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El Carnaval de Corrientes es fiesta e industria que resumen una pasión

El carnaval correntino atraviesa los días centrales de una fiesta que inició a fines de enero y que marcha a ritmo de desfile y percusión con destino a un cierre multitudinario en el feriado del 20 de febrero, periodo que pone en punto de ebullición una pasión asentada como expresión cultural y que descubre múltiples facetas.

El carnaval oficial de Corrientes tiene nueve instituciones que reúnen a un total de 4.000 personas, quienes a lo largo de 10 noches de desfile de comparsas y tres de shows teatrales, ponen el cuerpo a la música y el baile que hace de esta fiesta la expresión más multitudinaria de la cultura local.

Las comparsas Ará Berá, Sapucay, Copacabana y Arandú Beleza son las animadoras del carnaval correntino junto a las agrupaciones musicales Imperio Bahiano, Samba Total, Sambanda, Samba Show y Kamandukahia.

En conjunto, conforman una manifestación que es considerada de numerosas maneras, desde la perspectiva cultural, hasta la económica por su impacto en el turismo y el comercio, pasando por la frivolidad y el encanto que tienen los días dedicados a la pasión que desata rivalidades.

Así es que cada comparsa vive a su manera y desde su propia identidad este momento.

La comparsa Sapucay del Taraguy tiene 860 integrantes de los cuales 155 participan de la escuela de samba, desfila con 7 carros, 43 grupos de baile y 129 «sapukines», es decir, niños y niñas bailarines.

El costo básico de un traje en Sapukay va de 80.000 a 100.000 pesos. ¿Y el máximo? Preguntó Télam, y la dirigente Prince Verdaguer respondió tajante:

«Lo que diga el delirio de cada uno».

Y coincide con la presidenta de la comparsa, Guillermina Velazco, en negar que el valor de las confecciones marque el status dentro del cuerpo de baile.

«Depende de si está en un grupo o es solista, pues cada grupo tiene un coordinador que se hace responsable de buscar, por ejemplo, materiales alternativos que dan el mismo efecto que uno de lujo», indicó.

Para afrontar los costos que insume la creación de un traje, es tradición en Corrientes el llamado «banco de plumas», que los propios comparseros generan con el canje y la compra y venta de los materiales que reutilizan a lo largo de los años.

Es así, ya que una pluma de faisán tiene un valor comercial promedio de 2000 pesos, o bien, una de manufactura local, como de ñandú y de tamaño pequeño, puede valer 1.400 pesos.

A pesar de los costos, el carnaval está establecido como una manifestación cultural con una puerta de acceso popular, conformada por las expresiones barriales y que se proyecta, además, al corso oficial.

«El carnaval es sumamente integrador en todos los sentidos, desde las perspectivas de género, generacional, sociales y económica, con personas desde los 5 hasta los 80 años de edad, de todas las profesiones y todas tienen su lugar», definió el secretario general de Sapucay, Raúl Alfonso, un ex diputado y dirigente autonomista.

«Participa todo el mundo, es una expresión cultural muy fuerte», aportó la considerada «reina de reinas» del carnaval correntino Elida «Rubia» Meana Colodrero y completó Verdaguer al añadir que se trata de una ocupación «sana, ya que hasta los chicos están contenidos y pasan tiempo ensayando desde principios de año».

Para sostener esa estructura cada institución debe recurrir a una inventiva que también se ha hecho tradición para la búsqueda de fondos, con ferias, ventas de platos, donaciones y desde este año por primera vez en el carnaval correntino, con la posibilidad de tener sponsors mediante la venta de publicidad para sus cuentas de redes sociales.

«Las autoridades y el gobierno tienen el número de lo que genera el carnaval, no solo es la fiesta más importante que tiene Corrientes, es la puerta para ver y vivir todas las otras fiestas, por eso digo que nos sentimos maltratados, porque el Instituto de Cultura no habla de carnaval», remarcó Guillermina Velazco.

«Nuestro carnaval dejó de ser dos plumas y tres lentejuelas, es una industria», sintetizó Alfonso.

Y subrayó que «es importante rescatar el valor agregado que genera la fiesta para la economía, porque la ciudad se moviliza a través de trabajadores como modistas, artistas, zapateros, herreros, bordadoras, talleristas y vendedores, y lo que generan es incalculable».

Aunque parezcan entidades similares y en la avenida de 600 metros del corsódromo «Nolo Alías» luzcan con el mismo esplendor, las comparsas y las agrupaciones musicales tiene diversas características que las definen y las diferencian.

Joaquín «Papu» Rivarola de 23 años de edad es el presidente de la agrupación musical Kamandukahia y quienes lo rodean lo presentan como el titular más joven de las nueve instituciones que conforman el carnaval correntino. Desde los 18 años forma parte de la comisión directiva de la organización que en 2009 se desprendió de la agrupación Samba Total tras una iniciativa de su padre, Walter Rivarola, junto a su hermano Ezequiel «Zequi» Rivarola, luego de salir de Samba Total.

«Somos una familia carnavalera, desde nuestros padres en Ará Berá en tiempos de la histórica rivalidad con Copacabana, hasta la locura de mi hermano Walter, que lo llevó a fundar esta agrupación junto a un grupo de amigos», sostuvo Zequi en un diálogo compartido con Télam.

Kamandukahia fue fundada como comparsa, es decir, con 620 integrantes. Hoy, con 220 participantes, esta agrupación musical lleva como sello distintivo el aporte que hace la institución a pasistas y músicos para la confección de los trajes y preparación de instrumentos.

«Se les brinda la posibilidad de que entren en el carnaval de la capital nacional del carnaval, dándole el 99,9 por ciento del traje para que desfilen», precisó Joaquín Rivarola.

En Kamandukahia los trajes alcanzan valores que van desde los 35.000 hasta un máximo de 250.000 pesos, según estimó su presidente.

Y profundizó al decir que «es grande la cifra que se maneja a nivel económico, tanto por materiales, telas, estructura y hasta profesionales, como los de la música, que suman a un número importante que aporta a la economía desde el carnaval hacia el pueblo».

Para hacerlo viable, dijo, «están los talleres que durante todo el año trabajan para no llegar sobre la hora a las noches de corso». «Por eso nuestro galpón está todo el año abierto, especialmente armando trajes», agregó.

Técnicamente, una característica primordial de las agrupaciones musicales que las distingue de las comparsas es que, más allá del número de integrantes, deben volcar más participación a la batería de percusión.

De los 220 bailarines y músicos que la conforman, Kamandukahia tiene 135 participantes en la batería de escuela de samba, que es integrada, además, por un grupo de músicos llegados desde la localidad de Fontana, provincia del Chaco. Durante los fines de semana se alojan en el galpón que la agrupación tiene en el corsódromo.

Eso, llevó a Rivarola a considerarla una «verdadera escuela de música», por el impacto que tiene la técnica y el aprendizaje al que acceden participantes que van desde niños hasta adultos mayores. «Durante el año se preparan con directores, que inician desde una enseñanza», subrayó.

«Esta fiesta es un acontecimiento importante de nuestra cultura, pero también es una pieza fundamental para el turismo de la provincia: es único, es más artesanal, es otra cosa, una fiesta distinta, con más trabajo en los trajes, que despiertan la sorpresa de los foráneos», resumió Zequi Rivarola.

«Todas las culturas de la antigüedad han tenido su carnaval, porque la vida te lleva a situaciones difíciles y el carnaval descomprime el año, es poder ser lo que se te ocurre, tener la libertad del carnaval es una necesidad del ser humano, como la alegría y la fiesta y más después de haber pasado años de pandemia en los que nos metimos para adentro, tan difíciles para las sociedades de todo el mundo», reflexionó sobre el final «Rubia» Meana Colodrero.

El carnaval de Corrientes se extenderá hasta las noches de los días viernes, sábado y domingo próximos en el corsódromo de la Ruta Nacional 12, con entradas que van desde los 1.500.

Fuente: Télam

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