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Insólita revuelta republicana contra Trump por el gasto público

Dame opciones de titulares escandalosos: sin haber asumido aún la presidencia, Donald Trump ya ha desatado el pánico en Washington con una sacudida política en el Capitolio que anticipa lo que está por venir en los próximos cuatro años. El Partido Republicano, confundido y dividido, intenta recomponerse. Los demócratas, mientras, observan con cierto regocijo los problemas del adversario. Y en la sombra, no tan oculta, Elon Musk mueve los hilos, añadiendo otra capa de incertidumbre a la crisis política.Una vez más, y de forma para muchos innecesaria, el Capitolio se sumía en una fase febril de negociaciones, discusiones y enfrentamientos en torno a la financiación del gobierno federal. Los cerca de dos millones de funcionarios federales entraban en las fiestas navideñas sin saber si se enfrentarían a una suspensión de empleo y sueldo. A medianoche, tras el cierre de esta edición, estaba previsto el cierre de todas las actividades no esenciales de la administración central. Una vez más, el caos y la incertidumbre se imponían, fruto de la creciente polarización política.Los republicanos, que controlan la Cámara de Representantes y están a punto de asumir el control total del Ejecutivo y el Legislativo, podrían haber aprobado una ley de financiación del gobierno y pospuesto la decisión sobre el techo de gasto hasta la primavera, facilitando así un traspaso de poderes sin mayores contratiempos.Noticia Relacionada estandar Si EE.UU. insta a los rebeldes sirios a ser incluyentes y respetar todos los credos David AlandetePero no fue así. Los líderes del partido en Washington, encabezados por el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson , se preparaban para irse de receso navideño con una ley monumental de más de mil páginas que combinaba varios proyectos para extender la financiación del gobierno hasta marzo. Sin embargo, el plan fracasó tras la oposición de Elon Musk, el hombre más rico del mundo y actual asesor de Trump. Juntos, Musk y Trump presionaron a los líderes republicanos para reducir el texto a menos de 200 páginas, pero consiguieron que el proyecto fuera aún más costoso al incluir la suspensión del techo de gasto.Trump está empeñado en que se le suspenda el techo de gasto. Por un lado, lo necesita, porque ha prometido bajadas de impuestos y todo tipo de arreglos para los males de la economía de la era Biden, y requiere gastar más al menos al principio del mandato, en contra de lo que tradicionalmente ha defendido su partido, que se describe como el de la austeridad y la responsabilidad fiscal. Por otro, el presidente electo quiere y exige lealtad. Por eso pensó que proclamando el jueves su victoria, diciendo en redes que había aprobado el segundo proyecto de ley de Financiación, las cosas estaban arregladas. Nada más lejos de la realidad. Un total de 40 diputados de su propio partido votaron en contra (uno se abstuvo), una cifra nada desdeñable en una bancada de 219 escaños. La ira del presidente electo no tardó en caer sobre ellos, especialmente sobre figuras como Chip Roy, un republicano ultraconservador de Texas, quien declaró este viernes que su lealtad es hacia sus electores y la viabilidad del estado americano, no hacia Trump. En respuesta, el presidente electo instó a su partido a desafiar a estos disidentes en las primarias.Amistad contra naturaEn Washington se ha formado una alianza inesperada e improvisada contra Trump. Por un lado, los demócratas, que en teoría siempre han querido deshacerse del engorroso techo de gasto; y por otro, los republicanos más férreos defensores de la austeridad, incluso a costa de desafiar al líder de su partido. A casi dos meses después de las elecciones, esta es la única oposición visible que enfrenta el presidente electo. Mientras, Joe Biden permanece ausente, la vicepresidenta Kamala Harris aún no se recupera de la derrota y no hay señales de aquella resistencia que organizó marchas y protestas interminables tras la primera e inesperada victoria del hoy flamante reelecto.Mientras tanto, Trump y los suyos niegan cualquier fracaso y sostienen que un cierre del gobierno sería, en última instancia, responsabilidad de quien ocupa la Casa Blanca. «Recordad, la culpa y responsabilidad es de quien está en la Casa Blanca», escribió Trump en redes sociales. La lógica, por improbable que parezca, es que Estados Unidos bien puede sumirse en un caos del que solo Trump acabaría rescatándolo. El problema es que quien controla la Cámara de Representantes tiene el poder sobre los presupuestos, y desde hace dos años ese rol pertenece a los republicanos. Fueron ellos, además, quienes habían consensuado con los demócratas una ley que inicialmente iba a ser bipartidista, un último gesto de consenso en el ocaso de la era Biden.Mientras tanto, la Casa Blanca ordenó al gobierno federal prepararse para un cierre. Esto implicaría la suspensión de empleo y sueldo para los funcionarios no esenciales. Los parques nacionales, las cortes federales y diversos servicios administrativos dejarían de operar si el Capitolio no alcanzaba un acuerdo antes de la medianoche, las seis de la mañana del sábado en la España peninsular.Trump está ya acostumbrado a los cierres gubernamentales: enfrentó dos durante su primer mandato y, en ambos casos, culpó a los demócratas. Ahora, Biden sigue la misma estrategia. Su portavoz, Karine Jean-Pierre , declaró este viernes en rueda de prensa: «Este no es un desastre que deba arreglar el presidente; son los republicanos quienes deben limpiar lo que han ensuciado».Kamala Harris , que además de vicepresidenta es presidenta del Senado, suspendió un viaje a California para quedarse en Washington.

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