El obispo de Goya, monseñor Adolfo Canecin dio a conocer su tradicional mensaje pascual. El prelado se dirigió "a todos las personas en edad de emitir el voto, para ayudar al discernimiento en las próximas elecciones, ya que todo buen cristiano debe ser un buen ciudadano y “no se puede ser peregrino del cielo, siendo fugitivo de la ciudad terrena”
A continuación el texto completo de la carta pastoral:
Con estas palabras del Ángel fue sorprendida María Magdalena - Apóstol de los Apóstoles- en aquel amanecer del primer día de la semana (Mt 28,5-7). ¡Cristo, el crucificado-resucitado! vence la muerte y el pecado- raíz y causa de todos los males. Con alegría y júbilo celebramos la Pascua, Misterio central de nuestra Fe, por el cuál Dios es glorificado y la Humanidad plenamente redimida.
Misterio que se actualiza en la Eucaristía, celebrada cotidianamente y en particular el domingo, día del Señor. ¡Redescubramos, valoricemos, contagiemos y celebremos el Día del Señor! ¡No teman! El poder de la Resurrección es capaz de remover toda piedra (Mc 16,3-4) y vencer el temor, que paraliza y encierra (Jn 20,19).
¡Cuántas piedras y temores interiores y exteriores amenazan con aplastar a las personas, familias, a la Iglesia y la humanidad, paralizando y generando sentimientos de impotencia, de resignación, conformismo, cansancio, evasión y alienación, llevando a exclamar “nada se puede hacer, siempre fue así, dejemos las cosas como están”!.
La Palabra de Dios nos enseña que TODAS las piedras, temores, obstáculos y circunstancias adversas, pueden ser removidas por el poder de la Resurrección, pues Dios quiere actuar en nosotros con el mismo poder que empleó al resucitar a Jesucristo (Ef 1,19-20; 3,20).
¡Alégrense! La alegría es el fruto de la cercanía del Resucitado y de la presencia de su Espíritu (cf. Mt 28,8; Jn 20,20; Gal 5,22). Podemos tener muchos motivos humanos de tristeza, pero tenemos un motivo “divino-humano” – el Resucitado- capaz de llenarnos de una alegría que nada ni nadie nos la puede dar ni la podrá quitar (cf. Jn 15,11; 16,22).
Nos dice el Papa Francisco: “La alegría pascual del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Con Él nace y renace la alegría. La misión consiste en compartir esa alegría…y es la garantía de que el mensaje que se transmite tiene sentido y cambia la vida” (EG 1).
Y los Obispos Argentinos nos dicen “Hoy no sería posible transmitir con coherencia el evangelio sino a través de esta experiencia de alegría que regala el encuentro con JESUS VIVO” (CEA- OPT 2015- 17). ¡Vean! Dijo el Ángel a María Magdalena “vengan a ver el lugar donde estaba y vayan a anunciar”(Mt 28,6-7). Jesús “les mostró sus manos y su costado” (Jn 20, 20-28), por eso decían los Apóstoles “lo que hemos visto y oído, eso lo anunciamos y no lo podemos callar”( 1Jn 1,1-3; Hch 3, 4,20).
¡La experiencia es la condición para la misión! Propiciemos durante el “tiempo pascual” el encuentro personal y comunitario con el Resucitado, nos capacitará para ser sus testigos. ¡Anúncienlo! María Magdalena “corrió a anunciar a Simón Pedro y al otro discípulo, al que Jesús amaba” (Jn 20,2; Mc 16,10-11). Jesús resucitado dice: “Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes….sopló sobre ellos y añadió reciban el Espíritu Santo”(Jn 20,21-22; Mt 28,16-20; Mc 16,15-20).
Dijo Pedro: “A Jesús, Dios lo resucitó y todos nosotros somos testigos” (Hch 2,32). La Iglesia, de la cual formamos parte todos los bautizados, nació y existe para Evangelizar.
Les propongo e invito durante el Tiempo Pascual llenar con la “Luz del Resucitado” todos los ambientes e instituciones de nuestra geografía diocesana, rezando con alegría y creatividad, con audacia y perseverancia el Vía Lucis- (Camino de la Luz), asumiendo como camino pastoral lo que nos ofrece éste “Tiempo fuerte” del Año Litúrgico.
Una manera concreta será ofrecer la Luz que brota del Magisterio de los Obispos Argentinos a todos las personas en edad de emitir el Voto, para ayudar al discernimiento en las próximas elecciones, ya que todo buen cristiano debe ser un buen ciudadano y “no se puede ser peregrino del cielo, siendo fugitivo de la ciudad terrena”(NMA 73).