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Preocupa la bajante del río Paraná, que ya alcanzó un mínimo histórico

Mientras los niveles del río cayeron al nivel más bajo desde la década de 1940, como resultado de años de sequía abrasadora que los científicos atribuyen al cambio climático, se profundizaron las tensiones en la economía.


Serpenteando a través de miles de kilómetros de selva y pampas sudamericanas, y pasando por extensas granjas de soja y maíz, el río Paraná es la principal vía del comercio argentino. Alrededor del 80% de las exportaciones de cultivos del país fluyen a través de sus aguas fangosas en ruta hacia el océano Atlántico.

Entonces, cuando los niveles del río cayeron al nivel más bajo desde la década de 1940, como resultado de años de sequía abrasadora que los científicos atribuyen al cambio climático, se profundizaron las tensiones en una economía que ya estaba luchando por recuperarse de su colapso pandémico.



Repentinamente, los operadores granos se vieron obligados a reducir la cantidad de carga en las barcazas, temerosos de quedar encallados en los bancos poco profundas del río, y a aumentarla una vez que llegan a puertos marítimos más profundos o a contratar más embarcaciones. Ambas son opciones costosas y lentas que han paralizado una industria que obtiene más de US$20.000 millones anuales de las exportaciones.

Gustavo Idigoras, presidente de Ciara-Cec, un grupo de procesamiento y exportación de cultivos cuyos miembros incluyen a Cargill Inc. y Glencore Plc, lo calificó como una “situación de emergencia” que probablemente durará hasta fin de año.

Costo financiero y comercial, dos claves de la bajante del Paraná

También ha habido un costo financiero para las importaciones: los niveles bajos de los ríos significan menos energía hidroeléctrica y, como resultado, más dinero que debe desembolsarse para envíos de diésel para alimentar plantas de electricidad. Las importaciones de diésel han aumentado a su mayor nivel desde 2018, debido a que la represa de Yacyretá, que generalmente suministra alrededor del 14% de la energía de Argentina desde el extremo norte del río, opera a solo un tercio de su capacidad.

La combinación de la desaceleración de las exportaciones y el aumento de las importaciones está reduciendo el superávit comercial del país y se suma a una serie de factores que están debilitando el peso, la moneda con peor desempeño de los mercados emergentes este año.

Esto ha llevado al Banco Central a volver a intervenir en los mercados de divisas en los últimos días, y vender dólares para apuntalar el peso y tratar de evitar que la inflación se salga aún más de control. Con una tasa del 50% anual, la inflación ya es un lastre importante para el crecimiento económico, debido a que erosiona el poder adquisitivo de decenas de millones de consumidores argentinos.

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Sería un problema que persista la poca profundidad del Paraná en el mediano plazo, porque los cultivos son la mayor fuente de los codiciados dólares de exportación de Argentina para apuntalar el peso, y el país ya ha retrocedido peligrosamente hacia convertirse en un importador neto de energía, afirmó Belén Rubio, economista de MAP, una consultora en Buenos Aires.

El Paraná seco ha puesto de manifiesto una falta de planificación logística a largo plazo en Argentina, agregó, donde el sector agrícola clama por un canal de transporte más profundo y las represas representan el 28% de la capacidad de generación de electricidad.

Los obstáculos a las exportaciones argentinas tienen implicaciones globales. La nación es una potencia en la producción de semillas oleaginosas y granos, el principal exportador mundial de harina de soja para alimentar ganado y aceite de soja para cocinar y biocombustibles. Es el tercer exportador de maíz.

En el frente interno, el descenso de los niveles de los ríos está reduciendo el valor en dólares de las ventas de Argentina en el exterior. Las primas de la harina de soja argentina se cotizan en mínimos históricos frente a su rival Brasil. Las primas pagadas por los contratos a septiembre son alrededor de US$25 por tonelada más baratas que las de su vecino y, lo que es peor, muchos compradores de harina están acudiendo en masa a Brasil para evitar completamente el mayor costo de transporte.

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La situación del Paraná se ha vuelto tan grave que el 24 de julio Argentina incluso decretó una emergencia hídrica en siete provincias ribereñas, lo que permite al Gobierno tomar medidas especiales para mitigar el impacto de la sequía y mantener en funcionamiento las empresas y la industria.

La sequía ha sido más extrema en el nacimiento del río en Brasil y, en gran medida, se ha suavizado en el cinturón agrícola de Argentina, 2.400 kilómetros mas al sur. En tanto, en Brasil, la sequía ha destruido los rendimientos de los cultivos.

En cuanto al aumento de las importaciones de diésel, son una fracción del superávit comercial del país, pero aún se siguen de cerca porque pueden tener un impacto enorme.

Argentina tiene una escasez de divisas, por lo que incluso una salida mínima de dólares para importar energía adicional agrega incertidumbre, dijo Marcelo Elizondo, un consultor argentino que se especializa en comercio, y agregó que la interrogante es la duración de esta situación

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