Opinión del Lector

Un acto ómnibus

El acto en Congreso rompió varias marcas históricas. Es el primero que se le hace a un gobierno a 45 días de asumir. Es uno de los actos gremiales más masivos de la democracia. Y fue convocado en plenas vacaciones y con mucho calor. Contra la ley ómnibus, un acto ómnibus. La estrategia brutal del Gobierno despertó una resistencia pacífica, pero motivada y combativa.



Son tres factores para tener en cuenta, sobre todo para el Gobierno. La gran convocatoria fue la respuesta a su estrategia brutal de enviar el DNU y la ley ómnibus para destruir el sistema previsional, las relaciones laborales y los derechos de los trabajadores, privatizar las empresas del Estado, destruir la pequeña y mediana industria nacional, atacar a la cultura, desproteger el medio ambiente, destruir salarios, jubilaciones e ingresos con una mega devaluación sin actualización salarial y favorecer a las grandes corporaciones con exenciones impositivas y desregulaciones.



Es la primera vez que la CGT hace una convocatoria tan rápida y comprometida, incluso, porque movilizó todo el aparato para garantizar la asistencia. El teléfono 134 que puso Patricia Bullrich para amedrentar a la sociedad tendría que haber funcionado para recibir denuncias de los apretes que recibieron los trabajadaores estatales por parte del Gobierno para que no fueran al paro. Sin contar la provocación que implicó el despliegue inusitado de miles de policías al reverendo botón.



Todas las calles desde la 9 de Julio hasta el Congreso, la Avenida de Mayo, sus laterales y paralelas estaban cortadas. El famoso protocolo es puro humo. Hubiera sido imposible que una movilización de ese tamaño no interrumpiera el tráfico.



Y fue una manifestación pacífica, como lo fueron todas las movilizaciones políticas, gremiales, de derechos humanos y de movimientos sociales. El despliegue policial es innecesario para mantener el orden. Solamente lo usa Patricia Bullrich como forma de amedrentar y desalentar. Pero cuando una convocatoria es legítima, esos despliegues producen un efecto contrario al que buscan.



Es difícil hacer un cálculo sobre la cantidad de asistentes. La CGT y los partidos políticos tratan de evitar a la Plaza de los Congresos, porque es engañosa y se engulle a la gente, pero esta vez estaba desbordada. Salvo las zonas enrejadas, estaba llena la plaza completa (que son dos Plazas de Mayo y media) con las calles laterales, Hipólito Yrigoyen y Rivadavia, y las transversales, más la Avenida de Mayo hasta la 9 de Julio. Y era difícil caminar en cualquier parte, ya fuera adelante o atrás de la concentración. Eso es mucha gente.



Sobre Rivadavia estaban las agrupaciones políticas y los movimientos sociales, y en el resto estaban las columnas gremiales, de asociaciones culturales y de todo tipo porque la ley ómnibus y el DNU no dejan títere con cabeza y todos fueron al acto. Había muchas personas por la libre y mezclados con los manifestantes había también dirigentes de la izquierda y de Unión por la Patria.



Patricia Bullrich dijo que había 40 mil personas. Si ella lo dice, es porque podría haber hasta diez veces más, por lo menos. Esa cifra de 40 mil personas equivale a una Plaza de Mayo sin las calles laterales. Y había muchos más.



El tercer elemento para valorar el acto es que tanto la CGT, como los partidos políticos son refractarios a realizar convocatorias masivas durante los meses de vacaciones y menos en enero. Porque hace mucho calor, hay mucha gente de vacaciones, e incluso algunas empresas cierran durante todo el mes. Es el peor momento para un acto cuya principal fuerza tiene que estar en la masividad. Y la convocatoria fue muy fuerte, no sólo en Buenos Aires, sino en todas las ciudades del país, incluso en aquellas donde Milei ganó las elecciones presidenciales.



Los discursos de Pablo Moyano y Héctor Daer hicieron eje en las leyes laborales y de allí se ampliaron a los demás temas. Pero en el aire, en el alma del acto, la consigna con la que entraban las columnas a la Plaza era “La Patria no se vende”, lo que provocaba el aplauso de los que estaban a los costados y se sumaban al cantito. “La Patria no se vende” fue el corazón del acto donde, en ese contexto, Patria es todo, desde el salario hasta YPF, y también toca aspectos de la propia dignidad.



Un acto de esas proporciones no se produce por casualidad, o por puro aparato. Puede haber actos condicionados por esos factores, pero nunca con tanta concurrencia. Esa masividad fue la evidencia de que el discurso del Gobierno, que venía viento en popa, tocó un nervio de la sociedad que tiende a dar vuelta ese primer efecto.



La idea de “la Patria no se vende” también es “yo no me vendo”, o sea, “no soy una mercancía”, no todo es una mercancía, como está implícito en el discurso engañoso de Milei. De hecho, fue la consigna de la convocatoria y también fue la que se cantó con más entusiasmo y hasta podría decirse que con emoción. El discurso de Milei convierte en mercancía hasta los sentimientos y lleva un desprecio implícito a todo lo que suene a Patria.



La contracara de la estrategia brutal de estos primeros días del gobierno fue una respuesta masiva, la más rápida que provocó ningún otro gobierno y amalgamó propuestas que hasta ahora iban paralelas. De hecho la tercera oradora del acto fue la Madre de Plaza de Mayo, Línea Fundadora, Taty Almeyda, en representación de la mesa de organismos de derechos humanos.



El acto fue la expresión de los que salieron a defender sus derechos. Otro sector del país dice que para salir adelante hay que sacrificarse y mantiene expectativa para el futuro en las políticas del gobierno, a pesar de que hasta ahora ha sido muy perjudicado por la devaluación y la caída del consumo. Hay dos países, uno que empieza a estar muy motivado expresado en el acto. Y otro que irá perdiendo argumentos.

Autor: Luis Bruschtein|

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