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Anciana asfixiada con un crucifijo: La venta de una propiedad sería el motivo del crimen

Crédito: 84166

Dos personas, que serían padre e hijo, fueron demorados en las últimas horas sospechados de haber asesinado a Justa Valenzuela, de 87 años, quien fue hallada muerta en un cementerio de 9 de Julio. Para la Policía, la principal hipótesis pasa por la irregular venta de una propiedad, donde vivía la mujer en el barrio Colombia Granaderos.



Justa Valenzuela, de 87 años, vivía sola en el barrio Colombia Granaderos.

 

Por medio de un ardid, algún conocido la sacó de su domicilio y fue trasladada engañada en un vehículo.

 

Valenzuela, trascendió, era asidua concurrente a la iglesia "Pare de Sufrir". 

 

 

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Se trata de Justa Valenzuela, una “rezadora” de 86 años, del capitalino barrio Colombia Granaderos. Fue sometida a una golpiza y le incrustaron la imagen religiosa en la boca. La habrían llevado a la fuerza en un auto. Allanamientos en búsqueda de los criminales.

 

La mu­jer ha­lla­da ase­si­na­da en el ce­men­te­rio de la lo­ca­li­dad co­rren­ti­na de 9 de Ju­lio fue iden­ti­fi­ca­da co­mo una an­cia­na de 86 años, quien vi­vía en nues­tra ca­pi­tal pro­vin­cial. Se lla­ma Jus­ta Va­len­zue­la y su do­mi­ci­lio se en­cuen­tra en el po­pu­lo­so ba­rrio Co­lom­bia Gra­na­de­ros.

 

Pa­ra los in­ves­ti­ga­do­res del ca­so era ca­si una cer­te­za que la oc­to­ge­na­ria fue tras­la­da­da a la fuer­za en un ve­hí­cu­lo au­to­mo­tor has­ta aquel pe­que­ño po­bla­do del in­te­rior pro­vin­cial, don­de la en­con­tra­ron con un cru­ci­fi­jo de más de 10 cen­tí­me­tros in­crus­ta­do por la bo­ca a la gar­gan­ta.

 

Au­to­ri­da­des de la Fis­ca­lía y el Juz­ga­do de Ins­truc­ción de Go­ya re­co­lec­ta­ron tes­ti­mo­nia­les y re­sul­ta­dos de pes­qui­sas po­li­cia­les an­tes de li­brar ór­de­nes de alla­na­mien­tos.

 

Al me­nos dos de ellos fue­ron dis­pues­tos que se re­a­li­cen en la ciu­dad de Co­rrien­tes, adon­de con la co­la­bo­ra­ción de la Di­vi­sión Ho­mi­ci­dios de la Di­rec­ción de In­ves­ti­ga­ción Cri­mi­nal es­ta­ban a la bús­que­da de sos­pe­cho­sos.



El cri­men fue des­cu­bier­to en la ma­ña­na del miér­co­les 6 de di­ciem­bre. Un hom­bre que re­a­li­za ta­re­as de man­te­ni­mien­to y lim­pie­za en el cam­po­san­to ob­ser­vó, so­bre una tum­ba, el cuer­po de una mu­jer fa­lle­ci­da.

 

A sim­ple vis­ta, en el mo­men­to de la lle­ga­da de las au­to­ri­da­des po­li­cia­les, to­do apun­ta­ba a una muer­te de ca­rac­te­rís­ti­cas vio­len­tas. En los bra­zos, ros­tro y cue­llo, las le­sio­nes eran com­pa­ti­bles con una gol­pi­za. Ade­más, sus pren­das de ves­tir pre­sen­ta­ban man­chas de san­gre.

 

Lue­go de tres dí­as, efec­ti­vos de la co­mi­sa­ría lo­cal a car­go del co­mi­sa­rio Mar­ce­li­no Car­do­zo ob­tu­vie­ron la no­ti­cia que tan­to es­pe­ra­ban. Fa­mi­lia­res de la víc­ti­ma via­ja­ron des­de ca­pi­tal has­ta la ciu­dad de Go­ya, don­de el cuer­po es­ta­ba en la mor­gue del hos­pi­tal en ca­li­dad de NN.

 

Aler­ta­dos de al­gu­nas no­ti­cias que le­ye­ron en los me­dios de pren­sa, su­ma­do a la au­sen­cia de su ser que­ri­do, los lle­vó a pre­su­mir que po­dría tra­tar­se de ella. En de­fi­ni­ti­va, pu­die­ron co­rro­bo­rar que era exac­ta­men­te así.

 

Es­tas per­so­nas in­di­ca­ron que la mu­jer ase­si­na­da era muy re­li­gio­sa, al pun­to que en su ba­rrio la co­no­cí­an co­mo “re­za­do­ra”, una per­so­na que trans­mi­tía la pa­la­bra de Dios. A ella de­ja­ron de ver des­de el mar­tes cer­ca del me­dio­dí­a.

 

Se pre­su­me que Va­len­zue­la fue lle­va­da a 9 de Ju­lio, dis­tan­te 175 ki­ló­me­tros al Sur de Ca­pi­tal, en un au­to­mó­vil. “To­do ha­bría co­men­za­do en Co­rrien­tes y fi­na­li­zó en el in­te­rior pro­vin­cial, esa es la prin­ci­pal lí­nea que es­ta­mos si­guien­do”, des­li­zó una fuen­te po­li­cial a dia­rio épo­ca.

 

La an­cia­na, de acuer­do a los es­tu­dios fo­ren­ses, mu­rió en­tre 10 y 12 ho­ras an­tes de ser ha­lla­da. En es­te sen­ti­do, el cri­men ha­bría su­ce­di­do en la no­che del mar­tes.

 

Hay mu­chos pun­tos a es­ta­ble­cer. No es­tá cla­ro si la mu­jer fue ul­ti­ma­da en el ce­men­te­rio o los de­lin­cuen­tes la arro­ja­ron en ese lu­gar una vez que ya es­ta­ba fa­lle­ci­da.

 

Tam­bién, a de­cir de los de­tec­ti­ves, el ca­so re­sul­ta lla­ma­ti­vo por­que, en de­fi­ni­ti­va, pa­re­cie­ra que los ho­mi­ci­das pre­ten­dí­an de­jar un men­sa­je.

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