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Opinión del Lector

¿La Argentina de hoy necesita aviones caza?

Joaquín Labarta Liprandi y Roberto Adaro

Por Joaquín Labarta Liprandi y Roberto Adaro

La Argentina, con casi de 47 millones de habitantes, octava extensión territorial del globo, país antártico y bicontinental, con un litoral marítimo extenso y diverso, con riquezas naturales demandadas por el mundo y con parte de su territorio sometido a disputa de soberanía, no puede prescindir de un servicio esencial como la Defensa; más aún, en un mundo cambiante y cada vez más conflictivo.

Es una obviedad señalar que la defensa es un asunto de Estado -hoy día resulta necesario destacar lo evidente- no solo porque hacerlo implica la voluntad general (que es más que la suma de voluntades de los individuos), sino también porque las FFAA son parte constitutiva del propio Estado moderno, y la provisión y desarrollo de sus capacidades una función ineludible de este. Es más, un particular no puede comprar un avión de combate (ni su empresa fabricante venderlo sin las licencias y permisos por parte de los estados). La solución no es individual, sino colectiva. Así como el mercado no resuelve los desafíos que enfrenta la defensa nacional, tampoco lo hace con otros retos que enfrenta nuestro país.

Hasta aquí, adelantamos la respuesta a una pregunta que la sociedad argentina viene debatiendo en los últimos meses: ¿Necesita la Argentina recuperar su capacidad de caza interceptora y comprar aviones de combate?

Claro que sí, sin dudas. Desde la desprogramación de los Mirage “gauchos” en 2015 Argentina perdió importantes capacidades en materia de defensa y disuasión. Sus pilotos de combate pudieron continuar su entrenamiento en nuestros nobles PAMPA de diferentes versiones, y su adiestramiento en los A4-AR Fighting Hawk incorporados en 1997, ante la necesidad de reemplazar material perdido en Malvinas, y la negativa norteamericana de transferir F-16 en aquel entonces.

¿Pueden cumplir los F16 daneses con éste objetivo?

Sin lugar a dudas SI. Tanto el estado general de mantenimiento, como las modernizaciones a las que fueron sometidos los cazas daneses, les otorgan prestaciones modernas y compatibles con cazas de 4ta generación +. Amén de ello, como Dinamarca da de baja todo el sistema de armas, Argentina no solo adquiere los cazas, sino todo su herramental, bancos de prueba, repuestos, y demás. Esta adquisición nos lleva de los actuales A-4AR de 3ra generación (con algunas capacidades operativas degradadas), a un avión de 4ta generación con todas sus capacidades operativas plenas y varias de ellas aumentadas.

¿Esta adquisición deja completamente de lado la industria nacional?

La incorporación paulatina y progresiva de proveedores nacionales constituye un desafío. Si bien ninguna de las ofertas finalistas en el proceso de decisión de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) propusieron un offset (compensación industrial) atractivo para los intereses de la industria local, debe ser prioridad de la administración trabajar en ello. Se relativiza el sentido de una adquisición multimillonaria en dólares si no se aprovecha como oportunidad para apalancar los desarrollos tecnológicos y la producción nacional.

Si bien son sistemas de armas diferentes, de distinta complejidad y difícilmente comparables, vale el concepto cuando a partir de la adquisición del sistema de defensa antiaéreo de corto alcance RBS-70NG, se integró el desarrollo provisto por la firma sueca fabricante de estos sistemas, con un desarrollo de radar encomendado a INVAP.

La ventaja adicional de los F-16 es que existen hoy en Argentina empresas proveedoras de las distintas firmas norteamericanas que aportan sus sistemas a estos aviones. Del mismo modo, existen antecedentes en diversos países usuarios (incluso en la propia Dinamarca), de integración de proveedores nacionales en la provisión de repuestos y equipos, así como en nuevos desarrollos. De esta manera pude conjugarse el interés de la defensa nacional y la búsqueda de soberanía y autonomía tecnológica para sostenerla.

¿Eran la mejor opción?

Hace varios años (y varias gestiones), que se viene trabajando en las diversas propuestas de adquisición de estos sistemas de armas para nuestro país. Así, luego de considerar varias opciones y alternativas que contemplaron no solamente los aviones adquirir y sus capacidades, sino la logística de sostenimiento, las posibilidades operativas, la formación y capacitación de los pilotos y del resto del equipo humano necesario para la operación de los aviones, el financiamiento, los sistemas de apoyo y entrenamiento y un largo y extenso listado, los profesionales de la FAA hicieron un minucioso y extenso análisis comparativo que decantó en dos opciones posibles y deseables: los F-16 Fighting Falcon de la Real Fuerza Aérea Danesa (RDAF), de origen estadounidense, y los JF-17 Thunder Fighter de origen chino. Ambas opciones cumplen los requerimientos y estándares de nuestra defensa aérea. Durante 2022 y 2023 concluyeron las negociaciones y ofertas de ambos modelos, en todas sus dimensiones, llegando a redactarse ambos borradores de contrato.

Respecto de los F-16, fue en 2023 que se negoció con Dinamarca su incorporación, se tramitó y negoció con EEUU la autorización -End User- que debía dar aquel país a Dinamarca para transferir material sensible a la Argentina (el mentado TPT-Third Party Transfer). Fue también en aquel año que se logró la aprobación del Congreso de los Estados Unidos para la venta de armamento para los F-16, dejando todo listo para su firma.

Comprar aviones de combate implica más que una decisión técnica, implica una decisión geopolítica. No se firma solamente un contrato, se estable una relación por décadas.

En el caso de la oferta china se trata de 12 aviones nuevos en su variante de exportación. En la actualidad utiliza estos aviones la Real Fuerza Aérea de Paquistán (coproductor del avión), y existe interés de diversos países de África y Asia en adquirirlos.

Los F-16 en sus distintas variantes cuentan con más de 4.000 unidades que operan en más de 25 países, muchos de los cuales han logrado integrar sistemas propios en los aviones.

La oferta danesa contempla un total de 24 aviones (16 ejemplares monoplaza F-16 AM y 8 ejemplares biplaza F-16 BM), Block 15 MLU (Mid Life Upgrade) Tape M6.5, homologables a los Block 50/52, y actualizaciones disponibles, más una célula adicional Block 10 para instrucción. El costo total de la operación ronda los U$D 340 millones.

En términos de capacidades los F-16 daneses tendrían, a partir de sus actualizaciones y mantenimiento, la mitad de las horas de vuelo disponibles que sus competidores chinos (aproximadamente unos 20 años a los estándares de la FAA). No obstante, al ser el doble de unidades, equipararían dicha oferta.

Los profesionales de la FAA han ponderado además el estado de mantenimiento de las aeronaves y equipos y la posibilidad de transferir, simuladores, repuestos, bancos de prueba y diversos materiales y herramientas esenciales para la operatividad de las plataformas.

En paralelo al contrato con Dinamarca, se prevé un contrato de similares montos con los EEUU para la provisión de armas, mantenimiento y sistemas.

¿Tiene acuerdo político?

Debe de ser uno de los únicos temas en los que el gobierno anterior y éste tienen un acuerdo tácito. Fue la gestión anterior, como lo mencionáramos, la que negoció con Dinamarca su incorporación, la que tramitó y negoció con EEUU la autorización. Fue también la que logró la aprobación del Congreso de los Estados Unidos para la venta de armamento para los F16.

¿Es momento de un gasto así ante la actual crisis?

En el actual contexto de crisis que atraviesa nuestro país, es legítimo preguntarse y debatir acerca de las prioridades de inversión por parte del Estado. No obstante, deberíamos abstraernos de discusiones dicotómicas que pueden inducirnos a error: es necesario atender las situaciones críticas por las cuales atraviesan muchos de nuestros compatriotas, y al mismo tiempo ocuparnos de la defensa nacional. El riesgo de postergar estos debates o que la crisis se convierta en instrumento retardatario viene dejando a la Argentina desprotegida. Es importante resaltar que las inversiones en defensa tienen impacto en nuestra vida cotidiana, más aún en un mundo en el cuál recrudecen tensiones y conflictos. Nuestro país posee todos los recursos estratégicos que el mundo se disputa, desde alimentos a litio, pasando por gas, petróleo y agua dulce. Sin capacidad disuasiva real - la acción preventiva de evitar un posible ataque, a partir de poseer capacidad de respuesta- Argentina se encuentra vulnerable y pierde peso específico en el debate internacional. Invertir en defensa es invertir en soberanía.

¿Sirve esta adquisición sin armamento?

No, a los fines de los intereses militares y geopolíticos argentinos. Cerrar el contrato de provisión con EEUU que ya ha sido autorizado por éste país y garantizar su cumplimiento efectivo debiera ser una tarea prioritaria para la actual administración, tanto, como la firma con Dinamarca. Respecto de las capacidades defensivas a adquirir junto a las plataformas F-16, si bien los detalles son lógicamente confidenciales, diversos medios especializados han publicado distintas listas que contemplan misiles aire-aire de alcance medio (con capacidad BVR-Beyond Visual Range), y corto alcance, bombas inteligentes y misiles antibuque, además de diversos sistemas de comando y control, comunicaciones, contramedidas y guerra electrónica. En síntesis, un equipamiento acorde a los estándares modernos de la guerra aérea.

¿Una compra de este tipo, al más próximo socio británico, como lo es EEUU, es conveniente para Argentina?

Lo más inconveniente es continuar sin capacidad de caza-interceptora, sin que nuestros pilotos, y los hombres y mujeres de armas se adiestren y alisten en medios con capacidad efectiva. Si se adquiere el armamento necesario, la capacidad defensiva y disuasiva de la Argentina empieza a ser real.

Si mañana llegan los aviones ¿pueden operar inmediatamente?

No sin una inversión en infraestructura (que la Fuerza Aérea ya ha proyectado y cuantificado). No existe una pista apta para recibir estos aviones en ninguna base aérea. Un nuevo sistema de armas como éste requiere una pista nueva de altas prestaciones, hangares cubiertos con aislación térmica y sonora de última generación, talleres, depósitos, calles de rodaje, estaciones de reabastecimiento en tierra y hangares semicubiertos. Esta infraestructura mínima para que el nuevo sistema de armas opere, es urgente, y no será resuelta por el mercado, sino con obra pública. Increíblemente, esto asoma como un escollo en estos días.

Urge actuar con seriedad y sin especulaciones partidarias. La actual administración se apresta a cerrar un proceso que otros iniciaron, con altos y bajos. Bienvenido sea en pos de la Defensa Nacional, y de los hombres y mujeres de Estado que la encarnan.

Una política de Estado no sólo es la continuidad en el tiempo de la política pública, más allá de los diversos gobiernos, sino la conversión del interés general en parte del interés nacional. Esto es mucho más que la suma de intereses individuales, o la imposición de unos por sobre otros.

Esta adquisición va en el sentido del interés nacional. El garante de esta política es hoy la Fuerza Aérea Argentina. Incluso puede ser éste, el único saldo positivo que deje el flamante gobierno del ajuste.

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