Hijo de Martín Caran y María Simón. “Beto” 82 años. Casado con Norma Ema Jancik. Sus hijos Martín, José María y Daniel Roberto. Cuatro nietos.
“Beto” comenzó a trabajar desde muy joven, casi un niño, ayudaba a Samuel Smolinsky, a quién Martín Caran, padre de Beto, le alquiló un local sobre San Martín casi General Paz, para instalar una verdulería, Smolinsky traía la fruta desde Buenos Aires de la firma Beto Frutero, Pelusa y Cía. del mercado de abasto. Beto ayudaba y aprendía el oficio de vender frutas y verduras, como atender a los clientes, seleccionar la mercadería y otros secretos, todo ello unido a su don natural de buena gente. Su vocación por el trabajo se manifestó desde temprana edad.
Cuando el entonces presidente Juan Domingo Perón, hizo construir mercados municipales, en todas las localidades, Beto consiguió un puesto exterior en el flamante mercado municipal, sobre la calle Juan Pujol, muy cerca del portal de ingreso al edificio, se instaló cuando tenía 18 años. Cuando fue al servicio militar obligatorio, primero en Monte Caseros y luego en Mercedes, su padre, Martín, lo cubrió en su trabajo.
Al cumplir con la patria, retornó a su labor de vendedor de frutas y verduras, durante 46 años sin faltar un solo día al trabajo. Las mercaderías las traía de Buenos Aires, venían por ferrocarril, que siempre llegaba con algún retraso, a las 3 de la mañana de los días martes y jueves, con un carrito contratado para la oportunidad, esperaba la llegada del transporte ferroviario. Las vías trepidaban, cuando el “caballo de hierro” se acercaba a la estación del ferrocarril de la ciudad de Mercedes, ubicada sobre avenida Madariaga .en el Parque Mitre. El caballo de tiro del carrito, comenzaba a inquietarse, ante el creciente chirrido de las vías. Al detenerse la humeante máquina del ferrocarril, Beto Caran, en la penumbra de la madrugada, cálida o fría según la estación del año se movilizaba para cargar las mercaderías para su negocio. No podía disimular, cierta inquietud, siempre había un incógnita sobre la calidad del envío y Beto, quería lo mejor para su basta clientela.
Desde los parajes, le traían zapallos, mandioca, naranjas criollas, mandarinas, calabazas, batatas, que producían los chacreros, que llegaban con sus jardineras o carros, cuando se trataba de sandía y melones. Las sandías de tierra negra del Payubre, tenían un sabor especial y un color verde fuerte, Beto las vendía “caladas” para que los clientes comprueben la dulzura. En días de lluvias, muy frecuentes, se descargaba la mercadería soportando la inclemencia del tiempo. En los días de calor, el tórrido sol se soportaba con estoicismo. Nada de quejas, este era el trabajo elegido y amado.
Desde “los pagos” departamento de Concepción de Yaguareté Corá, también le traían mercaderías, melones, sandías, mandiocas, tabaco. Cuando el río Corriente estaba con poca agua, pasaban con los carros directamente, sino con la balsa a sirga que “pagaban” el cruce, con mercadería, de ahí el nombre de “los pagueros”.
Beto hizo muchos, muchos amigos, en 46 años de trabajo, nunca una discusión con los clientes, que le dejaban una lista, de mercadería que se acondicionaba en un cajón, nadie un reproche por alguna mercadería en mal estado.
Beto desarrolló silenciosamente su gran tarea de abastecer de frutas y verduras a la población, prestando un servicio a la comunidad toda, estos hombres son los que con su esfuerzo cotidiano y continuo, construyeron parte de esta comunidad. Aportaron honestidad, solidaridad y capacidad para llevar adelante una gran tarea, construyeron una familia, mantuvieron un prestigio, que se fue agigantando con el paso del tiempo. Beto, pertenece a esa raza de hombres de palabras “indoblegables” Nada de documentos, nada de firmas. La palabra más que suficiente.
Beto pagó con puntualidad los impuestos, muchos intendentes municipales y con ninguno tuvo una disputa, nunca diferencia, todos los intendentes, de distintos partido políticos e intervenciones federales lo visitaban en su negocio, del mercado municipal para adquirir alguna mercadería. Intercambiar un dialogo.
Beto, se afilió al partido Justicialista, Su esposa Norma, que se crió con la familia de Isabel Aquino, dirigente radical, era radical, aunque con el paso de los años, también Norma se afilió al peronismo. Beto era un peronista “practicante”, llevaba adelante la filosofía de su partido político. No explotaba a sus proveedores, le pagaba al chacrero el mejor precio, no aprovechaba, que los pequeños productores, tenían “si o si” para regresar a los parajes, vender sus productos, ofreciendo un precio vil. Beto, luego de cargar su margen de ganancias, incluyendo pagos de impuestos, ofrecía la mercadería al precio más accesible a su muy numerosa clientela. La cuestión es “vender mucho, no caro”. El comerciante prestaba un servicio a la comunidad donde desarrollaba su actividad.
Beto no entiende eso de “lleva tres y paga dos” le parece que forzar al cliente a llevar más de lo que necesita, no es ético. Por lo menos en aquella su época de trabajo, no lo era.
Eso de “la heladera solidaria” ya lo practicaba, Beto, en aquella época, de distinta manera. Cuando alguna persona, humilde, compraba en las carnicerías de los locales interiores del mercado municipal, “un huesito” para la sopa o el locro, Beto le obsequiaba alguna verdura para completar la comida. Beto juntaba algunos productos en estado no apto para la venta y se los entregaba a una persona que criaba cerdos, a la vera de la ciudad. Nunca pedía nada a cambio.
Beto era el verdulero de los ricos y de los pobres, en esa época la diferencia social era muy marcada y aquél que tenía dinero, mucho dinero, en algunos casos lo hacía sentir. Para Beto, todos eran clientes, iguales, aunque el volumen de la compra sea distinto.
La irrupción de los supermercados, cambió totalmente el comercio. La oferta se concentró en pocas empresas, que rápidamente dominaron el mercado. Las pequeñas empresas sin ningún tipo de protección del estado, que todo lo dejaba en manos del mercado, sucumbieron y con ellas cayeron los pequeños productores, ya que las grandes empresas no adquirían mercadería de los parajes, sino que la traían directamente con sus camiones de los mercado concentradores. El mercado municipal, recibió un duro golpe, cuando se anuló la disposición de que no podía abrir una carnicería o verdulería a menos de 7 cuadras del mercado, los puesteros cerraron o se trasladaron, quedando el edificio, desolado como mudo testigo de una época de esplendor.
El mercado dejó de ser mercado, la falta de competencia hizo que la mercadería subiera de precio, los pocos formadores de precios acordaban los valores, de las mercaderías, en perjuicio del consumidor, rehén de la concentración de la oferta.
Los hombres que habían hecho un sacerdocio de su profesión de comerciantes, se vieron desbordados, por la concentración de la riqueza en menos manos, en muchos casos foráneas, los hijos de Mercedes en muchos casos debieron inmigrar para labrase un porvenir, que su lugar de origen no le otorgaba. Las familias se separaron. El dolor de la partida una gran congoja para las madres y los padres.
En historias Salvajes de mi Corrientes, cuyo primer libro ya fue publicado rápidamente agotado, estamos preparando una segunda parte, reflejamos la cruel transformación de las costumbres de una sociedad que fue perdiendo identidad y tratamos de rescatar, difundiendo la existencia silenciosa, sin estridencia de estos mercedeños, correntinos, que son un ejemplo de vida, para las nuevas generaciones. Que como nuestros próceres defendieron la provincia con las armas de la guerra, estos correntinos defendieron la provincia con las armas de la paz.
Un hombre sencillo, con vocación de servicio, con una balanza de bronce de dos platos y pesas, una romana, un serrucho, un cuchillo, una mesa, trabajó con honestidad y ahínco, en beneficio de la comunidad.
Beto Caran y su esposa Norma, pertenecen a este grupo ejemplar.
Formó con su esposa Norma, una pareja indisoluble, compañero en la vida, siempre juntos.
Por: Francisco Rafael Frezzini Esquenazi, Escritor/Novelista.