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HOMILÍA! "No nos acostumbremos ni naturalicemos modos y estilos de comunicación qué producen daño" dijo Larregain

Homilía de monseñor José Adolfo en el Te Deum

Nos reunimos, ante Jesucristo, Señor de la historia en un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, para elevar nuestras voces en acción de gracias a Dios, nuestro Padre, haciendo memoria por la libertad lograda gracias al valor de nuestros antepasados criollos; y pidiendo la bendición para nuestra Patria y todos los que la habitan. Recordemos aquellos días de fervor patriótico, durante los cuales hombres y mujeres valientes, guiados por un anhelo de justicia e independencia, dieron el primer paso para forjar la Argentina, tomando el control de su propio destino con el desafío de construir un futuro basado en los valores inherentes y característicos de nuestro pueblo. Hoy es un día para reflexionar sobre lo que deseamos, soñamos y la responsabilidad que tenemos en su realización.



En el Evangelio hemos escuchado que Jesús cita el libro del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los afligidos; me ha enviado a vendar los quebrantados de corazón, a proclamar la libertad a los cautivos y liberación a los presos”. Estas palabras resonaron con fuerza en esos hombres de aquella gesta que ansiaban emancipación y nos inspiran aún hoy, interpelándonos a seguir luchando y trabajando por una sociedad más justa e igualitaria.



Celebramos el pasado con memoria agradecida e imploramos la guía divina para el futuro, que las llamas que encendieron nuestros próceres sigan ardiendo en nuestros corazones. Pidamos al Señor que nos conceda la sabiduría necesaria para enfrentar los desafíos de este tiempo, manteniendo la grandeza de nuestra patria. Recordemos –como nos dice el apóstol Santiago (2,26) - que la fe sin obras es muerta. Por lo tanto, tras la acción de gracias, nos comprometemos a ser agentes activos de cambio y transformación.

Que este aniversario sea recordatorio constante y permanente de quienes lucharon y dieron la vida por nuestra independencia y de la importancia de preservar los valores que nos legaron: libertad, justicia e igualdad. Comprometámonos a trabajar por una Patria donde lo expresado anteriormente sea una realidad, donde la educación y el trabajo dignifiquen a todos sus habitantes, donde la solidaridad prevalezca sobre las diferencias.



Seamos protagonistas y constructores de un futuro mejor en el cual la inclusión, el acuerdo y la búsqueda del bien común promuevan la unidad y la reconciliación en estos contextos marcados por las divisiones, agresiones y descalificaciones. En estos días el papa León XIV nos dice que “La paz se construye en el corazón y a partir del corazón, arrancando el orgullo y las reivindicaciones, y midiendo el lenguaje, porque también se puede herir y matar con palabras, no sólo con las armas”. No nos acostumbremos ni naturalicemos modos y estilos de comunicación y de uso del lenguaje que producen daño, crean diferencias, ahondan grietas, distancian a las personas, etc. Nuestro país, crisol de razas y culturas, es un ejemplo de convivencia pacífica y sana, de armonizar diferencias, tender y construir puentes. ¡Qué bien lo definió nuestro querido papa Francisco en la cultura del diálogo y del encuentro!



Todos tenemos mucho por aportar para la construcción de la comunidad nacional y de una sociedad unida, inclusiva, que valore la diversidad y busque la reconciliación, el diálogo y la paz. Seamos incansables constructores de puentes entre los diversos sectores de la sociedad que ayuden a acercar distancias.

Que Dios bendiga a la Argentina, a sus habitantes, a sus líderes políticos y que ilumine siempre nuestros pasos.

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