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Se conocieron a través de Preguntados, se casaron y tuvieron una hija

“Si me ganás esta ronda, te invito a salir”, le escribió Mariano Cassini a Gabriela Quevedo en su primera conversación por el chat de la aplicación de juegos Preguntados. “No, al revés. Si vos ganás, salimos”, le retrucó ella.

Ambos fueron al Instituto La Salle de Florida, tienen la misma edad, y se criaron en la zona norte de la Provincia. Sin embargo, no se conocían. Ella iba al turno mañana; él, al de la tarde. No los unió el colegio, sino la competencia que, tras dos meses de intercambio virtual, los llevó a su primer encuentro en persona.

Él no recuerda muchos detalles. Ella lo describe como si recién hubiera llegado de esa salida. En 2014, Facebook le había sugerido a Gabriela añadir como amigo a Mariano porque tenían ciertas cosas en común. “Me pareció lindo y lo agregué, pero no tenía ni idea quién era”, explica la médica pediatra de 31 años. Mariano, sin dudarlo, aceptó la solicitud por la misma razón, aun sin saber nada de ella.

Siete años después, formaron una familia. A los 11 meses de la primera partida, ya vivían juntos. Otro año más tarde, nacía Catalina, su hija de cuatro años. Se casaron, con demoras por la pandemia, en febrero pasado.

“Una cosa es ver a alguien en fotos o chatear, pero otra muy distinta es conocerse personalmente”, dice Mariano, licenciado en Seguridad e higiene, hasta que su esposa lo interrumpe. “El sentimiento más poderoso que yo tenía era nerviosismo, muchos nervios”, recuerda Gabriela sobre el momento previo a verse por primera vez.

Lo que para ellos era arriesgado, para sus padres era incluso más impensado. “Mis viejos no entendían nada, estaban completamente anonadados. Es muy loco, moderno y fugaz esto de conocerse en una aplicación”, confiesa el jugador que movió la primera ficha, sin imaginarse tener una hija con su rival.

“¿Por Preguntados?”. Sí, las amigas de Gabriela son de su misma generación, pero tampoco lo podían creer. “Me jodieron mucho porque es más habitual conocerse por Tinder o Facebook, pero no en una app de juegos”, aclara, mientras trata de resolver lo que Catalina necesita.

La conexión fue inmediata, compartían mucho. Ella ya había dado el primer paso al agregarlo como amigo en Facebook. A él lo enamoró su forma provocadora de jugar, pero también las ganas de Gabriela de discutir todo por chat.

“Acá vienen las discusiones”, dice ella, al responder quién es mejor jugador, y deja entrever la competitividad de ambos. “Por puntaje, ganaba yo”, se anticipa Mariano. Insatisfecha, Gabriela reconoce que él es mejor en las categorías historia y geografía, mientras que ella se destaca en ciencias naturales.

“Como una cita a ciegas”, lo define él. Ella, en cambio, cree que concretar un encuentro con un usuario virtual tiene más riesgos porque no hay presentación de por medio. Advierte, para no desalentar a nadie de seguir sus pasos: “Siempre dudás. Capaz uno prejuzga que alguien te invite a salir así porque te da miedo. Hay que avisarle a alguien por la inseguridad, pero yo sabía que valía la pena”.

Era su primer encuentro en persona. Evitaron ese momento incómodo de tener que buscarse en un lugar público sin conocerse. Él la pasó a buscar en auto por la casa y fueron al cine. Todo parecía ideal, pero de regreso, cuando Gabriela se bajó del auto, Mariano le dio una palmada amistosa en el cachete y le dijo: “Cualquier cosa, hablamos”.

Solo fue una impresión equivocada, porque desde ese día no se separaron más. Incluso siguieron jugando a Preguntados de forma intermitente porque les trae buenos recuerdos. Ya en la convivencia, llevaron el juego a las tareas domésticas. “Apostábamos todo el tiempo. El que perdía lavaba los platos o cocinaba, todo era una competencia”, comenta Mariano.

Atrás quedaron las partidas virtuales. Las preguntas y respuestas que los unieron se convirtieron en una familia de tres. “Uno nunca sabe realmente dónde va a conocer al amor de su vida o al padre de sus hijos”, dice Gabriela y destaca, convencida, que no hay reglas para encontrar pareja.

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