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Día de las Enfermedades Poco Frecuentes

Se trata de enfermedades que afectan a un número muy limitado de personas. Los pacientes y familiares enfrentan problemas como el diagnóstico tardío, la escasez de información y la dificultad para acceder a tratamientos. Especialistas e investigadores de algunas de ellas comparten sus experiencias de trabajo y destacan la articulación como un paso esencial.

Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)- En su mayoría de origen genético, crónicas y degenerativas, las Enfermedades Poco Frecuentes (EPOF) son las dolencias que afectan a un número muy limitado de personas respecto a la población en general. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, habría entre 6 mil y 8 mil de estas enfermedades identificadas. Además, en Argentina se estima que más de tres millones de personas tienen alguna EPOF.

El enorme problema, coinciden los expertos, es el contexto sumamente adverso que enfrentan estos pacientes y sus familias, entre el diagnóstico tardío, la escasez de información y de conocimiento científico, la falta centros especializados y las dificultades en la accesibilidad a los tratamientos. Frente a ese escenario complejo, las articulaciones entre la ciencia, la medicina y las asociaciones de pacientes parecen volverse un camino clave para ofrecer soluciones.

“La inclusión en los proyectos científicos de los pacientes de EPF y sus familias, no solo como simples ‘muestras’ de material biológico, sino como sujetos activos que piensan en cómo mejorar un proyecto, cómo hacer mejor las preguntas científicas, sin duda enriquece todo el proceso”, destaca Javier Santos, investigador del CONICET y de la UBA, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.

Integrante del Instituto de Biociencias, Biotecnología y Biología traslacional, Santos estará participando, este jueves 29/2 –Día Internacional de las Enfermedades Poco Frecuentes-, de una jornada en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, que contará con la presencia de investigadores, médicos, pacientes, familiares y estudiantes. Entre los principales organizadores estará la Alianza Argentina de Pacientes (ALAPA), una asociación civil sin fines de lucro que viene trabajando en la temática desde hace mucho tiempo.

“Uno de los objetivos es propiciar, a través de la interacción con el sistema científico, con las universidades y con los estudiantes, la formación de redes de trabajo y la colaboración en temas que tengan que ver con las enfermedades poco frecuentes- explica Santos, doctor en Ciencias Biológicas-. Será una movida muy interesante porque habrá presentaciones de proyectos, pero también posters, pancartas y stands de asociaciones”.

ALAPA, cuenta el investigador, consiguió financiamiento para becarios y becarias de la carrera de Biología de la UBA, por lo que habrá, también, estudiantes con esas becas que participarán de la iniciativa. “Además, hemos generado proyectos para que, en los colegios secundarios de la zona, se enseñe química de una manera en que se integren los conceptos de las EPF. Y estos estudiantes de secundario, que generaron nuevas narrativas sobre estos temas, también van a estar integrando la jornada”, proyecta Santos.

El diagnóstico, asegura el investigador, es una de las cuestiones más sensibles y dificultosas para los pacientes con EPOF y sus familias. Para Santos, esa instancia opera como una cuestión de identidad. “Hablamos de un diagnóstico que no es inmediato, puede tardar muchísimos años o, incluso, que lo diagnostiquen mal y estar dando vueltas mucho tiempo con terapias que no son para su dolencia. Es un proceso que se denomina ‘odisea diagnóstica’, de hecho. Pero, más allá de este fenómeno, se necesita tener el diagnóstico para saber qué es lo que se tiene y, a partir de allí, salir a buscar una solución. Parte de estas cuestiones también van a ser abordadas en la jornada”, apunta el científico del CONICET.

Santos en particular trabaja en una enfermedad conocida como ataxia de Friedreich, causada por una alteración en un gen llamado fxn. Concretamente, la amplificación a nivel del ADN en forma de una repetición del trinucleótido (GAA) deriva en la falta de expresión de la proteína frataxina (FXN). Los síntomas son causados por alteraciones metabólicas que producen el desgaste de estructuras en zonas del cerebro y de la médula espinal que controlan la coordinación, el movimiento muscular y otras funciones.

“En el laboratorio venimos trabajando en el tema desde 2010, y tenemos un proyecto de investigación que data de 2015. El curso de las preguntas y los objetivos que teníamos fue mutando, y, con el correr del tiempo, obtuvimos subsidios de la Alianza Internacional de ataxia de Friedreich, que nos permiten evaluar esas ideas. Es, aparte de nuestro sueldo como científicos, el único recurso que tenemos en la actualidad”, expone Santos, quien explica que estudian aspectos bioquímicos y moleculares de esta enfermedad para pensar en herramientas terapéuticas complejas.

Un programa articulado para dar respuestas en todos los frentes

Marcelo Serra es médico de planta del servicio de clínica médica del Hospital Italiano de Buenos Aires. Desde hace algunos años, es director del Programa de Enfermedades Raras, espacio que él mismo inició, a partir de experiencias previas en el mismo Centro.

“Mi camino en este campo empezó por iniciativa propia, en 2010, por el interés en una enfermedad que se llama telangiectasia hemorrágica hereditaria, que es un trastorno hereditario que provoca el desarrollo de conexiones anormales entre las arterias y las venas- detalla Serra-. Veía que los pacientes estaban muy desamparados y que no había ni un orden ni tampoco una prioridad en la atención primaria. Y, a partir de ahí, comencé a delinear un proyecto que presenté en el Hospital Italiano y que se constituyó como una unidad especializada”.

El puntapié dio lugar, luego, a la convocatoria de especialistas, donde se empezó a profesionalizar el registro de casos y se empezó a fortalecer la cultura interdisciplinar y del diálogo con las asociaciones de pacientes, a nivel nacional e internacional.

“Esa experiencia me dio la posibilidad de fortalecer un trinomio muy virtuoso, entre los médicos asistenciales, con la parte clínica, los investigadores de las ciencias básicas y las asociaciones de pacientes, donde cada parte potenciaba y articulaba de forma muy aceitada con el otro. Por ejemplo, los pacientes reportaban tratamientos de otras partes del mundo, los investigadores lo comprobaban en sus laboratorios, luego los estudios se podían volcar directamente en casos locales…el proceso fluía de forma muy dinámica”, ejemplifica el médico, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.

La experiencia fue tan positiva que derivó, con el correr de los años, en un Programa de enfermedades poco frecuentes. “Hay distintas unidades de este tipo de dolencias, o de grupos EPOF que tengan que ver entre sí, y cada una de ellas está liderada por un médico clínico y especialistas. El modelo implicó también relevar los espacios de trabajo en el mismo Hospital, por si había especialistas, por ejemplo, trabajando en la misma enfermedad en los servicios de Pediatría o en Adultos”, describe Serra, quien además agrega que se pudo fortalecer la parte de investigación clínica y las dinámicas de trabajo en red.

Más allá del escenario, con sus desafíos y obstáculos, Serra marca como punto clave las condiciones de trabajo. “Hablamos de consultas largas, cargadas de información, con mucha incertidumbre, muchos estudios para revisar, mucha necesidad de escuchar y de contener. Son cuestiones que no suelen estar contempladas dentro de un sistema de salud como el que tenemos”, plantea, y expone que, desde su mirada, “es clave, para la atención de EPF de una forma adecuada, que los profesionales de la salud tengan un espacio protegido y mejor remunerado”.

Además, el profesional explica que, en muchos casos, se utiliza la estrategia de reposicionamiento de drogas ya existentes -y ya aprobada su seguridad- en el mercado, pero destinadas a otro uso, para tratar una o más de estas EPOF. Todo el proceso, aclara, con total consentimiento de los pacientes y sus familiares.

Buscando estrategias para vencer la enfermedad

Otra de las disertantes en Exactas será Marianela Candolfi, investigadora del CONICET e integrante del Proyecto Glioma. “Desde hace años trabajamos con el glioblastoma adulto, tratando de mejorar su sensibilidad a las terapias disponibles o buscando nuevas estrategias. Son tumores que con relativamente baja frecuencia, dado que afectan a aproximadamente 5 de cada cien mil habitantes, pero, al mismo tiempo, constituyen el tumor cerebral primario maligno más frecuente en adultos”, apunta la científica, quien añade que rara vez los pacientes sobreviven más allá de los dos años del diagnóstico.

“Es un tumor que parece reunir todos mecanismos conocidos de resistencia a la terapia, y el hecho de que se encuentren en el cerebro, protegidos de la radioterapia por el cráneo y de la quimioterapia por una barrera que limita el pasaje de sustancias desde la sangre al cerebro, hace que sea un tumor muy difícil de tratar”, explica a la Agencia CTyS-UNLaM.

El tratamiento de estos pacientes en todo el mundo, reseña Candolfi, consiste en la cirugía seguida de radioterapia y quimioterapia con un medicamento llamado temozolomida. La introducción de esta droga fue el último avance significativo en el tratamiento de esta enfermedad y data de 2005. “Por eso, nos apasiona tratar de encontrar estrategias para poder sensibilizarlo a la terapia, y, si es posible, transformarlo en una enfermedad crónica, como ocurre con otros tumores”, se esperanza.

El inicio de esta experiencia, cuenta la científica, fue a través del contacto de “Papás y mamás contra gliomas”, una agrupación de familiares de niños y niñas que atraviesan o padecieron esta enfermedad, para formar redes de investigadores.

“A pesar de que los gliomas difusos pediátricos se consideren enfermedades poco frecuentes, actualmente constituyen la principal causa de muerte por cáncer en los niños- cuenta la investigadora, doctora por la Universidad de Buenos Aires-. Si bien las leucemias son las enfermedades oncológicas más comunes en pediatría, las tasas de mortalidad por esta enfermedad disminuyeron significativamente en las últimas décadas debido a los avances en su tratamiento, mientras que la supervivencia de los pacientes pediátricos con glioma difuso continúa siendo abrumadoramente baja y no ha tenido avances en décadas”.

La carencia de modelos específicos de gliomas difusos pediátricos derivó en un gran retraso en la investigación y el desarrollo de estrategias terapéuticas adecuadas para estos pacientes. “Por lo tanto, durante décadas estos pacientes y sus familias se han enfrentado al ‘no hay nada para hacer’, luego del diagnóstico de esta terrible enfermedad”, plantea Candolfi.

Su laboratorio estableció, recientemente, modelos de cáncer pediátrico desarrollados en la Universidad de Michigan (Estados Unidos) y la Universidad de Navarra (España). “También estamos comenzando a establecer nuevos modelos a partir de tumores de pacientes locales en colaboración con colegas de Fleni. Este fue el puntapié inicial para comenzar a entender mejor estos tumores y permitirá desarrollar nuevas estrategias que sean específicas para los gliomas pediátricos”, propone la especialista.

Articulación federal, interdisciplinaria y de calidad

Carlos Bruque, investigador del CONICET, expondrá, por su parte, sobre el proyecto de ampliar las redes de diagnóstico molecular en Argentina. El objetivo es claro: mejorar el acceso a la asesoría genética y a estudios de alta complejidad en el área de la genética humana para la comunidad.

“En la actualidad hay varias redes dialogando en Argentina de forma interconectada, para trabajar en investigación, diagnóstico y capacitación en el área de genética humana. Una de ellas la Red Patagonia de Genética Humana, conformada por médicos, bioquímicos, biotecnólogos, biólogos y genetistas, entre otras disciplinas, donde tratamos de dar respuestas con asesoramiento y diagnóstico genético, utilizando las últimas tecnologías disponibles y consensos de expertos”, describe Bruque, quien participará de la jornada vía Zoom.

El investigador también compartirá la experiencia de la Red Federal de Genómica y Bioinformática del ANLIS Malbrán, en la cual su grupo participó como nodo de la región patagónica. “En esta última red, se realizan estudios genómicos a nivel federal, brindando respuestas diagnósticas de última generación en el ámbito de la salud pública”, precisa el científico, quien agrega que estos dos casos “son ejemplos funcionales de trabajo interdisciplinario, federal y en red”.

Además, cuenta Bruque, en la Unidad de Conocimiento Traslacional Hospitalaria Patagónica (UCTHP) realizan investigación en virología, oncología, genética y en el desarrollo de nuevos diagnósticos de alta complejidad. “Respecto a las EPF, principalmente trabajamos en investigación traslacional en genes asociados a patologías del corazón, el Síndrome de Rett y Síndrome de Charcot Marie Tooth”, aclara a la Agencia CTyS-UNLaM.

Consultados sobre la articulación, todos los especialistas coinciden en el diálogo y el trabajo codo a codo con los pacientes y sus familiares, además de otros profesionales.

“El Hospital de Alta Complejidad El Calafate SAMIC, donde está ubicada la Unidad de Conocimiento Traslacional, tiene una unidad hospitalaria de enfermedades poco frecuentes con profesionales pertenecientes a diferentes servicios, que incluye tanto servicios médicos como no médicos, de la cual formamos parte- describe Bruque-. Esta unidad opera en estrecha colaboración con asociaciones de padres como ALAPA y con los propios pacientes”.

El especialista agrega que, generalmente, los pacientes con EPF requieren un enfoque integral e interdisciplinario, y en muchos casos, “la colaboración entre familias, profesionales e investigación es esencial para mejorar la calidad de vida y el tratamiento”.

Candolfi, por su parte, cuenta que estas interacciones son importantísimas: “Nos dan una perspectiva que es imposible de tener si te quedas encerrada en el laboratorio. La interacción con neurooncólogos/as y neurocirujanos/as, además, nos ayuda mucho a elegir qué blancos terapéuticos y estrategias vale la pena profundizar, cuáles realmente podrían llevarse a la práctica y cuáles son, desde su punto de vista, los desafíos terapéuticos más complicados de la enfermedad”.

Además, la investigadora del CONICET plantea que la vinculación con familiares de pacientes da una motivación invalorable para llevar a cabo la tarea. “Es un tremendo golpe de realidad y nos da una perspectiva real sobre para qué estamos acá, para quiénes trabajamos”, enfatiza.

“Cuando hablas con los familiares de pacientes pediátricos oncológicos se caen todas las capas superficiales de motivación y te ubica atrás de un único objetivo, modesto tal vez, porque ni siquiera pretendes curar el tumor, sino, al menos darle una respuesta a los pacientes que sea superadora de la que le dan hace 40 años, que tengan una alternativa, que no los den por desahuciados”, sostiene.

Serra, por su lado, considera que, en enfermedades poco frecuentes, es imposible manejar y tratar a estas dolencias en soledad. “El trabajar con investigadores de las ciencias básicas y hacer una medicina traslacional rápida y ágil es algo sumamente importante por los tiempos que demoran estas enfermedades en encontrar una solución terapéutica”, plantea. El desafío, por supuesto, no es menor, pero ahí es donde radica la importancia de que todos los actores participantes se retroalimenten en el proceso.

“Más allá de la importancia, por ejemplo, de motivar a las farmacéuticas para el desarrollo de nuevas moléculas, que surgen a través de pequeñas observaciones clínicas y pequeños hallazgos de las ciencias básicas, es realmente prometedor el hecho de que la medicina y la ciencia sigan aprendiendo a trabajar hermanadamente- plantea, a modo de conclusión, Serra-. Allí donde el conocimiento falta o no es suficiente, surgen las grandes preguntas de investigación y los reales intereses de la ciencia, por lo que todo el fenómeno es potenciador”.

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