Según los datos de quienes viven en el lugar, actualmente hay unas 2.000 personas instaladas. La cruda realidad de la crisis habitacional.
Pasaron ocho años del inicio de una toma que marcó un quiebre en Corrientes, generando luego otros focos de asentamientos informales en los barrios Galván, Quilmes y Patono. Pero no se trató sólo de tomas de tierra, sino que fue una forma de poner sobre el tapete el tema de la falta de vivienda en la agenda social y política. Pocas son las familias que viven allí hoy y que estuvieron desde sus comienzos, la mayoría fue llegando con los años. Sólo quedan unas pocas de las que formaron parte de la toma inicial.
Es que el lugar por el que pelearon y que ocupó las tapas de diarios durante meses se convirtió para muchos en un sitio de dolor y decidieron irse, mientras que para otros hoy es la recompensa por no claudicar. Fue entre el 7 y el 9 de julio de 2012 cuando se dieron los días más duros de la toma y la conformación del asentamiento. La presencia policial, la caballería, la medida de no innovar, el frío, la lluvia, la desolación, la discriminación, fueron parte de lo que se colaba en las carpas hechas con plásticos, que crecían sobre todo durante las noches y se hacían añicos con el viento durante el día.
Pero también en el predio hubo decisión de contar lo que sucedía: historias de personas que esperaban una vivienda hacía años, de familias que no tenían acceso a un crédito nacional y de quienes vivían hacinados se fueron hilvanando mientras la palabra “okupas” ganaba fuerza en los titulares.
Pasaron ocho años desde que un grupo de personas decidió instalarse en un terreno privado. La causa judicial continúa abierta, poco se sabe de ella y si bien hace un año hubo rumores judiciales de un posible desalojo, nada de eso ocurrió. Es que la mayoría de las personas que fueron acusadas de usurpación ilegal ya no están en el predio.
Los ecos de la toma del Pirayuí, hoy ya convertida en una zona mas de la ciudad, aún se sienten y sirvieron para que la sociedad toda pueda visibilizar una problemática que atravesaba a todos los sectores sociales, pero que en algunos pegó siempre con más fuerza. Pero los años pasaron y poco a poco el lugar fue cambiando, casas de material se construyeron en donde antes solamente se alzaban carpas de plástico. En el lugar viven familias trabajadoras y con el tiempo fueron llegando profesionales, comerciantes y personas que trabajan en las fuerzas de seguridad.
Es que la venta ilegal de terrenos fue un tema de relevancia. En el lugar conviven casillas precarias con casas de material en las que no faltan antenas de televisión. Sin dudas, nada se parece al 2012 cuando todo eran plásticos, alambres y desolación.
Se estima que en el predio de 44 hectáreas en total viven unas 2.000 personas. El lugar se extiende desde el final del Pirayuí Viejo, bordea el arroyo Pirayuí, por medio del puente negro se une al barrio Dr. Montaña y al barrio Nuevo, y por el otro lado al Pirayúi Nuevo.
Calles que se abren entre las casas unen las distintas zonas. Aseguran que a diferencia del inicio del asentamiento las familias casi no se conocen entre sí, pero la crisis del último año hizo que más personas se establezcan en el predio. “Ya no entra ni un alfiler más”, resumen quienes llevan más tiempo viviendo dentro del asentamiento