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Crianza: cómo educar la inteligencia emocional de los hijos

La inteligencia emocional es la base para que nuestros peques tengan un bienestar integral. Descubre las claves fundamentales para cultivar la inteligencia emocional en tus hijos.



Todos los padres imaginamos, de forma consciente o no, cómo serán nuestros hijos de mayores, cómo nos gustaría que fuesen. Este tipo de cuestiones pesan sobre nuestros actos y se convierten en guías de nuestras decisiones y actuaciones respecto a los hijos. La intención de cualquier padre es educarlos lo mejor posible, ¡no cabe duda!, pero en ocasiones, las dudas, la escasez de estrategias o la falta tiempo pone a prueba a los padres.

La infancia es una época clave para desarrollar sus capacidades personales y sociales; y de todas ellas, debemos desenvolver la capacidad para gestionar sus emociones. Muchos estudios avalan la estrecha relación que hay entre tener éxito en la vida y una buena inteligencia emocional. Afortunadamente es una habilidad que se puede aprender y desarrollarla más.

¿Cómo ayudar a un hijo a ser emocionalmente más maduro? Pues por un lado, los niños aprenden imitando y los padres son las figuras de apego y referencia, el espejo en el que se miran.

Lo primero que se tendría que hacer es pensar en cómo gestiona cada uno sus emociones haciendo un pequeño examen de conciencia con preguntas: ¿qué hacemos cuándo se nos acaba la paciencia? ¿Cómo reaccionamos ante una frustración? ¿Cómo nos comunicamos y relacionamos con los demás? ¿Qué actitud tenemos frente a un hijo que nos cuenta un problema? Nuestros actos tendrán más peso en la educación que los consejos o discursos que ofrezcamos a nuestros hijos.

Claves para educar la inteligencia emocional

  • Ayudar a identificar las emociones. Es recomendable enseñar a un niño a reconocer emociones y saber nombrarlas, tanto las propias como las ajenas. Para ello, es importante favorecer la comunicación: aprender a expresarse y a escuchar.
  • Impulsarlo a validar todas las emociones. También es conveniente aceptar y estar abierto a los diferentes tipos de sentimientos. No existen sentimientos “buenos” o “malos”, lo importante es qué se hace con ellos y si se es capaz de regularlos y gestionarlos.
  • Enseñar habilidades de autorregulación. Es fundamental ayudar a los niños a manejar sus emociones de manera adecuada y constructiva. Esto implica enseñarles técnicas para calmarse cuando están enojados o frustrados, como la respiración profunda o el contar hasta diez antes de reaccionar.
  • Fomentar la empatía. Es importante ayudar a los niños a comprender las emociones de los demás, ponerse en su lugar y ser conscientes de cómo sus acciones pueden afectar a los demás. Se pueden utilizar cuentos, experiencias propias, el juego simbólico.
  • Establecer límites en su rutina. Hacer que se sientan seguros, marcando unos límites claros y adecuados para su edad, a la vez que ofreciéndoles atención y cariño.
  • Impulsar su autonomía. No hay que sobreprotegerlos, los niños deben ir aprendiendo a tolerar la frustración. Para ello es importante conocer las características del momento evolutivo en el que se encuentran nuestro hijo para no caer en infantilizarlo. Esto se traduce en darle las responsabilidades y la autonomía que les toca.
  • Fomentar la resiliencia. Es importante ayudarlos a afrontar los desafíos y las adversidades de manera positiva. Para ello, debemos permitir que enfrenten situaciones difíciles, proporcionándoles apoyo y alentándolos a aprender de sus errores y a seguir adelante.
  • Estimular su autoestima. Se debe potenciar la autoestima del niño dedicando diariamente un rato de juego con él.
  • Ser modelo de inteligencia emocional. Los adultos también debemos ser ejemplos de inteligencia emocional. Mostrar cómo expresar emociones de manera saludable y cómo manejar situaciones emocionales complejas será una guía importante para los niños.

Y en el colegio

En todo este aprendizaje, el colegio juega un papel fundamental por es el segundo entorno sociabilizador del niño y porque hay otros adultos de referencia que sirven de modelo. Por esta razón es de vital importancia que la familia y la escuela compartan los mismos objetivos y valores, siendo importante tener una buena comunicación entre los dos, para mantener así una coherencia educativa.

Lo mejor de todo: los beneficios

Educar en inteligencia emocional a los niños conlleva múltiples beneficios fundamentales para su bienestar integral. Al aprender a reconocer y expresar sus emociones, los niños desarrollan una mayor autoconciencia y empatía hacia los demás, lo que fomenta relaciones interpersonales más sanas y significativas.

La inteligencia emocional también les brinda la capacidad de autorregularse emocionalmente, mejorando su resiliencia frente a los desafíos. Además, adquieren habilidades para resolver conflictos y comunicarse asertivamente.

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