción, porque de 300 ejemplares que revisamos en la región que habita solo había 20 de esta especie de coral. Además de ser raras, sus poblaciones fueron muy afectadas por la represa de Yaciretá y ahora lo será por la de Garabí, que inundará parte de la zona donde las encontramos por primera vez en Argentina”, lamentó.

La coral hallada se diferencia de otras por la disposición y la cantidad de anillos que decoran su piel. “En algún momento había dos especies de coral citadas para Argentina, pero hoy ya tenemos siete. Son parecidas entre sí, por lo cual eran confundidas, pero a medida que vamos hallando ejemplares, nos vamos dando cuenta de que hay algunas que no fueron descriptas”, continuó.

Agregó que el hallazgo es importante porque son serpientes peligrosas para el hombre y para tratar su envenenamiento hay que producir sueros antiofídicos específicos.

“Conocer las serpientes, su bioecología y distribución nos ayuda a idear acciones de conservación para evitar que sean exterminadas o para evaluar dónde se deben distribuir los sueros antiofídicos, en el caso de las serpientes venenosas. La biodiversidad es un patrimonio nacional que debemos cuidar. Tener bien inventariada la flora y la fauna posibilita que un país conozca sus recursos, significa oportunidades de conservación de un patrimonio esencial para la supervivencia de las generaciones futuras”, finalizó Giraudo.

Pseudoboinos

El equipo de Giraudo se dedica desde hace varios años a relevar las serpientes que existen en el país. Una de las maneras de hacerlo es mediante campañas de registro, la forma en que encontraron el ejemplar de Pseudoboa. “Se encontró esta especie en enero del 2014, en el Impenetrable chaqueño, cerca de Fuerte Esperanza”, recordó.

Se trata de culebras que llegan a medir 1,50 metro, que no son peligrosas para el hombre y que pertenecen al grupo de los denominados Pseudoboinos. “Son muy interesantes porque varios Pseudoboinos comen otras serpientes, incluso las venenosas, cumpliendo una importante función como controladores naturales, además de ser inmunes a sus mordidas. Es posible que estudiando esa inmunidad se puedan encontrar mecanismos para prevenir o tratar accidentes ofídicos”, aseveró.

Otros de sus rasgos es la disposición de dientes posteriores con canales conectados a pequeñas glándulas con un veneno, que es generalmente poco tóxico para los seres humanos, pero letal para sus presas. “Los venenos de las serpientes han sido importantes modelos para el desarrollo de medicamentos. Un ejemplo es el de la yarará, cuyo estudio permitió diseñar fármacos para bajar la presión arterial”, sostuvo.

En cuanto a alimentos, las musuranas prefieren comer otras serpientes, lagartos o mamíferos pequeños. “La gente del campo cree que las musuranas son las serpientes que se prenden de las ubres de las vacas. Sin embargo, son animales que no pueden mamar como los mamíferos porque no poseen la musculatura para hacerlo”, detalló.

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