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Día de la Virgen del Rosario de San Nicolás: A 38 años de la aparición, un recorrido por la historia de la celebración católica

Hace casi cuatro décadas ocurrió la aparición de la Virgen María a una vecina de la ciudad de San Nicolás, que fue aceptada por la iglesia católica argentina como un “hecho sobrenatural” y convoca cada 25 de septiembre a centenares de miles de peregrinos que la consideran milagrosa.

Cuando notó que el rosario que colgaba en su habitación se iluminaba, comenzó a rezar. Entonces sintió un hormigueo en los brazos como un aviso celestial y de repente se le apareció la Virgen María. Gladys Motta, ama de casa y devota católica, tenía 46 años.

Era el 25 de setiembre de 1983 y cuando Gladys proclamó semanas después el acontecimiento milagroso, la jerarquía eclesiástica y el pueblo cristiano lo celebraron. A su influjo, la ciudad de San Nicolás, de rica historia, adquirió una nueva identidad: se convirtió en la Ciudad de María, que comenzó a convocar a legiones de fieles desde los cuatro puntos cardinales de la fe.

Primero había sido la Ciudad del Acuerdo, desde que el 31 de mayo de 1852, trece provincias sentaron en su territorio las bases de la organización nacional. Fue cuando firmaron el Acuerdo de San Nicolás, que consagró las coincidencias que dieron nacimiento a la Constitución de 1853.

Pero en 1960 la puesta en marcha de la gigantesca planta siderúrgica de SOMISA produjo un desarrollo industrial con un impacto demográfico, económico y social gigantesco que la transformó y la convirtió en la Ciudad del Acero.

El temor a la debacle

La última transición fue traumática. Porque la privatización de SOMISA en 1992, durante el gobierno de Carlos Menem expulsó a 6500 trabajadores (más de la mitad del personal) por despidos y retiros voluntarios forzosos, y se temió una debacle socioeconómica. Las movilizaciones obreras que eran multitudinarias porque las acompañaba la ciudad entera, no pudieron evitar el achicamiento brutal.

Sobrevinieron la crisis y la depresión. Parecía que todo se derrumbaba alrededor, y surgió el temor colectivo de que San Nicolás se convirtiera en una Ciudad Fantasma. Pero ya estaba la Virgen, cuya imagen acompañó la lucha en los paros y movilizaciones y escuchó los ruegos de los damnificados. Dio contención y esperanza.

La potencia espiritual de María brindó consuelo y sostén anímico hacia el interior de San Nicolás, pero sobre todo concitó una adhesión fervorosa más allá de sus límites, en toda la Argentina y en los países limítrofes. Se convirtió en un portentoso fenómeno de fe popular inquebrantable, que comenzó a medirse por millones de fieles, por kilómetros de fe, por toneladas de amor.

Todos acudían en busca de la Virgen del Rosario de San Nicolás, así denominada después de que Gladys reconociera los rasgos de la aparición en una imagen serena y refulgente de la virgen del Rosario con el niño Jesús en brazos, de tradición europea, arrumbada en un depósito de la Catedral.

Restaurada la imagen de la virgen y el niño, y tocados ambos con coronas de oro y plata, fue colocada en una vitrina en lo alto del templo, en un sitio de honor, para que pudieran visitarla los fieles.

El insondable misterio de la fe

La explicación de por qué la Virgen eligió a San Nicolás y a Gladys, solo puede hallarse en el insondable misterio de la fe. Pero la humilde mujer, que apenas había cursado hasta el cuarto grado de la escuela primaria, convenció a las autoridades eclesiásticas de que no se trataba de un delirio místico.

En mayo de 2016 el entonces obispo de San Nicolás, el monseñor Héctor Cardelli, reconoció en un decreto el “carácter sobrenatural” del acontecimiento, aunque el Vaticano no se pronunció hasta ahora.

Mucho antes los marianos que en la Argentina son multitud, ya la habían convertido en una de sus advocaciones preferidas, con movimientos de masas equiparables a los que concitan las seculares imágenes de la virgen de Luján; la del Milagro de Salta, o la de Itatí, en Corrientes.

Gladys, que hoy tiene 84 años, sigue viviendo en la casa sencilla que habita a cien metros del templo. La entrada y el patio delantero de su vivienda están siempre sembrados de mensajes de quienes la consideran una intermediaria directa con María.

El campito sigue estando, pero en el lugar se erige imponente el Santuario de la Virgen del Rosario de San Nicolás, que tardó veintisiete años en construirse a partir de 1987, y es uno de los templos más grandes de la Argentina, con capacidad para 9.000 fieles de pie. A lo largo de los años ya lo visitaron decenas de millones de devotos.

El reencuentro personal con los fieles

La pandemia frustró en 2020 el encuentro personal de los fieles con la Virgen del Rosario. Este año la fiesta podrá realizarse en forma presencial, aunque fue suspendida la ceremonia nocturna en la que con el primer segundo del día 25 los visitantes le cantan el cumpleaños feliz, así como la emocionante peregrinación de los jóvenes que llegaban tradicionalmente de las villas del Gran Buenos Aires, la noche anterior.

El lema que acompañará a la celebración de este año será “Juntos con San José, nos acogemos bajo tu amparo, Santa Madre de Dios”. El obispo de San Nicolás, monseñor Hugo Norberto Santiago, explicó que “este año vamos a tener más presente a San José, ya que el papa Francisco ha decidido dedicar este año al Santo”.

La que fue la Ciudad del Acuerdo, primero, y la Ciudad del Acero después, ya se convirtió definitivamente para millones de devotos en la Ciudad de María, la virgen milagrosa que despierta una devoción más resistente que el acero y concita el acuerdo del pueblo para su veneración.

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